El año que viene, si nada lo impide, tendrá lugar el regreso de Miércoles, una de las series del año pasado. Me considero admirador de ‘La familia Addams’ y del espíritu transgresor de esta familia «diferente», por lo que, al ver el espíritu adolescente de esta producción de Netflix, tuve ciertas reticencias. Pero lo cierto es que, con sus pros y sus contras, es una de las producciones más originales de los últimos meses.
No cabe duda de que en eso ha tenido mucho que ver una de las mentes creativas de esta ficción, Tim Burton (Eduardo Manostijeras), cuya puesta en escena y el diseño de personajes y decorados impacta completamente en el desarrollo de la trama y en el estilo visual de la producción. Su mano aporta a esta historia el elemento diferenciador con respecto a otras producciones similares de los últimos años, y que también combina adolescentes, misterio y algo de romance. Pero no es lo único original de esta serie creada por Alfred Gough y Miles Millar (autores del guion de Spider-Man 2), quienes logran aunar en una única historia de 8 episodios diferentes líneas argumentales que terminan por converger en una trama mucho más rica y matizada de lo que podría parecer a primera vista.
Sin entrar en detalles sobre el argumento, por si alguien a estas alturas todavía no ha visto Miércoles, esta primera temporada se introduce de forma progresiva en un mundo lleno de criaturas, en el que humanos y monstruos conviven de forma más o menos equilibrada, y en el que la protagonista, a la que da vida de forma magistral Jenna Ortega (Scream VI), se mueve primero por obligación y luego por motivación. Esta evolución del personaje sin que aparentemente cambie nada en su personalidad es, sin duda, uno de los atractivos más interesantes de la evolución dramática, y uno de los equilibrios más difíciles de la ficción, toda vez que se debe mantener esa impasibilidad emocional a medida que se van descubriendo nuevos secretos que afectan de un modo más o menos directo al desarrollo de la protagonista.
Lo cierto es que la serie, en estos primeros episodios, se construye de forma orgánica y progresiva en un crescendo dramático e intrigante. Más allá de que las motivaciones sean las que son, y que los problemas de los adolescentes están ya muy manidos, la serie es capaz de consolidarse en pilares narrativos sólidos que van más allá de ese universo adolescente-monstruoso en el que se desarrolla. Aspectos como los secretos de la familia Addams, la juventud de sus padres, los crímenes, el odio al diferente y las motivaciones que se esconden tras ellos, o los conflictos internos de los adolescentes traducidos a problemas, por ejemplo, de licantropía, no hacen sino ofrecer al espectador algo más que una simple serie sobre adolescentes de hormonas alteradas y objetivos inmediatos.
¿Addams o no Addams?
Bajo este prisma, y a pesar de que el trasfondo de Miércoles sigue siendo el de una serie adolescente para adolescentes, la ficción logra desquitarse un poco de esa carga y revelar algo más. Tal vez no mucho, pero sí lo suficiente para mostrarse más original que otras producciones similares. La pregunta que cabe hacerse es si esta apuesta hace que se pierda o se mantenga el espíritu de los Addams. Hasta cierto punto se mantiene, pero lo cierto es que se pierde mucho por el camino. Tal vez demasiado. Una de las cosas más atractivas de las historias de los Addams son sus excéntricas tradiciones, su particular y tétrica forma de entender la vida, algo a lo que contribuyen principalmente Gómez y Morticia, los padres de Miércoles que apenas tienen una presencia testimonial (aunque imprescindible) en la serie, con los rasgos de Luis Guzmán (Asalto al tren Pelham 1 2 3) y Catherine Zeta-Jones (Efectos secundarios).
Esto implica que la serie pierde bastante esencia de lo que representan los personajes originales, convirtiendo a Miércoles en una especie de investigadora privada paranormal cuando, en realidad, el papel está bastante alejado de este concepto en su idea original. Y con esto en mente, es evidente que esta producción deja mucho que desear, pero la realidad es que en ningún momento pretende serlo. Al igual que ocurre con otras ficciones sobre conocidos personajes de la cultura popular occidental, esta primera temporada solo aprovecha algunos aspectos que le interesan de la iconografía del personaje (su palidez, la ropa oscura, el rictus recto…) para transformarla en algo diferente e introducirla en un ambiente completamente distinto, nuevo, lleno de criaturas con las que poder desarrollar líneas argumentales en un futuro no demasiado lejano.
Ahora bien, como en cualquier serie que se precie, lo relevante no es únicamente el papel protagonista. Si esta trama en torno a Miércoles Addams ha tenido el éxito que ha tenido se debe también a secundarios como el que interpreta Emma Myers (La chica en el sótano), la amiga/compañera de cuarto que no solo es un contrapunto en lo que a personalidad se refiere, sino también en el apartado visual. La relación entre ambas, con un tira y afloja constante, compone un arco narrativo que termina por ser una especie de base emocional de la serie, sobre la que poder narrar tanto la parte de suspense como la romántica, además de permitir un desarrollo más interesante de este personaje secundario con una línea argumental propia que explora el racismo, la xenofobia y el dolor del primer amor. Y por supuesto, a esto se suman colaboraciones como la de la propia Christina Ricci, que en su infancia fue el rostro de Miércoles que todos tenemos en mente.
Todo ello aporta a Miércoles un toque original, no tanto en su historia (bastante tópica en muchos aspectos) como en el modo de afrontarla. La capacidad de la trama para mezclar pasado y presente, monstruos y humanos, color y oscuridad, permite a sus creadores, con Burton como principal exponente, establecer un relato ágil, fresco, dinámico y cargado de referentes, algunos más evidentes que otros. La primera temporada irrumpe de lleno en el panorama televisivo para convertirse en un producto diferente hoy en día. La cuestión es si será capaz de mantener esta originalidad y no caer en la complacencia de los gustos adolescentes, despreciando el resto de alicientes puramente fantásticos. Habrá que esperar unos meses todavía.