‘The undoing’, un nuevo sentido para los juegos de sospechas


Nicole Kidman y su familia deben afrontar la acusación sobre Hugh Grant en 'The undoing'.

La base de cualquier thriller con un asesinato (o varios) de por medio es, o bien plantear varios posibles culpables y desentrañar la tela de araña de sus motivaciones (como las novelas de Agatha Christie), o bien desviar la atención sobre un personaje para después desvelar quién es el auténtico culpable. A veces, ambos formatos se combinan. Pero lo que es más extraño es ver algo como lo que propone la miniserie The undoing, creada por David E. Kelley (serie Boston legal): plantear un crimen, un culpable y comenzar un juego de sospechas para terminar en el mismo culpable.

Y eso es gracias, en primer lugar, a una estructura magistralmente construida, utilizando con inteligencia las bases del propio género y, sobre todo, contando con unos personajes espléndidos y unos actores en estado de gracia. Pero vayamos por pasos. Lo primero, la trama: un matrimonio de la alta sociedad neoyorquina ve cómo su vida da un giro cuando una mujer aparece muerta. Aparentemente, lo único que les relaciona con el crimen es que la víctima, una joven de clase media, llevaba a su hijo al mismo colegio elitista que ellos. Pero cuando el marido desaparece y todas las sospechas recaen sobre él, el mundo de la esposa se desmorona mientras se inicia una investigación que pondrá contra las cuerdas todo lo que creía saber.

Kelley da una vuelta de tuerca más al clásico whodunnit y lo utiliza para algo que habitualmente se reserva más para los dramas. El guionista maneja los tiempos dramáticos y los giros argumentales para, en lugar de apuntar a un sospechoso cada vez, ahondar en el infierno que vive la protagonista de The undoing, interpretada por una sobria y soberbia Nicole Kidman (Bombshell), en sus dudas, sus miedos, las presiones sociales y el conflicto interno que se produce en esta terapeuta de parejas. Y no por casualidad, a medida que el espectador se involucra en su pesadilla y descubre con ella más y más secretos de su marido, las sospechas comienzan a recaer en todo tipo de personajes. Y es aquí donde juega una baza fundamental los conocimientos que todos, espectadores y guionistas, tenemos del género. El creador de esta serie juega con esos engranajes para hacer creer algo que, en realidad, nunca existió.

Esto permite, a su vez, una libertad inesperada para poder explorar tanto a la protagonista como las relaciones sociales y familiares, amén de ofrecer al espectador una suerte de reflexión sobre las capas sociales. Dado que durante muchos episodios el espectador llega a sospechar lo que no es, la serie se permite el lujo de presentar aspectos más o menos oscuros, más o menos ocultos, de cada uno de los secundarios, evidenciando que no todos son ángeles, pero que eso no les convierte en demonios. Este juego del gato y el ratón, que termina poniendo a cada uno en su sitio, puede tener además otras lecturas más metalingüísticas, llevándonos a preguntarnos en qué posición quedamos como espectadores al verter nuestras sospechas sobre personajes que son completamente inocentes.

El asesinato del personaje de Matilda De Angelis será el detonante de 'The undoing'.

Protagonistas sospechosos

Esta especie de viaje circular que es The undoing no podría existir sin ese juego con los pilares del género, pero también son fundamentales los personajes. Y a diferencia de otras cintas en las que cada uno de los sospechosos tiene una motivación, en esta serie lo más interesante es que esas «dudas razonables» que se plantean son casi más una imaginación del espectador que una motivación real. Porque lo cierto es que ninguno de los protagonistas o secundarios tienen razones para cometer el crimen. Bueno, casi ninguno. En realidad, esas sospechas se desvían única y exclusivamente por la información que va descubriendo el personaje de Kidman, que establece vínculos desconocidos para ella y, hasta cierto punto, potenciales culpables.

Pero como decimos, todo obedece a los conocimientos que el espectador tiene del género. Y ahí está el verdadero interés que genera Kelley. Puede que muchos terminen decepcionados al ver que el camino termina donde empezó, pero nada más lejos de la realidad. Como suele ocurrir en las mejores historias, lo importante no es dónde termina, sino lo que se ha recorrido. Y en este caso, ese viaje es extraordinario. El guionista de la miniserie realiza un minucioso estudio de la alta sociedad, su hipocresía, el poder que ostentan y cómo las sospechas recaen siempre en los mismos. Aunque ante todo es un ejemplo de cómo destruir el mundo de un personaje y el modo en que este intenta reconstruirlo o, al menos, pegar algunos de los trozos. El modo en que el rol de Kidman afronta esa duda razonable es brillante, y muchos estudiantes de guion deberían tenerlo como modelo de lo que se puede llegar a conseguir sabiendo manejar los términos de un género tan difícil y utilizado como este.

No cabe duda de que, además, el reparto tiene buena culpa de esto. Lejos de histrionismos o de excesos dramáticos, todos y cada uno de los actores y actrices asumen una interpretación contenida, sobria, casi ajena a las emociones por las que pasa la protagonista. Salvo momentos muy puntuales, en los que la ira y la rabia hacen acto de presencia, todo el relato se mantiene en una contenida tensión dramática que, además, aporta el contexto y el escenario necesarios para el crescendo emocional que escala la terapeuta. Sus diálogos con su padre, con su mejor amiga, con la policía… todo obedece a una contención marcada, entre otras cosas, por los estándares de su clase social. Tan solo el hijo muestra unas emociones mucho más evidentes, curiosamente en contraposición con el pequeño de la asesinada, lo abriría todo un análisis psicológico y social que podría ir mucho más allá de la propia serie.

Desde luego, The undoing es una de las miniseries más recomendables del último año. Tal vez para muchos sepa a poco, o se espere de ella algo que, en realidad, no es. Pero ahí está la gracia de este juego. Puede que si en el proceso de estos 6 episodios no se produjesen importantes transformaciones internas de los personajes, o si estos se entregasen a un histrionismo justificado en el daño social del crimen, el resultado hubiese sido otro. Pero la introspección de la que hacen gala los actores, unido a ese juego de sospechosos que plantea el guionista y al trasfondo sociológico que plantea la serie, convierten esta historia en un relato que no hay que dejar pasar. Incluso aunque se conozca al culpable casi desde el principio.

‘Asesinato en el Orient Express’: pasajeros sin piedad


El principal hándicap de adapta al cine una novela mundialmente conocida que, además, es un clásico de la literatura de misterio, está precisamente en el argumento y, sobre todo, en la identidad del asesino. Y si además ya se ha llevado anteriormente a la gran pantalla con un buen plantel de actores, el desafío parece casi insalvable. De ahí que uno pueda preguntarse qué aporta esta nueva versión de la obra de Agatha Christie realizada y protagonizada por Kenneth Branagh (Cenicienta). Y la respuesta no es sencilla.

En efecto, la historia de Asesinato en el Orient Express no resulta especialmente atractiva para aquellos que ya conozcan el desenlace. A pesar de estar bien elaborada y con sólidos cimientos dramáticos, perfectamente planteados y desarrollados en sus momentos clave, lo cierto es que la trama puede llegar a resultar monótona en algunos momentos. Eso por no hablar del hecho de que su resolución no termina de arrojar demasiada luz al proceso por el cual el gran detective protagonista es capaz de establecer todas las conexiones entre los personajes.

Sin embargo, algo hay en esta versión que atrae poderosamente. Para empezar, un reparto plagado de estrellas y nombres del séptimo arte, algunos con mayor calidad artística que otros, pero todos ellos, en general, a un nivel extraordinario, fruto sin duda de la labor de Branagh. Lo más interesante, sin embargo, es la apuesta visual del director. Con una fotografía que explota al máximo las posibilidades del escenario nevado y acotado en el que se desarrolla la parte más importante de la trama, Branagh aprovecha todo lo que da de sí un vagón de tren para encontrar recursos narrativos soberbios. En la memoria quedan el descubrimiento del cadáver y la resolución final, claro homenaje a la pintura de ‘La última cena’ (en concreto, y en mi opinión, a la obra de Leonardo Da Vinci, pero eso queda a discreción del espectador).

Todo ello convierte este Asesinato en el Orient Express en una interesante experiencia visual, en un relato conocido visto con otros ojos y una interesante revisión del mensaje final de esta obra, en la que el bien y el mal se combinan hasta difuminar sus fronteras para convertir la investigación por asesinato en una reflexión sobre la justicia, la venganza y el dolor. Puede que aporte poco desde un punto de vista dramático, pero el modo en que se presenta es sumamente poderoso, y si esto se une a una sólida historia como esta, es muy sencillo y entretenido disfrutar de este viaje en tren.

Nota: 6,5/10

‘Gracepoint’, intrascendente thriller por mal uso del género


David Tennant, Anna Gunn  y Nick Nolte son tres de los protagonistas de 'Gracepoint'.Un asesinato es el detonante para que los secretos de varios personajes, incluso un pueblo entero, salgan a la luz. La premisa argumental es casi tan vieja como el cine, y sin embargo ha funcionado muy bien en sus distintas adaptaciones. Al menos casi siempre. He de confesar que no he visto la serie Broadchurch, creada por Chris Chibnall (serie Camelot), pero tampoco creo que sea necesario para analizar Gracepoint, remake norteamericano escrito por el propio Chibnall y que cuenta también con David Tennant (serie Doctor Who) como protagonista. Es cierto que una comparación ayudaría a apreciar algunos detalles, pero lo cierto es que los trazos generales de la trama no requieren de referencias previas. En todo caso, solo serviría para confirmar que es peor que el original o que, como mucho, comete los mismos errores que el modelo británico.

Porque lo cierto es que esta nueva versión flaquea en casi todos sus aspectos. Desconozco si es por su intento de ser igual que el original hasta en la planificación (¿de verdad nadie se ha dado cuenta de que eso no funciona?) o simplemente porque el desarrollo dramático no está bien sustentado, pero lo cierto es que este thriller en el que todo un pueblo se ve golpeado por la muerte de un pequeño de 11 años no logra lo que se le presupone a todo thriller, y es una tensión narrativa que aproveche los ganchos de cada episodio para poner el listón un poco más alto. Más bien al contrario, la historia plantea una serie de premisas en su primer episodio, incluyendo a todos los sospechosos que irán pasando por el caso, que se resuelven en función de las necesidades de los creadores, y no de la propia historia.

Y para ejemplo un botón. Que una investigación policial no revise en sus primeros compases las comunicaciones del fallecido con amigos y gente cercana (vamos, que no se apoderen del ordenador y móvil del mejor amigo de la víctima) es algo no solo ilógico, sino que pone al espectador sobre una pista que no se resolverá hasta el final. Esto, en lugar de provocar la tensión dramática que ya explicó Alfred Hitchcock en su libro con Truffaut, lo que genera es cierto tedio, pues los sospechosos van pasando ante los ojos del espectador, quien sabe que los auténticos detonantes del caso policial no apuntan hacia ellos. De ahí que la sucesión de estos 10 episodios se haga excesivamente larga, obligando a una espera innecesaria que podría haberse resuelto de un modo más coherente.

Curiosamente, la resolución final de la serie deja una serie de conceptos dramáticos muy interesantes. La forma en la que se resuelve el crimen, los paralelismos familiares entre un sospechoso y el verdadero culpable, y las implicaciones sociales que tiene la verdad del caso en la pequeña comunidad (pequeña, sí, pero tiene hasta un periódico), dejan un remanente de reflexiones a cada cual más atractiva, desde el concepto de juez, jurado y verdugo que tiene el ser humano ante determinadas situaciones, hasta la repulsa que genera descubrir los secretos más oscuros de aquellos a los que amamos y creemos conocer. Ideas que, por desgracia, solo se explotan en los últimos compases de la trama, dejando para el grueso de la temporada un concepto más tradicional y manido de este tipo de thriller.

Lo que hace un buen reparto… y uno malo

Pero la apuesta dramática de Gracepoint no es lo único que se tambalea en la serie, cancelada después de una temporada. El reparto es igualmente responsable. En líneas generales, los actores seleccionados, sobre todo los principales, han dado sobradas muestras de su capacidad interpretativa en otros trabajos. Sin embargo, una historia como esta, con la carga emocional que conlleva y los conflictos personales que genera, exige otra cosa. No más, ni mejor; simplemente, otra cosa. Y eso es lo que no se consigue, al menos no siempre. Desde luego ni Tennant ni Anna Gunn (serie Breaking Bad) salen mal parados, aunque ambos parecen sometidos a personajes manidos, ya vistos en otras series (incluida la propia Broadchurch).

Quizá lo que menos encaja en el conjunto sea la pareja formada por Virginia Kull (serie Boardwalk Empire) y Michael Peña (Marte), a la sazón padres del pequeño asesinado. Ni su química en pantalla permite hacer creíble la familia formada, ni ellos mismos poseen las herramientas adecuadas para explotar al máximo estos roles. No quiero decir con esto que sean malos actores, sino simplemente que su elección tal vez no hay sido la más adecuada (o no han sido bien dirigidos, que también es posible). Las limitaciones dramáticas de Peña, unidas a la situación que vive su personaje, generan una suerte de contraste que no termina de encajar en el contexto, aunque es justo reconocer que a medida que sus secretos se desvelan adquiere algo, no mucho, de significado.

En realidad, el problema con el reparto está muy relacionado con el principal problema de la serie, que es la forma en que se desarrollan los acontecimientos. En todo momento da la sensación de que la historia debería ir por otros derroteros, abandonados en favor de una teórica necesidad de mantener el suspense en torno a esos tradicionales secundarios que sirven únicamente para distraer al espectador. Esto obliga a los protagonistas a actuar muchas veces en contra de su propia naturaleza, o al menos en contra de aquello que se les presupone. Y si añadimos el hecho de que la trama ofrece información que luego ignora durante la mayoría de los episodios, el resultado es una cierta frustración.

Frustración porque Gracepoint insinúa una muy buena historia detrás del tratamiento, que podría ser algo más de lo que finalmente es. La versión norteamericana de Broadchurch viene a confirmar que los remakes no pueden, en ningún caso, ser iguales que el original, mucho menos en su forma de contar la historia. Posiblemente sea por esto que la serie ha sido cancelada tras su primera temporada, mientras que el original británico ya va por su tercera entrega. Pero el problema no es solo el remake en sí. La ficción no trata como debería los pilares del género, llevando la historia por caminos que muchas veces no parecen ser los correctos. Y eso termina por convertir esta serie en algo convencional, tan correcto como intrascendente.

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