Adiós, señor Haffmann: de la empatía a la lástima
26/03/2022 Deja un comentario
El cine francés siempre ha sabido tratar su propia historia de un modo muy inteligente. Sobre todo aquello que tiene que ver con la invasión nazi, los colaboracionistas y la Francia libre de Vichy. La nueva película de Fred Cavayé (Le jeu), que adapta una obra de Jean-Philippe Daguerre, es una buena muestra de que los autores no rehúyen ningún tabú, y lo que es más importante, son capaces de dotar de contexto a todos los personajes, sean héroes, villanos o, como en este caso, un pobre hombre.
Porque lo más interesante de Adiós, señor Haffmann es, precisamente, la evolución del papel interpretado por Gilles Lellouche (En buenas manos). El guion está construido de tal modo que invita al espectador a empatizar con él para, a medida que avanza la trama, ir quitando capas hasta convertirlo en un ser desagradable del que solo se puede sentir lástima. La historia evoluciona a través de los cambios que experimenta un personaje incapaz de asumir su situación y que, en cuanto prueba un poco del emponzoñado poder nazi, pierde el control de su propio ser hasta convertirse en una perversión de lo que fue. Solo el final permite, al menos en parte, compensar una historia que no llega a terminar, pero que sí pone a cada protagonista en su sitio.
Es un tratamiento narrativo apasionante. Es cierto que no es excesivamente novedoso, que se echa en falta algo más de profundidad dramática de algunos personajes (el rol de Daniel Auteuil –Una razón brillante-, aunque comprensible, se antoja demasiado encorsetado) y que algunas secuencias son previsibles, pero el modo en que se aborda la historia, con esos tres niveles de una vivienda que vienen a representar los dilemas internos del protagonista, termina por atrapar al espectador en la espiral de autodestrucción del personaje de Lellouche. Quizá el mayor problema de la historia es que algunos de los conflictos sobre todo los que tienen que ver con los dos personajes masculinos, están tratados de un modo excesivamente opaco, lo que puede inducir a cierta confusión y a una incomprensión de los momentos más explosivos de la película (dramáticamente hablando, claro está).
En cualquier caso, Adiós, señor Haffmann es un interesante drama que crece a cada minuto que pasa. Una película sencilla a la que la base teatral le aporta una intensidad emocional que merece la pena disfrutarse y, sobre todo, que obliga a reflexionar sobre lo que vivió Francia en aquellos años 40 del siglo pasado y cómo el miedo, la mediocridad o, simplemente, la rabia pueden terminar derivando en un bucle cada vez más peligroso para uno mismo. Visualmente correcta, lo más relevante se encuentra casi más en lo que no se ve, en lo que no se dice y en el contexto en el que se desarrolla. Bueno, y en los extraordinarios actores que dan vida a estos complejos personajes.
Nota: 6,5/10