‘Aquaman y el reino perdido’: en proceso de búsqueda


Jason Momoa vuelve a dar vida a Aquaman en 'Aquaman y el reino perdido'

Más allá de la decadencia y el cansancio generalizado que está experimentando el cine de superhéroes, en estos años de competencia entre Marvel y DC parece evidente que la primera ha resultado ganadora, más que nada porque la segunda ha entrado en una espiral autodestructiva en la que la película que ahora analizamos ha escrito el punto final. Y es una lástima, porque más allá de sus debilidades, que son muchas, el film ofrece bastantes atractivos a los aficionados.

Resulta bastante evidente que Aquaman y el reino perdido es un cúmulo de situaciones ajenas a la propia naturaleza cinematográfica. Eso se aprecia en la presencia de determinados actores cuyo peso debería ser mayor; en la estructura narrativa, que es un cúmulo de situaciones y referencias a obras mucho más importantes; y en la propia actitud de los protagonistas, que se esfuerzan por dar un halo de credibilidad y profundidad a unos personajes que no aportan nada nuevo al relato. El hecho de que héroe, villano y antihéroe sean exactamente los mismos, y que las motivaciones del malo vengan dadas por una historia contada con cuatro pinceladas, da buena cuenta de las pocas ganas de innovar o de agotar nuevas historias de este superhéroe submarino.

Así que los que busquen algo diferente, mejor que cambien de sala (o de canal, para los que esperen a verla en plataformas). Pero más allá de todo eso, hay algo que sí diferencia a esta aventura comiquera, y es la mano de su director. A pesar de las dificultades y de, estoy casi seguro, presiones de un lado y otro, James Wan (creador de la saga Saw) demuestra una mano diferente, una mirada única en el modo de contar historias, dotando al relato de una agilidad narrativa fresca que compensa, y mucho, la simpleza del planteamiento. El hecho de combinar, además, escenas acuáticas y terrestres aporta al conjunto un dinamismo algo novedoso respecto a otras historias similares, si bien es cierto que, en esta ocasión, parece que todo lo que tiene que ver con el mundo de Atlantis es menos espectacular y está menos presente, tal vez por falta de presupuesto o porque, en realidad, la novedad ya se planteó en la primera película.

Sea como fuera, Aquaman y el reino perdido es un entretenimiento sano, sencillo y consciente de que tiene poco que ofrecer. Una película casi más de trámite que como elemento sólido de algo mucho más grande, que es lo que suelen ser este tipo de films. Todo tiene un sabor a derrota, a finalización de algo que pudo haber sido mejor y que, por cuestiones ajenas al arte cinematográfico, se ha quedado en un sencillo intento. Y es una lástima, no porque los personajes sean interesantes, sino porque, al menos en este caso, la imaginería del universo en el que se desarrolla podía haber dado para mucho más. Al menos distrae, que ya es algo, y si se acude a la sala sin demasiadas pretensiones igual hasta se disfruta.

Nota: 6/10

‘Flash’: El multiverso por una lata de tomate


Ezra Miller se unirá a una versión suya y al Batman de Michael Keaton en 'Flash'

Existe la creencia de que si se viaja al pasado y, por ejemplo, se pisa una flor, eso puede desencadenar consecuencias imprevisibles y catastróficas. Bueno, si se sustituye la flor por una lata de tomate, el resultado es una de las mejores películas de DC y una experiencia única que hay que vivir sin demasiados remilgos, dejándose llevar por el espectáculo que presenta Andy Muschietti (responsable del díptico It).

Porque Flash es, ante todo, un espectáculo. Así está concebido y así está ejecutado, con mayor y menor fortuna dependiendo del minuto del metraje. Ahora que las teorías de universos paralelos está tan de moda en el mundo de los superhéroes, Muschietti hace algo más que abrazar estos conceptos: los eleva a un nuevo nivel en el que aprovecha para ahondar en las motivaciones de unos héroes archiconocidos. El guion, notablemente diseñado, explora los entresijos del dolor y la pérdida que dan pie a la existencia de muchos de los superhéroes de los cómics y plantea cómo el uso de su poder para su propio beneficio puede traer consecuencias inesperadas. A través de secuencias de acción apabullantes y un ritmo que equilibra perfectamente la explicación dramática y las batallas, la cinta juega con realidades alternativas y, sobre todo, recupera personajes muy queridos por varias generaciones de espectadores.

Esto crea algo fundamental: un vínculo con la película sea cual sea la edad. En su contra tiene algo tan complejo como la representación y la aclaración de conceptos como el multiverso, las líneas temporales, la fragmentación de la realidad o la destrucción de mundos alternativos. Eso y algunos momentos innecesariamente infantiles, pero esa es una seña de identidad de este tipo de cine. Sin embargo, Muschietti sortea con acierto dichas complejidades para presentar un relato coherente, con los pies en la tierra y sabiendo en todo momento dónde se encuentra, lo que ayuda significativamente a no perderse demasiado entre diálogos y teorías científicas. Si a esto le sumamos un apartado visual brillante (salvo aquellas recreaciones digitales de algunos personajes… en eso tiene que seguir trabajando) y unas interpretaciones sólidas (incluido Ezra Miller –Daliland-, más allá de sus problemas), lo que tenemos es uno de los viajes más espectaculares de los últimos tiempos.

A pesar de lo que pueda parecer, Flash tiene sus limitaciones. Para empezar, un metraje algo excesivo que podría haberse acortado ligeramente sin que eso afectase a la narrativa. Y para continuar, el guion ahonda mucho en explicar las motivaciones del protagonista pero apenas raspa la superficie de los otros dos superhéroes que roban protagonismo al velocista escarlata (Batman y Supergirl). Da la sensación de que se presume que el espectador conoce lo suficiente de ambos como para no tener que plantear un arco dramático, pero eso juega, hasta cierto punto, en su contra. En todo caso, son problemas que no perjudican el ritmo trepidante que imprime Muschietti al conjunto (se echa en falta algo más de personalidad en el lenguaje) y que no impiden disfrutar de una experiencia única. Y por cierto, para los que hayan seguido a estos superhéroes a lo largo de las décadas, la película nos dedica un pequeño homenaje en forma de recuperación de los principales Batman y Superman de la historia del cine y la televisión. Así cualquiera se gana a los fans.

Nota: 8/10

1ª T. de ‘El libro de Boba Fett’, cuando un secundario no puede ser protagonista


Temuera Morrison vuelve a ponerse la armadura del cazarrecompensas en 'El libro de Boba Fett'.

El universo de Star Wars es casi interminable, pero en el imaginario colectivo el gran público tiene una serie de personajes muy bien definidos. Algunos protagonistas y fundamentales, desde los Skywalker hasta Han Solo. Otros son más secundarios pero con un rol clave en el desarrollo de la trama, como el cazarrecompensas Boba Fett. Por eso, cuando se anunció El libro de Boba Fett había mucha curiosidad en ver si Jon Favreau, creador de la extraordinaria serie The Mandalorian, era capaz de dar al personaje algo más de lo que ya tenía. El resultado ha sido claramente irregular.

A grandes rasgos, la historia de los seis episodios que conforman esta primera temporada viene a contar cómo Boba Fett sobrevivió a los acontecimientos narrados al comienzo de El retorno del jedi (1983) y se termina convirtiendo en el líder de los bajos fondos que una vez pertenecieron a Jabba el Hutt en Tatooine. Y a priori, el arco dramático de esta primera parte resulta interesante en tanto en cuanto se adentra en un mundo poco narrado en las historias que el gran público conoce. Sin embargo, la serie presenta algunos problemas de base, tanto argumentales como narrativos, que evidencian que no todos los secundarios están hechos para ser protagonistas.

Para empezar, estos primeros capítulos de El libro de Boba Fett no tienen el ritmo esperado. Favreau, como creador de la serie, se centra durante demasiado tiempo en aspectos de la vida del cazarrecompensas que importan poco o nada al espectador, pero que sobre todo ralentizan el desarrollo argumental. Dicho de otro modo, en lugar de plantearse como la lucha de este antihéroe por el control de unos negocios de dudosa legalidad, la producción se centra mucho, demasiado en algunos casos, en explicar cómo sobrevivió, cómo vivió y cómo volvió a ser quien era. Y sí, en el lenguaje cinematográfico es mejor mostrar que dialogar, pero hay que saber elegir qué se muestra y qué se explica con palabras, y muchos de los acontecimientos que se muestran se podrían haber resumido para dar paso a hechos mucho más relevantes e interesantes.

De hecho, los primeros compases de la temporada demuestran una falta clara de orientación dramática. Sí, es evidente que los tres primeros capítulos tienen un sentido y se encaminan hacia lo que luego llegará, pero el giro de timón que se produce en la segunda mitad de este estreno televisivo evidencia que algo no estaba encajando ni siquiera en el desarrollo inicial de la historia. Posiblemente esto se deba a otro gran problema de la producción, y es el hecho de que Boba Fett nunca tuvo el carisma ni el trasfondo necesario para convertirse en un protagonista absoluto. Es uno de esos personajes cuya trayectoria nace, evoluciona y encaja en un contexto mucho más amplio, pero siempre como antagonista cuyas motivaciones, más allá del dinero, no quedaban del todo claras, y cuya iconografía marcó un antes y un después.

The Mandalorian y Boba Fett lucharán juntos en 'El libro de Boba Fett'.

Mandalorian al rescate

La prueba más clara de esto que explicamos es que El libro de Boba Fett da un vuelco de 180 grados en la segunda mitad de la temporada gracias a la presencia de The Mandalorian. Y no me estoy refiriendo a una presencia casi testimonial, como de hecho hizo el rol de Temuera Morrison (Aquaman) en la serie de Pedro Pascal (Wonder Woman 1984), sino a, literalmente, adueñarse de la producción hasta el punto de dedicar capítulos en exclusiva a narrar la historia del mandaloriano con Grogu y Luke Skywalker. Y que una serie sobre un personaje deje de lado a su protagonista para centrarse en el héroe de otra producción debería invitar a la reflexión tanto a espectadores como a creadores, no solo porque no sea habitual sino porque, directamente, envía un mensaje muy claro sobre la calidad del producto en sí.

Ese mensaje no es otro que el de la conveniencia de dedicar tiempo, dinero y narrativa a según qué personajes. Porque esta primera temporada sobre Boba Fett, en sí misma, no es necesariamente mala. Quiero decir, el concepto argumental resulta interesante, y la premisa de la que parte, situando al personaje justo tras los acontecimientos de The Mandalorian y aprovechando para explicar qué ocurrió tras su aparente muerte en El retorno del Jedi. Lo que a todas luces es equivocado es su tratamiento, la estructura narrativa que utiliza y, sobre todo, la poca fuerza de los personajes que acompañan al protagonista. Estos ingredientes, mal combinados, dan como resultado un producto que no termina de arrancar, que posee algunos momentos iniciales interesantes (sobre todo para los fans) pero que no logra despegar.

En cierto modo, le ocurre algo similar a lo que pasa con algunas producciones de Marvel, y es que, aunque entretiene y ayuda a completar el universo cinematográfico (en este caso el de Star Wars), no es una producción lo suficientemente completa. Y eso es algo que se tiene que rectificar de cara a su segunda temporada. Algunos aspectos, como la estructura narrativa son saltos al pasado, son fácilmente reparables (o bien se eliminan del todo, o se construyen de otro modo). Otros, sin embargo, va a ser más complicado, como el hecho de que no haya secundarios que sean memorables o que tengan algo más de protagonismo en la trama. Tal vez sería el momento de replantear un paso al frente del rol al que da vida Ming-Na Wen (serie Agentes de S.H.I.E.L.D.), bastante desaprovechado en la primera parte.

Sea como sea, lo cierto es que la primera temporada de El libro de Boba Fett deja un sabor agridulce. La producción es algo irregular, con un comienzo que no entusiasma, un desarrollo inicial que invita a dedicar el tiempo a otra cosa y un final épico y apasionante que, además, es casi de obligado visionado para los seguidores de The Mandalorian, pues continúa la historia y completa la segunda temporada. Es mal síntoma si lo más destacable de una serie, de cualquier serie, llega con un personaje que poco o nada tiene que ver con la trama, pero es peor cuando los episodios de una producción se utilizan para continuar otra historia que tiene su propio show. Y es una lástima, porque Boba Fett es uno de los personajes más icónicos de este universo creado por George Lucas, y se merece algo más que un entretenimiento de bajos vuelos. ¿La esperanza? La segunda temporada.

‘The Mandalorian’ madura en una 2ª T. ideal para fans de Star Wars


El Mandaloriano deberá enfrentarse a nuevas amenazas en la segunda temporada de 'The Mandalorian'.

Salvo raras excepciones, una segunda parte de cualquier historia suele flaquear y caer siempre en los mismos errores. En el cine es más que evidente, pero también ocurre en las series. Y si no, que se lo digan a todas esas producciones que tras un gran éxito en su primera temporada pierden espectadores a marchas forzadas desde el primer episodio de la segunda. Por eso encontrar cosas como The Mandalorian es un soplo de aire fresco.

Hace ya algún tiempo que pude ver los ocho episodios que componen la segunda temporada de esta extraordinaria serie creada por Jon Favreau (cerebro tras el éxito de Iron Man), pero hasta ahora no me había parado a escribir, posiblemente por la ingente cantidad de detalles, referencias y sorpresas que acogen todos y cada uno de los capítulos. Tratar de resumir esta etapa es tarea imposible, así que optaré por lo que siempre intentamos en Toma Dos: ofrecer un punto de vista algo diferente. Y eso pasa por analizar la estructura narrativa para comprender cómo no solo continúa el éxito de la primera temporada, sino que lo mejora.

Porque, en efecto, The Mandalorian crece mucho en esta segunda tanda de episodios. Sus tramas, aunque se mantienen sencillas, se construyen de tal modo que todas y cada una de las historias secundarias convergen en un gran entramado que da vida al viaje del héroe. Un viaje que, más allá de tener una motivación evidente (llevar al pequeño a un lugar seguro), es en realidad un viaje de autodescubrimiento de un héroe solitario y aparentemente con una frialdad innata. En cierto modo, cada capítulo se entiende y se diseña como si se tratara de un fragmento de cualquier película de la saga Star Wars (viaje a un planeta, misión y localización del siguiente objetivo), lo que en cierto modo convierte este arco dramático en una larga película de la factoría Lucas Films. Pero nada de eso explica por qué es mejor que su predecesora. ¿O sí?

Puede que a muchos el nombre Star Wars les suene, automáticamente, a aventuras, jedi, pistolas láser y naves espaciales. Y sí, de todo eso hay. Pero como decía antes, esta serie va mucho más allá. Aprovechando el espíritu de los films originales (de las nuevas trilogías mejor no hablamos), Favreau construye en realidad una obra que ahonda en conflictos tan universales como la soledad de un personaje que se considera el último de su clan, el vínculo que se establece con el pequeño Grogu y los valores que defiende ante quien sea, tanto aliados como enemigos. A través de estos temas, la trama se eleva más allá del mero entretenimiento, situando al héroe ante la misión más importante de su vida, y no porque le paguen más o porque sea un héroe. No, es la misión más importante de su vida porque la elige él, y opta por seguir un código de conducta antes que renunciar a sus principios, aunque eso le conlleve arriesgar la vida.

Referencias Jedi

En este sentido, la segunda temporada de The Mandalorian es una obra que tanto seguidores de este universo creado por George Lucas como aquellos que se aproximen por primera vez pueden disfrutar como una experiencia narrativa, audiovisual y emocional única, dinámica y fascinante. Pero como con todo lo relativo a Star Wars, evidentemente los fans de la saga tienen un plus añadido, y eso son las referencias a los jedi y a las historias narradas en los films. No es que sean imprescindibles para comprender las motivaciones del héroe o el viaje que realiza el personaje interpretado por Pedro Pascal (Wonder Woman 1984), pero sí ayudan a integrar mejor la trama en todo este complejo universo, y hace de esta etapa algo ideal para los más fieles seguidores.

En esta categoría pueden incluirse, por ejemplo, las apariciones de personajes como Boba Fett (de nuevo con los rasgos de Temuera Morrison –Todo incluido-), Bo-Katan, a la que da vida Katee Sackhoff (serie The Flash), o Ahsoka Tano, con el rostro de Rosario Dawson (Zombieland: mata y remata). Y son solo algunos. A diferencia de la primera temporada, donde la trama era más ajena a todo lo ocurrido en películas y series anteriores, en estos 8 episodios la serie opta por integrar de un modo brillante la trama de este solitario personaje con las historias de otros secundarios que han tenido un papel relevante a lo largo de los años, confirmando la importancia de la producción creada por Favreau como parte de la narrativa que complementa la saga cinematográfica.

Aunque está claro que lo más impactante se deja para el final. No vamos aquí a hacer spoilers, pero lo cierto es que la serie termina por todo lo alto y sitúa la historia en el contexto galáctico desde un punto de vista temporal. Pero más allá de este guiño a los fans, el último capítulo posiblemente sea de lo mejor que se haya visto en toda esta ficción, y eso es poner el listón muy alto. Con un equilibrio perfecto entre drama, acción, suspense y dosis de humor, la trama episódica se plantea como un último viaje casi suicida que sale bien gracias a la aparición de un conocido personaje. Posiblemente lo malo radique en que este final, a diferencia de la primera etapa, deja a los personajes ante el final de una época, por lo que la tercera temporada deberá plantearse bien como algo completamente ajeno a lo visto hasta ahora (con los riesgos que eso conlleva) o recuperar de algún modo la dinámica dramática de estos capítulos (para lo que será necesario reconducir este final, algo que no siempre sale bien).

Pero eso es hablar a futuro. Por el momento, lo que ha confirmado la segunda temporada de The Mandalorian es que estamos ante una de las series más originales de la televisión actual. Dinámica, entretenida, con dosis de humor y de drama, con tensión y sin permitir que el espectador pueda perderse ni un segundo de la trama. En una palabra, es Star Wars, o por lo menos ese concepto de cine que tenían las películas clásicas. Favreau y Pascal componen un personaje que ya ha entrado en la historia del cine, un rol que recuerda a los solitarios vaqueros del western cuyo viaje se rige por unos principios a los que no renuncia, y con los que es capaz de cambiar todo a su alrededor. En definitiva, una segunda temporada que consigue elevar el alto nivel que ya puso la primera temporada. No en vano, ha sido candidata a los Globos de Oro como una de las mejores series dramáticas.

‘Aquaman’: la punta del tridente


La estrategia de DC Cómics para llevar a la gran pantalla a sus principales superhéroes es cuanto menos curiosa. Sin un orden claro, ha preferido mostrar primero las aventuras en común que las historias personales de cada uno. Aunque lo más llamativo es, sin duda, que están siendo los personajes que rodean a Superman y Batman, principales baluartes de la casa de cómics, los que están dotando a este nuevo universo de mayor consistencia. El último en sumarse es el rey de los mares, y lo hace con un entretenimiento puro y clásico que aprovecha las últimas tecnologías para dar rienda suelta a la imaginación.

Porque otra cosa no, pero Aquaman desprende imaginación por las cuatro esquinas de cada fotograma. Tampoco es que su historia no diera pie a ello. El diseño de producción de Atlantis y de las criaturas que habitan en las profundidades alcanza su máxima expresión en los planos generales, donde el director James San (Sentencia de muerte) dan rienda suelta a su capacidad de aprovechar las posibilidades que ofrecen los grandes espacios en lo que a movimiento y trasfondo visual se refiere. Pero acompañando este lenguaje visual el espectador encuentra una historia íntima, de búsqueda y superación de los miedos y limitaciones propias del héroe, con una trama planteada a modo de pruebas de Hércules a cada cual más complicada y en la que el trofeo es un tridente para controlar los mares.

Y bajo este prisma, la cinta se revela como un viaje que recuerda las clásicas producciones de los mitos griegos o romanos. Mezclando acción y humor a partes iguales, al final lo más interesante es el buen sabor de boca del viaje, más que el viaje en sí o las fases por las que pasa. Y también en este aspecto más, digamos, introspectivo, Wan demuestra un manejo de la cámara y de la narración fuera de toda duda, tanto en las impecables secuencias de acción (que sacan el máximo partido al entorno acuático) como en los diálogos, algunos de ellos ciertamente interesantes e, incluso, con un mensaje medioambiental y social que aporta una crítica pocas veces vista en este tipo de producciones. A la historia podría habérsele pedido algo más, puede que mucho más. Mayor complejidad emocional de los personajes, mayor intriga, algo más de desafío tanto externo como interno para el héroe. Pero eso no quita para que no pueda disfrutarse.

Con todo ello, Aquaman es la última punta de un tridente que inició El hombre de acero en 2013 y continúa Wonder Woman en 2017. Y ya están anunciadas próximas entregas individuales de los superhéroes. Entre medias, por supuesto, producciones conjuntas con mayor o menor atractivo. Pero lo que pone de manifiesto esta aventura del rey de Atlantis es que una buena película de superhéroes nunca, jamás, debe nacer con pretensiones mayores que el entretenimiento. Para muchos esto siempre será una desventaja, pero personalmente creo que es lo que aporta la magia. En el caso que nos ocupa, un entretenimiento con un sabor clásico, sostenido con una trama de pura aventura y envuelto con unos efectos digitales modernos pero de concepción antigua. Esa unión entre pasado y presente es similar a la planteada en el film entre tierra y mar. Y en ambos casos el personaje al que da vida Jason Momoa (Sugar mountain) es la punta de lanza, o en este caso del tridente.

Nota: 7/10

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