1ª T. de ‘El señor de los anillos: Los anillos de poder’, fantasía irregular para una nueva generación


Robert Aramayo y Morfydd Clark protagonizan la primera temporada de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.

La trilogía de El señor de los anillos es una de esas obras cinematográficas que pasan a la Historia del séptimo arte por lo que trascienden a la gran pantalla. De hecho, que El retorno del Rey sea una de las películas con más Oscar de todos los tiempos puede que tenga más que ver con el esfuerzo técnico que supuso rodar tres obras de estas características a la vez. Pero eso fue hace ya 20 años (¡cómo pasa el tiempo!). Ahora llega una nueva producción ambientada en el universo de J.R.R. Tolkien para las nuevas generaciones. Y cómo no, lo hace en forma de serie. La pregunta evidente que surge con la primera temporada de El señor de los anillos: Los anillos de poder es si realmente es tan sólida como el modelo cinematográfico a seguir. La respuesta es… depende.

Depende de qué queramos hablar. Si lo que analizamos es el apartado visual, no cabe duda de que estos primeros ocho episodios son incomparables. Sus creadores, Patrick McKay y John D. Payne, ambos prácticamente debutantes con esta historia, aprovechan las oportunidades que ofrece una trama como esta para dar rienda suelta a una imaginación que nutren el resto de departamentos implicados en la producción, construyendo algunos escenarios y diseñando unos combates que aprovechan el alto presupuesto de esta producción de Prime Video. Otra cosa es que el ritmo sea más o menos lento. Personalmente, no entiendo las críticas que apuntan a una falta de agilidad, cuando la realidad es que estos relatos (incluidos los libros de Tolkien, que dedica páginas enteras a descripciones) suelen ser así: muchos momentos de calma para concentrar la acción en puntuales situaciones de calidad.

Ahora bien, esto es una serie, no una película. Y eso requiere algo más. La trilogía de El señor de los anillos, a pesar de su extensa duración, se podía permitir el lujo de no desarrollar determinadas líneas argumentales, sobre todo las secundarias. Podía presentar personajes y convertirlos en meras herramientas de apoyo a cosas más importantes. En una serie esto no funciona, y Los anillos de poder es una prueba fehaciente. No creo que la estructura argumental de esta primera temporada sea débil. Al contrario, creo que es un acierto centrar la atención en dos personajes conocidos por los fans para, a través de sus años de juventud, contar el origen de todo lo que luego derivaría en las historias de las películas dirigidas por Peter Jackson (Agárrame esos fantasmas). El problema está más bien en otro sitio.

Concretamente, en lo que mencionaba antes: los personajes. Sí, los roles principales son interesantes. Y algunos secundarios aportan un trasfondo emocional que nutre el conjunto. La mayor debilidad de la trama radica en que, a pesar de eso, son personajes con poca profundidad emocional. Sus conflictos resultan cuanto menos irrisorios, por no hablar de que no existe en casi ningún momento de esta primera etapa una lucha de intereses que resulte realista. El caso más evidente es el de esos dos capítulos que transcurren en Númenor, y que son prácticamente un calco uno del otro simple y llanamente porque había que extender la decisión que protagoniza este tramo de la historia. Y es algo que resulta demasiado evidente, tanto que insulta al espectador. Es a esto a lo que me refiero cuando hago la distinción entre serie y película. El limitado metraje de un film obliga a imprimir un mayor ritmo a las historias, a dirigir la mirada siempre adelante. Una serie cuenta con más tiempo, y en lugar de aprovecharlo para abordar la psicología de cada personaje, sus creadores optan por mirar hacia adelante sin pararse a pensar que, con tantos episodios, eso requiere de más personajes o, en su defecto, mayores y mejores conflictos trabajados desde el interior de los protagonistas.

Elfos y humanos se unirán contra una amenaza mayor en la primera temporada de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder

Racismo

Y luego está el tema de la inclusión racial y todo el debate que esto ha generado. Personalmente, me parece artificioso, por no decir absurdo, que se critique a una producción, sea la que sea, por el color de la piel de los personajes. Habrá quien diga que los elfos tienen que ser todos de un modo, los enanos de un tipo, etc. Pero la realidad es que esto siempre es secundario. Lo importante, sobre todo en una historia de fantasía como esta, es el carácter de los roles y cómo están definidos, sus motivaciones y sus miedos, los desafíos que deben superar y las debilidades que presentan. Y como decíamos antes, esta es una de las partes más irregulares del conjunto, sobre todo en los personajes secundarios. La necesidad de unos roles sólidos no radica únicamente en la importancia que tiene para la trama como tal, sino en lo que beneficia a la estructura de una serie, sobre todo una como El señor de los anillos: Los anillos de poder.

Salvo que sea una sitcom o una serie de pocos personajes, lo habitual es que cualquier temporada tenga varios escenarios y secuencias en las que no aparecen muchos roles. Esto implica que el espectador debe conocer en todo momento dónde se queda un protagonista, qué está haciendo y cuál es su meta más inmediata. A veces, eso se consigue gracias a un impacto visual que se quede grabado en la memoria, pero en otras ocasiones (creo que la mayoría) suele tener más que ver con el propio personaje, es decir, con su personalidad, con la decisión que tomará en el conflicto que se le presenta. En una primera temporada como esta, donde no solo hay muchos personajes, sino que hay líneas argumentales que ni siquiera están relacionadas entre sí (algo que, dicho sea de paso, tampoco ayuda a construir la estructura dramática de la serie), que los protagonistas no tengan la entidad suficiente no hace sino perjudicar las tramas y que el espectador termine sin tener claro dónde está cada cual.

Quizá el mejor resumen de estos primeros capítulos sea que son un quiero y no puedo. Visualmente son apabullantes, en algunos casos recuperando la esencia de las películas que han precedido a la serie. Pero no alcanza el impacto que se esperaba que tuviera el universo de J.R.R. Tolkien. Aunque las líneas argumentales están bien construidas, planteando el regreso de un mal que terminará por convertirse en un archienemigo de carne y hueso, muchas de ellas no tienen una conexión natural, y a pesar de que se intuye que en los próximos episodios se irán vinculando de algún modo, el hecho de que vayan por libre lo único que genera es que se tiene que repartir el tiempo para cada una de ellas, dando saltos que pueden hacer que el espectador se pierda por el camino. Si a todo ello sumamos las debilidades que hemos mencionado sobre los personajes, lo que nos encontramos es un producto que, aunque atractivo y con pilares lo suficientemente sólidos como para construir algo interesante, no termina de desarrollarse correctamente.

Tal vez sea por eso por lo que la segunda temporada de El señor de los anillos: Los anillos de poder se va a plantear desde un punto de vista completamente diferente a partir de nuevos equipos creativos. El reto estará en mantener los aspectos positivos de esta primera etapa y corregir los problemas en los personajes y las tramas. Lo sencillo sería echar por tierra lo narrado hasta ahora, pero creo que sería un error. En cierto modo, debería ser algo parecido a lo que se hizo con The Witcher, cambiando el planteamiento para evitar los problemas que surgieron de la temporada inicial. Por ello, el interés estará en saber el grado de profundidad del bisturí y dónde se aplicará. Sea como fuere, estos primeros ocho capítulos dejan algunos momentos memorables y algunas secuencias brillantes, amén de dibujar un tablero de ajedrez que, esperemos, sea aprovechado para seguir creciendo como ficción.

‘The undoing’, un nuevo sentido para los juegos de sospechas


Nicole Kidman y su familia deben afrontar la acusación sobre Hugh Grant en 'The undoing'.

La base de cualquier thriller con un asesinato (o varios) de por medio es, o bien plantear varios posibles culpables y desentrañar la tela de araña de sus motivaciones (como las novelas de Agatha Christie), o bien desviar la atención sobre un personaje para después desvelar quién es el auténtico culpable. A veces, ambos formatos se combinan. Pero lo que es más extraño es ver algo como lo que propone la miniserie The undoing, creada por David E. Kelley (serie Boston legal): plantear un crimen, un culpable y comenzar un juego de sospechas para terminar en el mismo culpable.

Y eso es gracias, en primer lugar, a una estructura magistralmente construida, utilizando con inteligencia las bases del propio género y, sobre todo, contando con unos personajes espléndidos y unos actores en estado de gracia. Pero vayamos por pasos. Lo primero, la trama: un matrimonio de la alta sociedad neoyorquina ve cómo su vida da un giro cuando una mujer aparece muerta. Aparentemente, lo único que les relaciona con el crimen es que la víctima, una joven de clase media, llevaba a su hijo al mismo colegio elitista que ellos. Pero cuando el marido desaparece y todas las sospechas recaen sobre él, el mundo de la esposa se desmorona mientras se inicia una investigación que pondrá contra las cuerdas todo lo que creía saber.

Kelley da una vuelta de tuerca más al clásico whodunnit y lo utiliza para algo que habitualmente se reserva más para los dramas. El guionista maneja los tiempos dramáticos y los giros argumentales para, en lugar de apuntar a un sospechoso cada vez, ahondar en el infierno que vive la protagonista de The undoing, interpretada por una sobria y soberbia Nicole Kidman (Bombshell), en sus dudas, sus miedos, las presiones sociales y el conflicto interno que se produce en esta terapeuta de parejas. Y no por casualidad, a medida que el espectador se involucra en su pesadilla y descubre con ella más y más secretos de su marido, las sospechas comienzan a recaer en todo tipo de personajes. Y es aquí donde juega una baza fundamental los conocimientos que todos, espectadores y guionistas, tenemos del género. El creador de esta serie juega con esos engranajes para hacer creer algo que, en realidad, nunca existió.

Esto permite, a su vez, una libertad inesperada para poder explorar tanto a la protagonista como las relaciones sociales y familiares, amén de ofrecer al espectador una suerte de reflexión sobre las capas sociales. Dado que durante muchos episodios el espectador llega a sospechar lo que no es, la serie se permite el lujo de presentar aspectos más o menos oscuros, más o menos ocultos, de cada uno de los secundarios, evidenciando que no todos son ángeles, pero que eso no les convierte en demonios. Este juego del gato y el ratón, que termina poniendo a cada uno en su sitio, puede tener además otras lecturas más metalingüísticas, llevándonos a preguntarnos en qué posición quedamos como espectadores al verter nuestras sospechas sobre personajes que son completamente inocentes.

El asesinato del personaje de Matilda De Angelis será el detonante de 'The undoing'.

Protagonistas sospechosos

Esta especie de viaje circular que es The undoing no podría existir sin ese juego con los pilares del género, pero también son fundamentales los personajes. Y a diferencia de otras cintas en las que cada uno de los sospechosos tiene una motivación, en esta serie lo más interesante es que esas «dudas razonables» que se plantean son casi más una imaginación del espectador que una motivación real. Porque lo cierto es que ninguno de los protagonistas o secundarios tienen razones para cometer el crimen. Bueno, casi ninguno. En realidad, esas sospechas se desvían única y exclusivamente por la información que va descubriendo el personaje de Kidman, que establece vínculos desconocidos para ella y, hasta cierto punto, potenciales culpables.

Pero como decimos, todo obedece a los conocimientos que el espectador tiene del género. Y ahí está el verdadero interés que genera Kelley. Puede que muchos terminen decepcionados al ver que el camino termina donde empezó, pero nada más lejos de la realidad. Como suele ocurrir en las mejores historias, lo importante no es dónde termina, sino lo que se ha recorrido. Y en este caso, ese viaje es extraordinario. El guionista de la miniserie realiza un minucioso estudio de la alta sociedad, su hipocresía, el poder que ostentan y cómo las sospechas recaen siempre en los mismos. Aunque ante todo es un ejemplo de cómo destruir el mundo de un personaje y el modo en que este intenta reconstruirlo o, al menos, pegar algunos de los trozos. El modo en que el rol de Kidman afronta esa duda razonable es brillante, y muchos estudiantes de guion deberían tenerlo como modelo de lo que se puede llegar a conseguir sabiendo manejar los términos de un género tan difícil y utilizado como este.

No cabe duda de que, además, el reparto tiene buena culpa de esto. Lejos de histrionismos o de excesos dramáticos, todos y cada uno de los actores y actrices asumen una interpretación contenida, sobria, casi ajena a las emociones por las que pasa la protagonista. Salvo momentos muy puntuales, en los que la ira y la rabia hacen acto de presencia, todo el relato se mantiene en una contenida tensión dramática que, además, aporta el contexto y el escenario necesarios para el crescendo emocional que escala la terapeuta. Sus diálogos con su padre, con su mejor amiga, con la policía… todo obedece a una contención marcada, entre otras cosas, por los estándares de su clase social. Tan solo el hijo muestra unas emociones mucho más evidentes, curiosamente en contraposición con el pequeño de la asesinada, lo abriría todo un análisis psicológico y social que podría ir mucho más allá de la propia serie.

Desde luego, The undoing es una de las miniseries más recomendables del último año. Tal vez para muchos sepa a poco, o se espere de ella algo que, en realidad, no es. Pero ahí está la gracia de este juego. Puede que si en el proceso de estos 6 episodios no se produjesen importantes transformaciones internas de los personajes, o si estos se entregasen a un histrionismo justificado en el daño social del crimen, el resultado hubiese sido otro. Pero la introspección de la que hacen gala los actores, unido a ese juego de sospechosos que plantea el guionista y al trasfondo sociológico que plantea la serie, convierten esta historia en un relato que no hay que dejar pasar. Incluso aunque se conozca al culpable casi desde el principio.

‘María, reina de Escocia’: machismos del siglo XVI


Posiblemente el enfrentamiento entre Isabel I y María Estuardo allá por el siglo XVI no haya estado nunca tan de actualidad como ahora. Dos reinas gobernando en solitario en un mundo de hombres que, además, conspiran contra ellas en muchas ocasiones con una clara herida en su masculinidad. Quizá por eso la película dirigida por Josie Rourke en su debut cinematográfico tenga más un interés exógeno que endógeno. O dicho de otro modo, la cinta invita más a la reflexión social que al análisis puramente audiovisual.

Porque María, reina de Escocia es una película histórica algo arquetípica, sin demasiados giros argumentales y, como suele ocurrir con las producciones de corte biográfico, sin un gran interés dramático a cuenta de un final ya conocido. La labor de la directora, además, aporta poca personalidad en el lenguaje, aunque sí deja algunos detalles de fotografía dignos de alabar. No cabe duda de que el gran atractivo se haya en su reparto, encabezado por dos extraordinarias actrices como Saoirse Ronan (En la playa de Chesil) y Margot Robbie (Yo, Tonya) que son capaces de soportar el peso dramático sin mayor problema, y que se encuentran acompañadas por una serie de actores que cumplen con nota su rol secundario.

Pero como decía, lo interesante del film se haya en las reflexiones que ofrece al espectador. Para empezar, las constantes traiciones y conspiraciones por parte de unos hombres que no toleran a una mujer en el trono, y que anhelan un orden establecido por el machismo y la religión católica. En este sentido, el desarrollo dramático es ejemplar, mostrando cómo primero todo se hace en las sombras para, posteriormente, conspirar abiertamente. Paralelismos con diferentes aspectos de la realidad social actual, ya sea nacional o internacional, todos los que se quieran. Y aunque el tratamiento a lo largo del film, con varias elipsis y ciertos diálogos algo irregulares, pueda resultar intermitente, lo cierto es que esta escalada de ataques de los hombres a las mujeres deja algunas escenas imborrables por su crudeza y la labor de los actores.

Así, María, reina de Escocia se revela como un film previsible, arquetípico, que posiblemente no habría llegado a las salas de cine si no fuera por el plantel de actores (y sobre todo las dos actrices) que dan vida a estos personajes históricos. Pero más allá de esa primera impresión, la película ofrece una interesante reflexión sobre la sociedad medieval y actual, sobre un mundo dominado por hombres en el que las mujeres afrontan unos peligros añadidos a los que ya tiene de por sí el mundo masculino. Y lo hace sencillamente exponiendo los hechos tal y como ocurrieron, sin utilizar ningún discurso moral o un speech de sus protagonistas. La historia habla por sí misma.

Nota: 6,5/10

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