9ª T. de ‘The Walking Dead’ (I), un salto temporal para recuperar su esencia


La octava temporada de The Walking Dead dejó más dudas que certezas acerca del futuro de la serie. No tanto por la desaparición de personajes claves o porque tras su finalización se anunciara que el protagonista al que da vida Andrew Lincoln (Pago justo) iba a abandonar la ficción. No, las dudas se crearon porque su desarrollo dramático fue caótico, sin encontrar un buen hilo conductor que sustentara todo el conjunto. Pero dichas dudas se han despejado, y de qué modo, con la primera parte de la novena temporada; ocho episodios que recuperan la esencia de la serie, el ritmo dramático y, sobre todo, un cierto toque de suspense que parecía haberse agotado.

Y todo ha sido gracias a los saltos temporales. La serie creada por Frank Darabont (La niebla) arranca esta etapa tiempo después de los acontecimientos de la octava, lo que permite no solo realizar ajustes dramáticos en las relaciones personales de los protagonistas, algo viciadas ante el frenético ritmo de los últimos acontecimientos. También ofrece la posibilidad de eliminar de la ecuación ciertos aspectos que no funcionaban en la trama, y potenciar otros tantos sin tener que dar demasiadas explicaciones y jugando con la idea de que ha pasado un tiempo (con sus respectivos hechos) y la dinámica de la narrativa es diferente. Todo ello permite afrontar determinados conflictos bajo otro prisma, dando al conjunto una frescura única.

Aunque sin duda el mayor salto temporal es el que se produce a mitad de esta primera parte de la novena temporada. Y es el mayor no solo por el tiempo que transcurre, varios años, sino por los acontecimientos que dan lugar a él. Como comentaba al comienzo, el rol de Rick Grimes abandona The Walking Dead, y lo hace como no podía ser de otro modo, es decir, salvando a sus seres queridos en un episodio épico y plagado de nostalgia. La labor de Lincoln alcanza en estos minutos un nivel sencillamente brillante, evidenciando que a pesar de los sustitutos que cubran su hueco nunca podrán llegar a compararse con este sheriff que quiere reconstruir la sociedad en un mundo de muertos vivientes. El episodio de su despedida conforma también un punto de inflexión en la trama, no tanto por su ausencia como por el impacto que tiene sobre el resto, y por una serie de revelaciones que ahora mismo no es conveniente revelar.

A partir de aquí la serie se reconstruye por completo. Si el comienzo de la temporada permitió solventar algunos problemas dramáticos arrastrados de etapas anteriores, con este salto se reconfigura absolutamente todo, desde la situación de los personajes hasta los arcos dramáticos que protagonizan, pasando por los escenarios y los nuevos personajes que se incorporan. Todo para impulsar el sentido dramático hacia una especie de orígenes renovados en los que los héroes cargan con la culpa y el recuerdo, pero que siguen adelante construyendo un futuro mejor y lidiando con los fantasmas del pasado. Esto permite generar una serie de contrastes emocionales y dramáticos que dejan algunos momentos brillantes, como al personaje de Danai Gurira (Black Panther) manteniendo una conversación imaginaria con Rick, o el juicio a los nuevos visitantes para decidir si son aceptados. Son momentos marcados por el dolor pasado pero que potencian dramáticamente la historia hacia adelante, aportando mayor complejidad al relato.

Susurradores

Aunque sin duda lo más interesante de esta novena temporada de The Walking Dead es la introducción en la trama de los conocidos como ‘Susurradores’. La serie recupera algunos conceptos del thriller que ya se planteó en la presentación de Negan para ir introduciendo la incertidumbre y la tensión dramática a lo largo de los episodios, primero como algo anecdótico y luego como una especie de locura que afecta poco a poco a los personajes, hasta un clímax final en un cementerio que, en pocas palabras, es magistral. A lo largo de apenas cuatro episodios sus creadores plantean la que sin duda será la trama principal en la siguiente tanda de capítulos, y al igual que estos nuevos villanos, lo hacen escondiéndose entre los muertos vivientes.

A lo largo de toda la serie los zombies han sido un contexto dramático y narrativo, ya sea como amenaza de la naturaleza, como trampas para los humanos o como barrera infranqueable. Pero hasta este momento no se habían utilizado como herramienta en todos los sentidos, desde arma hasta modo de transporte, pasando por disfraz. Curiosamente, en este contexto la idea que siempre ha sobrevolado la serie -los humanos son mayor amenaza que los zombies- adquiere un sentido completo uniendo los dos extremos de dicha afirmación en una única amenaza no solo física, sino también psicológica. La forma que tiene esta ficción de trasladar a imagen los cómics creados por Robert Kirkman, Charlie Adlard y Tony Moore es espléndida, sobre todo en el impacto que supone oír hablar por primera vez a los zombies. Ese plano de los dos personajes ocultos entre el barro y el ojo de uno de ellos marcado por un miedo indescriptible se queda grabado a fuego en la memoria.

Con todo, la serie presenta ciertas debilidades dramáticas que están muy relacionadas con los nuevos personajes y con los nuevos roles de algunos que ya habían tenido presencia en episodios anteriores. En teoría, se irán fortaleciendo a medida que se vaya desarrollando esta nueva etapa de la ficción. Pero por el momento, cierto contexto dramático para la trama principal queda deslucido por la nimiedad de sus tramas secundarias y por unos personajes carentes de la fuerza y el dramatismo que se espera de esta serie. Es de suponer que a lo largo de la siguiente etapa se integren más en la historia principal, pero por el momento se han convertido más en una suerte de apoyos narrativos y dramáticos para determinadas situaciones que en un motor de desarrollo como tal.

En cualquier caso, este comienzo de la novena temporada de The Walking Dead es un soplo de aire fresco y un cambio radical en la tendencia que marcó la anterior etapa. En este caso, la ausencia de personajes y los cambios narrativos respecto al cómic no perjudican demasiado el desarrollo dramático, más bien al contrario, sirven para dotar a algunos protagonistas de una mayor profundidad (caso del rol de Norma Reedus –Triple 9-) y para situar a los personajes ante nuevos retos dramáticos. Pero posiblemente la mejor noticia es que recupera un tono narrativo que se había perdido, más oscuro, más trágico y menos dado a la acción pura y dura. Algo que esperemos se mantenga durante, al menos, el resto de la temporada.

La llama de los Juegos del Hambre eclipsa al resto de estrenos


Estrenos 22noviembre2013Algo más de un año. Ese es el tiempo que ha pasado desde que se estrenara Los Juegos del Hambre, la última saga literaria juvenil que ha logrado tener éxito en taquilla y que, por tanto, se ha convertido automáticamente en saga cinematográfica. Hoy viernes, 22 de noviembre, llega la segunda parte, con el aliciente de una protagonista que, entre ambos films, ha decorado su casa con un Oscar a la Mejor Actriz. Por supuesto, no es el único estreno, pero desde luego hace sombra al resto de propuestas, entre las que encontramos una comedia de veteranos actores y algunas propuestas españolas.

Por tanto, comenzamos el repaso con Los Juegos del Hambre: En llamas, adaptación de la segunda novela de Suzanne Collins que da comienzo en el momento en el que finaliza la anterior, es decir, con los protagonistas volviendo a casa como campeones de estos juegos. Pero haber ganado significa tener que abandonar a sus familias y embarcarse en un Tour de la Victoria en el que comprobarán que la rebelión contra el poder está a punto de estallar. Mientras tanto, unos nuevos Juegos del Hambre se organizan con la intención de ser algo inolvidable y que aleccione a la sociedad de una vez por todas. Francis Lawrence (Agua para elefantes) toma el testigo de Gary Ross (Pleasantville) detrás de las cámaras, mientras que los principales rostros de la primera entrega repiten: Jennifer Lawrence (El lado bueno de las cosas), Josh Hutcherson (Viaje al centro de la Tierra), Liam Hemsworth (Los mercenarios 2), Donald Sutherland (La mejor oferta), Elizabeth Banks (Al borde del abismo), Woody Harrelson (Ahora me ves…), Stanley Tucci (El quinto poder), Toby Jones (Luces rojas), Jack Quaid y el cantante Lenny Kravitz, a los que se suman Philip Seymour Hoffman (The Master) y Jeffrey Wright (Código fuente).

El otro estreno norteamericano es Plan en Las Vegas, vehículo cómico para un grupo de veteranos actores de muy diversa índole que, como su propio título indica, vuelve a recurrir a la Ciudad del Pecado como escenario. La historia arranca cuando cuatro amigos que superan los 60 deciden irse a Las Vegas para celebrar la despedida de uno de ellos, el eterno soltero, antes de que se case con una treintañera. Pero la ciudad ha cambiado tanto como ellos y como su amistad, modificada con los años y por el estilo de vida que ha tomado cada uno. Dirigida por Jon Turteltaub (La búsqueda), el verdadero atractivo de la película es ver juntos en pantalla a Robert De Niro (Malavita), Michael Douglas (The Game), Morgan Freeman (Objetivo: La Casa Blanca) y Kevin Kline (Sin compromiso). El reparto, además, cuenta con Mary Steenburgen (Regreso al futuro III), Jerry Ferrara (Cross Bronx) y Romany Malco (Patinazo a la gloria).

En cuanto a la producción española, tres son los títulos que llegan. Por un lado tenemos La por (El miedo), intenso drama social dirigido por Jordi Cadena (Elisa K) que sigue la vida de un joven adolescente que parece tenerlo todo: los estudios le van bien, es apreciado por compañeros y profesores y tiene una novia que le quiere. Pero una vez cruza el umbral de su casa, se queda solo con su madre y su hermana pequeña en el infierno que es su hogar por culpa de su padre. La película cuenta con un reparto casi desconocido encabezado por Igor Szpakowski (serie Pulseras rojas), Roser Camí (Mi hermano del alma), Alicia Falcó y Ramon Madaula (Las voces de la noche).

También al drama pertenece Temporal, film que aborda desde un punto de vista intimista las reflexiones de un filólogo que, por cuestiones del destino y las necesidades, trabaja vendiendo aspiradores a puerta fría. Sin embargo, y a pesar de conocer el mensaje a la perfección y de seguir todos los pasos aprendidos, no tiene vocación, y el resultado que se encuentra es siempre el mismo: un portazo. Será entre venta y venta cuando reflexione sobre su verdadera pasión, sobre sus autores predilectos o sobre el futuro de la literatura. Ópera prima de José Luis López González, que también hace las veces de montador y productor, el largometraje está protagonizado por, entre otros, Adrián Lastra (Fuga de cerebros 2), Melanie Olivares (8 citas), Luis Callejo (Lo contrario al amor), Natalia de Molina (Vivir es fácil con los ojos cerrados) y Nuria Mencía (La noche de los girasoles).

Por último tenemos Vigilo el camino, también enmarcada en el drama. Escrita y dirigida por Pablo Aragüés (Road to wacken), la historia comienza cuando una pareja, cuya vida ha quedado destrozada por la pérdida del hijo que esperaban, conoce a una misteriosa joven en un bar. Entre los tres se inicia un triángulo amoroso que devolverá la pasión al joven matrimonio, pero que les llevará por un peligroso camino, sobre todo cuando la joven les introduzca en una extraña comuna. Frente a las cámaras encontramos a William Miller (La venta del paraíso), Irene Ferrándiz, David Sancho (Isi & Disi, alto voltaje) y Laura Contreras (serie Libres), entre otros.

De Francia nos llega Camille Claudel 1915, lo nuevo de Juliette Binoche (Copia certificada) como protagonista. El argumento recrea la vida de la escultora francesa durante sus primeros años internada en un sanatorio al sur de Francia, donde es recluida por su hermano y donde tendrá prohibido volver a esculpir, arte que abandona definitivamente hasta su muerte en 1943. Escrito y dirigido por Bruno Dumont (Flandres), este intenso drama cuenta además en su reparto con Jean-Luc Vincent (Catalina ou Le venia de l’amour), Emmanuell Kauffman, Robert Leroy y Marion Keller.

La producción más internacional de la semana responde al título de Heli, drama que cuenta con capital mexicano, alemán, francés y holandés y que expone la realidad de muchas vidas en México. La película cuenta la vida en un pequeño pueblo donde las posibilidades de obtener dinero para vivir se reducen a dos: trabajar en una fábrica donde el sueldo es bajo y no hay posibilidades de ascender, o entrar en el mundo de la droga y del cártel de la región, opción que reporta mucho más dinero pero que obliga a llevar una vida peligrosa y llena de incertidumbre. Amat Escalante (Los bastardos), que participa en el guión, dirige esta propuesta protagonizada por Armando Espitia, Andrea Vergara, Linda González y Juan Eduardo Palacios, todos ellos actores debutantes.

A medio camino entre el thriller y el drama se encuentra lo nuevo de Sean Ellis (The broken), quien hace labores de dirección y fotografía. Metro Manila es la historia por sobrevivir de una familia filipina que se muda de los campos a la gran ciudad. El cabeza de familia consigue un trabajo estable en una compañía de camiones blindados, pero lo que aparentemente es una llave a un nuevo nivel de vida es en realidad una puerta a un mundo peligroso y con un alto grado de mortalidad. Entre los actores principales se encuentran Jake Macapagal (Chateau de Roses), John Arcilla (El legado de Bourne), Althea Vega (Big night), JM Rodriguez (9 mornings), Ana Abad-Santos (serie Budoy) y Erin Panlilio.

El último de los estrenos de ficción es Una familia de Tokio, producción japonesa que homenajea Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu, mentor de Yôji Yamada (El ocaso del samurai), director de la cinta. La trama arranca con la visita de un anciano matrimonio que vive en una isla de Hiroshima a sus tres hijos, que viven en Tokio. Sin embargo, lo que debería ser una agradable estancia se vuelve solitaria debido a la vida tan apresurada que tienen los hijos. El desmayo de la madre en casa del primogénito provocará una conmoción en la familia que obligará a los hijos a replantear muchos aspectos de sus vidas. Isao Hashizume (Space Battleship Yamato), Kazuko Yoshiyuki (Looking for Anne), Satoshi Tsumabuki (Dororo), Yû Aoi (Flowers), Yui Natsukawa (Distance) y Masahiko Nishimura (Kuroi ie) protagonizan este drama familiar.

Finalmente, y con bastante retraso respecto a su fecha de producción, se estrena Mount St. Elias, documental austríaco del 2009 que sigue los pasos de tres de los esquiadores de montaña más famosos del mundo (Axel Naglixh, Jon Johnston y Peter Ressmann, que murió en 2010) en uno de los retos deportivos más importantes y difíciles del planeta: descender el Monte Elías, en Alaska, sobre unos esquís. La película está escrita y dirigida por Gerald Salmina (serie Bergwelten).

La descomposición temporal de ‘Pulp Fiction’, sello de Tarantino


John Travolta y Samuel L. Jackson, asesinos en 'Pulp Fiction'.Si se analiza el conjunto de la producción cinematográfica, ya sea a nivel histórico o en un plano temporal más concreto, el denominador común es la existencia de una línea narrativa acorde al desarrollo de los acontecimientos. Es decir, que un suceso o una acción implican necesariamente una consecuencia que se produce después y que, a su vez, provoca una nueva serie de sucesos y acciones. La década de los 90 del siglo XX sirvió, en este sentido, para romper con esa tradición y proponer nuevas vías de expresión, nuevas formas narrativas que supusieran una alternativa para determinadas historias que, casualidad o no, mejoraron notablemente respecto a una narrativa «tradicional». Puede que el caso más llamativo sea el de Memento (2000), film de Christopher Nolan (El caballero oscuro: La leyenda renace) cuyo atractivo desaparece si se elimina esa ruptura temporal. Pero sin duda el más influyente, y el que ha marcado a generaciones venideras de aficionados y cineastas, es Pulp Fiction, segunda película de Quentin Tarantino (Django desencadenado) como director que supuso toda una revolución audiovisual.

Sí, la película de 1994 ha generado desde entonces toda una avalancha de referencias culturales en muchos ámbitos, desde el vestuario hasta la música, pasando por algunos diálogos sencillamente magistrales y secuencias que son imposibles de olvidar. Todo aderezado con abundantes dosis de sangre, violencia, drogas y palabras malsonantes. Con todo y con eso, si lo único con lo que contara el film fuera eso no se habría convertido en un clásico casi de forma automática. Ese tipo de aspectos, incluyendo la recuperación de actores como John Travolta (Grease), pueden encontrarse en muchos otros relatos de similares características. Es más, otro de los directores «violentos» del moderno Hollywood es Robert Rodríguez, cuyo Desperado (1995) es incluso más violento si cabe.

En realidad, lo más atractivo de Pulp Fiction es esa descomposición temporal que se menciona en el título y a la que hacíamos referencia al comienzo. Descomposición o, si se prefiere, desorden de la línea temporal coherente de la trama. Una práctica que adquirió cotas casi inimaginables en el díptico Kill Bill (2003 y 2004), y que aquí, a diferencia de la película de Nolan, engrandece una historia ya de por sí atractiva. Gracias a la maestría de Tarantino desde el guión hasta el montaje, el film juega con el espectador como si de un puzzle se tratara, instándole a rellenar los huecos que faltan antes y después de los fragmentos que se muestran tomando como referencia pequeños detalles como el vestuario, el atrezzo o el maquillaje.

Un juego que se revela sumamente enriquecedor por cuanto tiene de intrigante. El director demuestra así que la intriga y el suspense no se logran solo, como decía Alfred Hitchcock (Con la muerte en los talones), dando al espectador información que el personaje no tiene, sino situando al espectador en medio de una secuencia sin tener una idea clara sobre la conexión entre lo que ve y lo que ha visto unos minutos antes. Este desorden, que a muchos puede resultarles engorroso e incluso poco cinematográfico, termina siendo una parte esencial de una historia que ya de por sí contiene alicientes suficientes para ser interesante, pero que mejora notablemente hasta convertirse en única.

Un formato para varias historias

Especificar una trama argumental para esta película puede ser algo complicado, no tanto por esa deslabazada línea temporal, sino por la cantidad de personajes que se dan cita a lo largo de sus dos horas y media. Personajes, por cierto, interpretados por una batería de actores que llega a marear. En líneas generales, es fácil encontrar a los protagonistas, que no son otros que el mencionado Travolta y un Samuel L. Jackson (Los Vengadores) que dio el salto a la fama con su papel de asesino decidido a abrazar la religión. Pero a partir de ahí se dan cita numerosos personajes, a cada cual más surrealista, que cuenta con su dosis de protagonismo en la cinta.

¿Cómo abordar tantas historias personales? ¿Cómo realizar de forma coherente una historia donde a los protagonistas deja de prestárseles atención durante buena parte del metraje? La respuesta está en ese extraño y al mismo tiempo solvente formato de historias cortas y entremezcladas capaz de hacernos olvidar, por un momento, la trama anterior. El manejo de los tiempos narrativos por parte de Tarantino es tan eficaz, tan milimétrico, que cada una de esas historias, aun siendo autoconclusivas y, en teoría, individuales, poseen un grado de conexión con las demás que las convierten en parte de una trama mayor.

Conexión que viene dada, como hemos dicho antes, por el vestuario, por los escenarios o por determinadas referencias a personajes. Pero también por acciones que transcurren en el segundo término de los planos, o por hechos que en otro contexto podrían entenderse como casi anecdóticos, palabra esta que no debería existir en un guión, pero que lamentablemente muchas veces se ve en la gran y pequeña pantalla. Todo ello permite, al final, la plena comprensión de la historia, del pasado y el futuro de los personajes, y de las consecuencias que tienen las decisiones tomadas.

Claro que dicha desestructuración temporal de la narración también provoca situaciones curiosas. Pulp Fiction es un film cíclico que termina con la misma secuencia con la que empezó, o más bien con la continuación de esta. Una continuación que cuenta con la presencia de un personaje cuya muerte se ve en pantalla unos minutos antes. Incluso en esto se aprecia la mano de Tarantino, ofreciendo el último reto al espectador. La obra supone, pues, todo un hito narrativo. Gracias a su mitología, a sus ingeniosos diálogos y a su puesta en escena ha sido capaz de trascender en la cultura popular; gracias a la originalidad conceptual de su estructura temporal, ha trascendido en la historia del cine hasta convertirse en un referente identificativo del «estilo Tarantino».

Diccineario

Cine y palabras