La descomposición temporal de ‘Pulp Fiction’, sello de Tarantino


John Travolta y Samuel L. Jackson, asesinos en 'Pulp Fiction'.Si se analiza el conjunto de la producción cinematográfica, ya sea a nivel histórico o en un plano temporal más concreto, el denominador común es la existencia de una línea narrativa acorde al desarrollo de los acontecimientos. Es decir, que un suceso o una acción implican necesariamente una consecuencia que se produce después y que, a su vez, provoca una nueva serie de sucesos y acciones. La década de los 90 del siglo XX sirvió, en este sentido, para romper con esa tradición y proponer nuevas vías de expresión, nuevas formas narrativas que supusieran una alternativa para determinadas historias que, casualidad o no, mejoraron notablemente respecto a una narrativa «tradicional». Puede que el caso más llamativo sea el de Memento (2000), film de Christopher Nolan (El caballero oscuro: La leyenda renace) cuyo atractivo desaparece si se elimina esa ruptura temporal. Pero sin duda el más influyente, y el que ha marcado a generaciones venideras de aficionados y cineastas, es Pulp Fiction, segunda película de Quentin Tarantino (Django desencadenado) como director que supuso toda una revolución audiovisual.

Sí, la película de 1994 ha generado desde entonces toda una avalancha de referencias culturales en muchos ámbitos, desde el vestuario hasta la música, pasando por algunos diálogos sencillamente magistrales y secuencias que son imposibles de olvidar. Todo aderezado con abundantes dosis de sangre, violencia, drogas y palabras malsonantes. Con todo y con eso, si lo único con lo que contara el film fuera eso no se habría convertido en un clásico casi de forma automática. Ese tipo de aspectos, incluyendo la recuperación de actores como John Travolta (Grease), pueden encontrarse en muchos otros relatos de similares características. Es más, otro de los directores «violentos» del moderno Hollywood es Robert Rodríguez, cuyo Desperado (1995) es incluso más violento si cabe.

En realidad, lo más atractivo de Pulp Fiction es esa descomposición temporal que se menciona en el título y a la que hacíamos referencia al comienzo. Descomposición o, si se prefiere, desorden de la línea temporal coherente de la trama. Una práctica que adquirió cotas casi inimaginables en el díptico Kill Bill (2003 y 2004), y que aquí, a diferencia de la película de Nolan, engrandece una historia ya de por sí atractiva. Gracias a la maestría de Tarantino desde el guión hasta el montaje, el film juega con el espectador como si de un puzzle se tratara, instándole a rellenar los huecos que faltan antes y después de los fragmentos que se muestran tomando como referencia pequeños detalles como el vestuario, el atrezzo o el maquillaje.

Un juego que se revela sumamente enriquecedor por cuanto tiene de intrigante. El director demuestra así que la intriga y el suspense no se logran solo, como decía Alfred Hitchcock (Con la muerte en los talones), dando al espectador información que el personaje no tiene, sino situando al espectador en medio de una secuencia sin tener una idea clara sobre la conexión entre lo que ve y lo que ha visto unos minutos antes. Este desorden, que a muchos puede resultarles engorroso e incluso poco cinematográfico, termina siendo una parte esencial de una historia que ya de por sí contiene alicientes suficientes para ser interesante, pero que mejora notablemente hasta convertirse en única.

Un formato para varias historias

Especificar una trama argumental para esta película puede ser algo complicado, no tanto por esa deslabazada línea temporal, sino por la cantidad de personajes que se dan cita a lo largo de sus dos horas y media. Personajes, por cierto, interpretados por una batería de actores que llega a marear. En líneas generales, es fácil encontrar a los protagonistas, que no son otros que el mencionado Travolta y un Samuel L. Jackson (Los Vengadores) que dio el salto a la fama con su papel de asesino decidido a abrazar la religión. Pero a partir de ahí se dan cita numerosos personajes, a cada cual más surrealista, que cuenta con su dosis de protagonismo en la cinta.

¿Cómo abordar tantas historias personales? ¿Cómo realizar de forma coherente una historia donde a los protagonistas deja de prestárseles atención durante buena parte del metraje? La respuesta está en ese extraño y al mismo tiempo solvente formato de historias cortas y entremezcladas capaz de hacernos olvidar, por un momento, la trama anterior. El manejo de los tiempos narrativos por parte de Tarantino es tan eficaz, tan milimétrico, que cada una de esas historias, aun siendo autoconclusivas y, en teoría, individuales, poseen un grado de conexión con las demás que las convierten en parte de una trama mayor.

Conexión que viene dada, como hemos dicho antes, por el vestuario, por los escenarios o por determinadas referencias a personajes. Pero también por acciones que transcurren en el segundo término de los planos, o por hechos que en otro contexto podrían entenderse como casi anecdóticos, palabra esta que no debería existir en un guión, pero que lamentablemente muchas veces se ve en la gran y pequeña pantalla. Todo ello permite, al final, la plena comprensión de la historia, del pasado y el futuro de los personajes, y de las consecuencias que tienen las decisiones tomadas.

Claro que dicha desestructuración temporal de la narración también provoca situaciones curiosas. Pulp Fiction es un film cíclico que termina con la misma secuencia con la que empezó, o más bien con la continuación de esta. Una continuación que cuenta con la presencia de un personaje cuya muerte se ve en pantalla unos minutos antes. Incluso en esto se aprecia la mano de Tarantino, ofreciendo el último reto al espectador. La obra supone, pues, todo un hito narrativo. Gracias a su mitología, a sus ingeniosos diálogos y a su puesta en escena ha sido capaz de trascender en la cultura popular; gracias a la originalidad conceptual de su estructura temporal, ha trascendido en la historia del cine hasta convertirse en un referente identificativo del «estilo Tarantino».

Curiosidades, análisis e imágenes de las mejores películas del ‘Cine de los 80’


Desde hace ya varios años, la Editorial Taschen se ha especializado en publicar libros sobre arte, arquitectura, cine o música. Dichos volúmenes dan prioridad sobre todo a la imagen, ofreciendo una calidad técnica y artística que, en muchos casos, está a la altura de las obras que recoge. En el ámbito cinematográfico, es conocida su serie de libros sobre las diferentes décadas del séptimo arte, en las que realizan una selección de los títulos más representativos y que permiten hacerse una idea de las líneas generales que se siguieron en esos años. En esta ocasión nos detendremos en el Cine de los 80 y en algunos de los títulos más emblemáticos que recogen sus páginas.

A lo largo de sus aproximadamente 860 páginas, los autores repasan más de 140 títulos que han marcado, de un modo u otro, el devenir de la historia del cine. Amadeus (1984), Brazil (1985), El club de los poetas muertos (1989) o El honor de los Prizzi (1985) son solo algunos de los films más conocidos que se esconden en este volumen. Dada la cantidad de películas incluidas y la longitud que ya hemos mencionado, más de un lector se habrá dado cuenta de que el espacio destinado a cada película es relativamente pequeño para abordar en profundidad todas y cada una de ellas.

En efecto, así ocurre. Sin embargo, no es esta una obra de análisis, sino más bien de consulta, aunque también puede permitir una profundización leve a modo de aproximación. Hemos insistido en que lo primordial de esta obra (y de muchas otras de la editorial) es recopilar una serie de imágenes que ilustren los films de los que se habla. Pero con todo, el contenido narrativo de este Cine de los 80 permite a cualquier persona, iniciada o experta, descubrir detalles y claves del rodaje y del resultado final que pueden haber pasado desapercibidos.

Esto, unido a las citas de las críticas de la época, a la explicación de las imágenes y al argumento incluido en cada uno de los títulos, da la posibilidad de rememorar viejas obras maestras que pueden haber quedado olvidadas y acercar al lector a muchas otras que no haya tenido la oportunidad de ver.

Referencia y pasión

El libro, por tanto, cumple una doble función. Por un lado, es una obra de referencia que permite, en un momento dado, echar mano de una especie de enciclopedia capaz de explicar el contenido artístico y narrativo de un film de los años 80; por otro, evidencia una pasión por el séptimo arte que se transmite al lector hasta el punto de imbuirle de ganas por revisionar viejas glorias imperecederas de esta década o, en su caso, descubrir títulos esquivos.

La obra, además, adquiere una mayor magnitud si se analiza en conjunto con el resto de títulos de esta colección, de la que ha aparecido hace un tiempo el último volumen, Cine de los 2000. Teniendo en cuenta esto, cualquier aficionado al cine puede comprobar la evolución de estilos, lenguajes y gustos a lo largo de la historia, pudiendo encontrar las claves de los cambios que ha sufrido, por ejemplo, el cine de acción o la comedia. Una tarea, sin embargo, que el lector debe trabajar y descubrir por su cuenta, ya que la serie simplemente ofrece las películas, pero deja a un lado las relaciones entre ellas (al menos de forma general).

Al igual que otros títulos, Cine de los 80 se completa con una relación de las películas ganadoras de los Oscar en todos y cada uno de los años, lo que completa el elemento más curioso de la obra. Un dato que, posiblemente, solo interesará a los cinéfilos más entusiastas, pero es que en el fondo toda la obra es eso: una referencia cinéfila para los amantes del séptimo arte.

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