Cualquier serie de antología tiene como principio que sus historias sean independientes, incluso aunque tengan algún nexo de unión o transcurran en un mismo universo. Pero lo que han hecho David Kajganich (Cegados por el sol), Max Borenstein (Kong: La isla Calavera) y Alexander Woo (serie True blood) con la serie The Terror ha sido llevar ese concepto de independencia más allá, creando una segunda temporada, subtitulada Infamy, que no solo no tiene que ver con la historia de la primera entrega, sino que conceptualmente es también muy diferente.
Para aclararnos, estos 10 episodios toman como punto de partida los campos de concentración de japoneses en la costa oeste de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial, para, a continuación, construir una trama de fantasmas, venganza y odio que, en realidad, nada tiene que ver con la premisa inicial. A diferencia de la primera temporada, en la que sí se tomó el suceso histórico de la desaparición de toda una tripulación, aquí el trasfondo histórico se queda, pues eso, en trasfondo, siendo simplemente una excusa para abordar una clásica historia de fantasmas de corte asiático. Eso sí, desde un punto de vista muy interesante, ofreciendo al espectador una nueva perspectiva de estos espíritus vengativos. Pero sobre esto volveremos más adelante. La pregunta que cabe hacerse entonces es: ¿por qué entonces utilizar este acontecimiento histórico?
La respuesta podría estar, precisamente, en el carácter de denuncia y de redención que tiene esta segunda temporada. En realidad, es el leit motiv del protagonista, quien busca en todo momento una forma de encajar en un mundo cambiante. Si bien es cierto que cualquier contexto habría sido válido para desarrollar toda la historia de la familia perseguida y acosada por un fantasma, el hecho de que se haga a través de esos campos de concentración viene a ser la forma que tiene el séptimo arte de pedir perdón por unos hechos de los que, como queda bastante claro durante toda esta etapa, se avergüenza, al menos, parte de la sociedad estadounidense. El hecho de que el actor de uno de los personajes más relevantes viviese de niño en estos campos no hace sino reforzar esa idea.
De este modo, esta nueva historia de The Terror tiene dos partes claramente diferenciadas pero vinculadas. Por un lado, la historia de terror como tal, un clásico relato de fantasmas que aterrorizan al protagonista y a toda su familia y que les sigue allá donde va, en la línea más tradicional del género. Por otro, está ese reflejo de la vida en los campos instalados en la costa estadounidense. Su funcionamiento, el modo en que los prisioneros desarrollaban su día a día, los trabajos que realizaban, las relaciones con los soldados estadounidenses,… La serie presenta un microcosmos realmente interesante en el que racismo y miedo se dan cita bajo el paraguas de la locura que siempre conlleva una guerra. Claro ejemplo son las situaciones que vive el personaje de Derek Mio (Billy boy) cuando se suma al ejército estadounidense, o las desconfianzas que generan entre los soldados aquellos que colaboran en los campos.
Yurei
Abordado ya el aspecto histórico, es conveniente señalar que la serie profundiza mucho, muchísimo, en ese microcosmos que son las historias de fantasmas asiáticas. Estos 10 capítulos no solo narran la venganza de un espíritu traicionado, como es habitual en films como Ringu (1998) o Ju-on: The grudge (2002), sino que va un poco más allá, cruza el umbral que separa los vivos de los muertos y se adentra en el mundo en el que viven estos espíritus atormentados. En el caso que nos ocupa, un yurei. Y posiblemente, este sea uno de los aspectos más interesantes, diferentes y llamativos de toda la temporada para los amantes del fantástico.
Porque lejos de presentar un mundo aterrador en el que las almas deambulan en busca de su objetivo, The terror ofrece al espectador todo un paraíso en el que el espíritu de la serie vive encerrado, deseando recuperar aquello que le fue arrebatado pero sin saber cómo salir. Solo cuando descubre la terrible realidad en la que está atrapada y logra escapar es cuando se empiezan a producir los aterradores episodios que tienen lugar en la trama. Esto da un doble significado al conjunto de la historia. Por un lado, da un nuevo sentido al concepto de fantasma aterrador; por otro, genera un trasfondo dramático al espíritu que pocas veces se ve en una pantalla, otorgándole una motivación que va más allá de la venganza, planteando una visión algo insana y tergiversada del amor familiar. Por supuesto, las revelaciones que se producen durante la trama, y que conforman interesantes giros argumentales en el tramo final de la historia, terminan por lograr que el odio y la venganza se impongan, pero eso no resta interés ni importancia al viaje previo.
Este es otro de los motivos por los que esta segunda temporada no utiliza el apartado histórico exactamente igual a la primera historia. Sí, las imágenes finales completan el homenaje y, en cierto modo, la redención de toda una cultura, de un país, a aquellos que tuvo retenidos en campos de concentración. Pero en realidad, ese apartado no deja de ser un mero contexto para algo mucho más complejo, más profundo. En este caso, una historia de fantasmas en la que más bien se aborda la mentira y cómo esta puede destruir una familia de muchas maneras, la traición, el odio, el rencor y el remordimiento en sus más amplios significados, dejando atrás la venganza para adentrarse en cómo los errores y las decisiones de nuestro pasado nos afectan en el presente, a nosotros y a nuestros hijos.
La segunda temporada de The terror no puede, por tanto, compararse con la primera historia. Sería comparar la noche y el día. Sí, ambas utilizan un hecho histórico para afrontarlo desde el terror. Pero no solo son dos argumentos muy distintos, sino que el modo de abordarlos también difiere notablemente. Habrá quienes digan que estos 10 episodios son peores que los de la primera temporada. Habrá quienes prefieran esta historia de fantasmas japoneses al terror en el hielo. Personalmente, creo que lo aquí analizado revela que hay algo mucho más complejo, más profundo, en el tratamiento de ese vergonzoso y terrible acontecimiento durante la II Guerra Mundial. Y va más allá de la propia historia de fantasmas. En cierto modo, es una forma de pasar página, de demostrar que, incluso después de los momentos más difíciles y más aterradores, una familia puede permanecer unida. Y quien dice familia, puede decir sociedad.