‘The Marvels’: espectacularidad y entretenimiento para una nueva generación


Iman Vellani, Brie Larson y Teyonah Parris forman 'The Marvels'

Viendo la respuesta del gran público a las producciones de superhéroes de los últimos años, tanto en cine como en televisión, no es raro pensar que este tipo de cine está agotado. Puede que en parte sea así, pero habría que preguntarse si ese agotamiento procede de un uso y abuso de la fórmula del éxito o de una infantilización de los personajes. La verdad, posiblemente, se encuentre en algún punto intermedio, y eso es un poco lo que viene a confirmar la nueva superproducción de Marvel.

Porque The Marvels, efectivamente, es un nuevo ejemplo de la saturación que tiene el espectador. Lejos quedan ya esas producciones que llenaban salas desde el primer día. No voy a entrar a analizar ahora los motivos porque, entre otras cosas, no es el objetivo de una crítica. Lo que sí deja claro esta película dirigida por Nia DaCosta (Candyman) es que La Casa de las Ideas parece apostar, cada vez más, por una infantilización de los personajes. Más allá del relevo generacional que supone el papel de Iman Vellani (serie Ms. Marvel), quien por cierto asume con algo más de madurez el personaje que interpretó en la serie, la película dibuja unas heroínas algo más infantiles de lo habitual, con secuencias un tanto innecesarias en un guion que se olvida de dar algo de trasfondo al villano para entregarse por completo a la causa de la espectacularidad.

Y no es algo malo. Más bien al contrario. La película aprovecha al máximo las posibilidades que ofrecen las tres heroínas para dejar algunas secuencias de acción simplemente brillantes, bien diseñadas y mejor ejecutadas. Su ajustada duración, además, impide que el espectador se aburra, y aunque pueda no conectar demasiado con la historia, sí puede dejarse llevar para disfrutar de un viaje al más puro estilo Marvel, es decir, con diferentes planetas, caceos de diferentes personajes y una trama sencilla a la par que efectiva. Es lo mínimo que se le puede exigir a este tipo de tramas, y en ese sentido, la cinta cumple su propósito incluso sin haber visto las anteriores historias de cada una de las protagonistas (los primeros compases del film ya se encargan de ponernos en situación).

Tal vez The Marvels no sea de las mejores películas del Universo Cinematográfico Marvel. Siempre he creído que ha habido películas de primera y segunda línea, y esta tal vez pertenezca a la segunda categoría. Eso no impide, claro está, que no pueda disfrutarse si se dejan a un lado algunos pasajes algo infantiles, por no llamarlos otra cosa. Pero sobre todo, como ocurre con algunas de estas historias, la de esta cinta es un puente que conecta el pasado del UCM con el futuro por venir. No solo porque se ceda el testigo a las nuevas generaciones de superhéroes, sino porque se presentan nuevos personajes a incorporar a todo este mundo cinematográfico. Así que los fans de los superhéroes deberán estar atentos a las dos escenas post-créditos.

Nota: 6/10

1ª T. de ‘El señor de los anillos: Los anillos de poder’, fantasía irregular para una nueva generación


Robert Aramayo y Morfydd Clark protagonizan la primera temporada de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.

La trilogía de El señor de los anillos es una de esas obras cinematográficas que pasan a la Historia del séptimo arte por lo que trascienden a la gran pantalla. De hecho, que El retorno del Rey sea una de las películas con más Oscar de todos los tiempos puede que tenga más que ver con el esfuerzo técnico que supuso rodar tres obras de estas características a la vez. Pero eso fue hace ya 20 años (¡cómo pasa el tiempo!). Ahora llega una nueva producción ambientada en el universo de J.R.R. Tolkien para las nuevas generaciones. Y cómo no, lo hace en forma de serie. La pregunta evidente que surge con la primera temporada de El señor de los anillos: Los anillos de poder es si realmente es tan sólida como el modelo cinematográfico a seguir. La respuesta es… depende.

Depende de qué queramos hablar. Si lo que analizamos es el apartado visual, no cabe duda de que estos primeros ocho episodios son incomparables. Sus creadores, Patrick McKay y John D. Payne, ambos prácticamente debutantes con esta historia, aprovechan las oportunidades que ofrece una trama como esta para dar rienda suelta a una imaginación que nutren el resto de departamentos implicados en la producción, construyendo algunos escenarios y diseñando unos combates que aprovechan el alto presupuesto de esta producción de Prime Video. Otra cosa es que el ritmo sea más o menos lento. Personalmente, no entiendo las críticas que apuntan a una falta de agilidad, cuando la realidad es que estos relatos (incluidos los libros de Tolkien, que dedica páginas enteras a descripciones) suelen ser así: muchos momentos de calma para concentrar la acción en puntuales situaciones de calidad.

Ahora bien, esto es una serie, no una película. Y eso requiere algo más. La trilogía de El señor de los anillos, a pesar de su extensa duración, se podía permitir el lujo de no desarrollar determinadas líneas argumentales, sobre todo las secundarias. Podía presentar personajes y convertirlos en meras herramientas de apoyo a cosas más importantes. En una serie esto no funciona, y Los anillos de poder es una prueba fehaciente. No creo que la estructura argumental de esta primera temporada sea débil. Al contrario, creo que es un acierto centrar la atención en dos personajes conocidos por los fans para, a través de sus años de juventud, contar el origen de todo lo que luego derivaría en las historias de las películas dirigidas por Peter Jackson (Agárrame esos fantasmas). El problema está más bien en otro sitio.

Concretamente, en lo que mencionaba antes: los personajes. Sí, los roles principales son interesantes. Y algunos secundarios aportan un trasfondo emocional que nutre el conjunto. La mayor debilidad de la trama radica en que, a pesar de eso, son personajes con poca profundidad emocional. Sus conflictos resultan cuanto menos irrisorios, por no hablar de que no existe en casi ningún momento de esta primera etapa una lucha de intereses que resulte realista. El caso más evidente es el de esos dos capítulos que transcurren en Númenor, y que son prácticamente un calco uno del otro simple y llanamente porque había que extender la decisión que protagoniza este tramo de la historia. Y es algo que resulta demasiado evidente, tanto que insulta al espectador. Es a esto a lo que me refiero cuando hago la distinción entre serie y película. El limitado metraje de un film obliga a imprimir un mayor ritmo a las historias, a dirigir la mirada siempre adelante. Una serie cuenta con más tiempo, y en lugar de aprovecharlo para abordar la psicología de cada personaje, sus creadores optan por mirar hacia adelante sin pararse a pensar que, con tantos episodios, eso requiere de más personajes o, en su defecto, mayores y mejores conflictos trabajados desde el interior de los protagonistas.

Elfos y humanos se unirán contra una amenaza mayor en la primera temporada de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder

Racismo

Y luego está el tema de la inclusión racial y todo el debate que esto ha generado. Personalmente, me parece artificioso, por no decir absurdo, que se critique a una producción, sea la que sea, por el color de la piel de los personajes. Habrá quien diga que los elfos tienen que ser todos de un modo, los enanos de un tipo, etc. Pero la realidad es que esto siempre es secundario. Lo importante, sobre todo en una historia de fantasía como esta, es el carácter de los roles y cómo están definidos, sus motivaciones y sus miedos, los desafíos que deben superar y las debilidades que presentan. Y como decíamos antes, esta es una de las partes más irregulares del conjunto, sobre todo en los personajes secundarios. La necesidad de unos roles sólidos no radica únicamente en la importancia que tiene para la trama como tal, sino en lo que beneficia a la estructura de una serie, sobre todo una como El señor de los anillos: Los anillos de poder.

Salvo que sea una sitcom o una serie de pocos personajes, lo habitual es que cualquier temporada tenga varios escenarios y secuencias en las que no aparecen muchos roles. Esto implica que el espectador debe conocer en todo momento dónde se queda un protagonista, qué está haciendo y cuál es su meta más inmediata. A veces, eso se consigue gracias a un impacto visual que se quede grabado en la memoria, pero en otras ocasiones (creo que la mayoría) suele tener más que ver con el propio personaje, es decir, con su personalidad, con la decisión que tomará en el conflicto que se le presenta. En una primera temporada como esta, donde no solo hay muchos personajes, sino que hay líneas argumentales que ni siquiera están relacionadas entre sí (algo que, dicho sea de paso, tampoco ayuda a construir la estructura dramática de la serie), que los protagonistas no tengan la entidad suficiente no hace sino perjudicar las tramas y que el espectador termine sin tener claro dónde está cada cual.

Quizá el mejor resumen de estos primeros capítulos sea que son un quiero y no puedo. Visualmente son apabullantes, en algunos casos recuperando la esencia de las películas que han precedido a la serie. Pero no alcanza el impacto que se esperaba que tuviera el universo de J.R.R. Tolkien. Aunque las líneas argumentales están bien construidas, planteando el regreso de un mal que terminará por convertirse en un archienemigo de carne y hueso, muchas de ellas no tienen una conexión natural, y a pesar de que se intuye que en los próximos episodios se irán vinculando de algún modo, el hecho de que vayan por libre lo único que genera es que se tiene que repartir el tiempo para cada una de ellas, dando saltos que pueden hacer que el espectador se pierda por el camino. Si a todo ello sumamos las debilidades que hemos mencionado sobre los personajes, lo que nos encontramos es un producto que, aunque atractivo y con pilares lo suficientemente sólidos como para construir algo interesante, no termina de desarrollarse correctamente.

Tal vez sea por eso por lo que la segunda temporada de El señor de los anillos: Los anillos de poder se va a plantear desde un punto de vista completamente diferente a partir de nuevos equipos creativos. El reto estará en mantener los aspectos positivos de esta primera etapa y corregir los problemas en los personajes y las tramas. Lo sencillo sería echar por tierra lo narrado hasta ahora, pero creo que sería un error. En cierto modo, debería ser algo parecido a lo que se hizo con The Witcher, cambiando el planteamiento para evitar los problemas que surgieron de la temporada inicial. Por ello, el interés estará en saber el grado de profundidad del bisturí y dónde se aplicará. Sea como fuere, estos primeros ocho capítulos dejan algunos momentos memorables y algunas secuencias brillantes, amén de dibujar un tablero de ajedrez que, esperemos, sea aprovechado para seguir creciendo como ficción.

‘Los mercenarios 3’: cualquier tiempo pasado fue mejor


Stallone y su equipo vuelven en 'Los mercenarios 3'.Hay que reconocerle a Sylvester Stallone una capacidad asombrosa para resucitar viejas glorias. Su trilogía de cine de acción clásico, en la que tienen cabida todos los nombres propios del género que han sido algo en algún momento, podrá ser mejor, regular o peor, pero ha dejado claro que todavía hay espectadores capaces de pagar una entrada por ver algo de realismo en la pantalla. Y si a esto añadimos que a cada nueva entrega se suman más y más nombres, pues el espectáculo está servido. En un intento de rizar el rizo el protagonista de Acorralado (1982) ha querido contar para esta nueva ocasión con sangre nueva, lo cual pervierte un poco el sentido natural de este tipo de películas.

Y lo hace no tanto por la presencia de una nueva generación de mercenarios, sino porque su presencia, que en teoría sirve para demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor, resta dinamismo al escaso desarrollo dramático que tiene Los mercenarios 3. Si bien es cierto que la secuencia que protagonizan, planificada al milímetro y con un estilo bastante más sutil que el que abre la película, es impecable, no es menos cierto que rompe con el ritmo que hasta ese momento tenía la trama, generando la sensación de querer cambiar y no poder conseguirlo. Si a esto añadimos la necesidad de hacer la película más accesible a un público más joven, el resultado es una cinta de acción con mucho espectáculo pero con menos músculo que sus predecesoras, o lo que es lo mismo, menos alma mercenaria.

De las nuevas incorporaciones destaca sobremanera la de Antonio Banderas (Two much), quien lejos de sentirse intimidado ante tanto mito del cine de acción termina por convertirse en el mejor personaje de la película gracias a un enfoque humorístico de su rol, quien por cierto es a su vez una especie de caricatura de algunos de sus papeles, sobre todo los de El Zorro. Su aportación eleva además el grado interpretativo de sus compañeros, lo cual es de agradecer, sobre todo porque ejerce de contrapeso ante la acumulación de testosterona que suponen otros debutantes de la saga y ante la cantidad de explosiones, tiroteos y peleas cuerpo a cuerpo que se dan a lo largo del metraje, y que de nuevo crean el verdadero interés de una historia que, aunque con algo más de carga dramática que las anteriores, no deja de ser una excusa para liarse a tortas con el primer sospechoso que se cruce en su camino.

La sensación que deja Los mercenarios 3 es agridulce. Evidentemente, nadie se espera de esto una obra cumbre del género. Simplemente se busca entretenimiento y evasión, algo que logra con creces. El problema reside en su enfoque menos adulto de los personajes y de la temática. Las secuencias de acción parecen algo más espectaculares y menos violentas, y la incorporación de los jóvenes conecta con las generaciones digitales, pero rompe con la tendencia salvaje de este grupo de tipos rudos que prefieren tirar una puerta abajo a entrar por el conducto de ventilación. La mejor prueba de esto es que el combate final se limita a un pequeño intercambio de golpes. Lo dicho: cualquier tiempo pasado fue mejor.

Nota: 6/10

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