‘Westworld’ cambia la dificultad del juego en su 4ª temporada
12/12/2022 Deja un comentario
Con mucha diferencia, Westworld es la serie más compleja de los últimos años. No tanto porque su trama aborde temáticas fuera de lo común, sino porque la cantidad de personajes con peso en la historia es tal que su desarrollo requiere de una distribución medida al milímetro, muchas veces perdiéndose en la vorágine del camino. Pero a diferencia de otras producciones, este drama de ciencia ficción con dosis de acción ha tenido la suficiente valentía como para reinterpretarse a sí mismo en la cuarta temporada que finalizó hace ya algunos meses.
Básicamente, lo que han hecho Jonathan Nolan (creador de la serie Person of interest) y Lisa Joy (Reminiscencia) es darle la vuelta al calcetín, y abordar qué pasaría si fueran los robots quienes tuvieran el control sobre los seres humanos, dando a estos el papel que ellos tenían en ese extraño parque de atracciones. Bajo esta premisa, los 8 episodios que conforman esta última etapa se convierten en un curioso e interesante viaje que reflexiona sobre el concepto de realidad y cómo esta es capaz de cambiar en función de los ojos que la observen. Y a pesar de sus debilidades en la narrativa, sigue siendo un modelo sobre cómo manejar los tiempos narrativos y la información a mostrar al espectador, que se adentra de este modo en un juego más difícil y en un laberinto mucho más elaborado, si es que eso es posible.
En cierto modo, ese laberinto que ya de por sí ha sido siempre Westworld va, en esta ocasión, un poco más allá. Porque a diferencia de lo que ocurre en temporadas anteriores, el espectador parte de una premisa que puede considerarse equivocada. O al menos, que puede inducir a error. Incluso sin que se conozca a fondo esta historia basada en la película de Michael Crichton de 1973, la premisa básica de que los robots se rebelan contra los humanos por un mal funcionamiento en el parque está relativamente clara desde la primera temporada. Ahora, sin embargo, todo eso se transforma para mantener un diálogo sutil con el espectador, al que plantea una suerte de partida de ajedrez en la que no solo hay que prever los movimientos, sino el color y la función que tiene cada pieza sobre el complejo tablero planteado por Nolan y Joy. Y es una experiencia enriquecedora, sobre todo si se ve la serie del tirón, pudiendo disfrutar de unos giros argumentales simplemente brillantes.
Porque ese es el secreto de esta cuarta tanda de capítulos: sus giros argumentales. Sin estos pilares narrativos, la serie no funcionaría; al menos no tanto como lo hace. Los creadores de la serie son maestros en el manejo de los tiempos y las narrativas paralelas, pero en esta ocasión no se limitan a plantear dos líneas temporales diferentes, sino que distribuyen la información y el desarrollo de personajes de tal modo que en la segunda mitad de la temporada el espectador solo puede rendirse a la evidencia de que no sabe de qué va el juego, y es mejor dejarse llevar que luchar contra corriente si realmente se quiere disfrutar de la experiencia. Con todo, hay algunos problemas más que evidentes derivados de la complejidad de la trama, pero en la mano de cada uno está dejar que eso se convierta en un obstáculo o que sean «gajes del oficio».
Lo que se ve y lo que no
En efecto, el gran escollo de esta cuarta temporada de Westworld es lo que la convierte en una producción tan original. Su complejidad argumental, no solo por los conceptos filosóficos, morales y sociológicos que maneja, sino por la cantidad de arcos dramáticos que existen, hacen que muchas veces sea difícil mantener la atención a todos los detalles que se muestran. Eso por no hablar del hecho de que algunas tramas, a pesar de tener un peso importante en el conjunto, quedan deshilvanadas, carentes de la fuerza que cabría esperar y derivando a sus personajes, incluso a algunos que tienen un protagonismo notable, a ser meros mecanismos de acción y efecto en la serie. En sí mismo no tendría que ser un defecto si no fuera porque la ficción se basa, precisamente, en ahondar en muchos conflictos internos de los personajes.
Esto provoca una sensación agridulce. Por un lado, es evidente que estamos ante una obra mastodóntica, tanto en su forma como en su fondo; por otro, la ambición de continuar narrando la trama con todos y cada uno de los personajes termina por lastrar parte del conjunto, sobre todo en su tramo intermedio, aquel que correspondería al segundo acto de cualquier película. Es cierto que se suple de forma muy inteligente con una serie de giros argumentales muy interesantes, que desvelan la realidad que está ante el espectador como si se tratara de las capas de una cebolla. Pero eso no termina de eliminar una sensación incómoda que se traslada a la resolución final, que por cierto vuelve a dejar la puerta abierta para completar el desarrollo en una quinta temporada (al menos). De ser así, es decir, de continuar la trama, da la sensación de que habría sido mejor dejar algunas líneas argumentales simplemente esbozadas para centrar la atención en el resto, pudiendo recuperarlas y desarrollarlas más en profundidad durante la siguiente tanda de episodios.
Con todo, esta etapa funciona muy bien en líneas generales. Ya sea por méritos propios de su estructura dramática y de su desarrollo, definido, como decimos, por los giros argumentales de su tercio final, o por los méritos en conjunto de la serie (la temporada parece mirarse en el espejo de la primera temporada, sobre todo con esa suerte de parque temático), lo cierto es que la serie avanza a pasos agigantados planteando, curiosamente, temas ya conocidos por los aficionados al género. Aquellos que la hayan visto posiblemente tengan en mente obras en las que las máquinas terminan dominando el mundo y a los humanos que todavía lo habitan. Claro que, en esta ocasión, no hay guerras tan viscerales y apocalípticas, sino una visión algo más sutil, más comedida. Una especie de guerra fría que la Humanidad está perdiendo a marchas forzadas, siendo sus individuos sustituidos por cuerpos artificiales al más puro estilo de ‘Los ladrones de cuerpos’.
Personalmente, esta cuarta temporada de Westworld tal vez no esté a la altura de las dos primeras partes, pero desde luego que se aproxima mucho. Sobre todo en esos momentos en los que regresa a las instalaciones del parque temático para dar un giro de 180 grados y revelar que la historia de esta etapa es un distorsionado reflejo de lo visto en los primeros compases de la serie. Esto, unido a las revelaciones que se van haciendo a lo largo de su metraje, hacen de esta temporada una obra compleja, interesante, fascinante en algunos momentos y hasta aterradora en otros, por el significado que tiene su temática. El mayor problema, como decimos, es la obsesión con desarrollar todas las tramas a la vez, un objetivo tal vez demasiado ambicioso que no siempre se logra, y que termina por dejar a algunos personajes en un limbo dramático. En todo caso, seguimos estando ante una de las mayores y mejores producciones de la pequeña pantalla.