El universo de Star Wars es casi interminable, pero en el imaginario colectivo el gran público tiene una serie de personajes muy bien definidos. Algunos protagonistas y fundamentales, desde los Skywalker hasta Han Solo. Otros son más secundarios pero con un rol clave en el desarrollo de la trama, como el cazarrecompensas Boba Fett. Por eso, cuando se anunció El libro de Boba Fett había mucha curiosidad en ver si Jon Favreau, creador de la extraordinaria serie The Mandalorian, era capaz de dar al personaje algo más de lo que ya tenía. El resultado ha sido claramente irregular.
A grandes rasgos, la historia de los seis episodios que conforman esta primera temporada viene a contar cómo Boba Fett sobrevivió a los acontecimientos narrados al comienzo de El retorno del jedi (1983) y se termina convirtiendo en el líder de los bajos fondos que una vez pertenecieron a Jabba el Hutt en Tatooine. Y a priori, el arco dramático de esta primera parte resulta interesante en tanto en cuanto se adentra en un mundo poco narrado en las historias que el gran público conoce. Sin embargo, la serie presenta algunos problemas de base, tanto argumentales como narrativos, que evidencian que no todos los secundarios están hechos para ser protagonistas.
Para empezar, estos primeros capítulos de El libro de Boba Fett no tienen el ritmo esperado. Favreau, como creador de la serie, se centra durante demasiado tiempo en aspectos de la vida del cazarrecompensas que importan poco o nada al espectador, pero que sobre todo ralentizan el desarrollo argumental. Dicho de otro modo, en lugar de plantearse como la lucha de este antihéroe por el control de unos negocios de dudosa legalidad, la producción se centra mucho, demasiado en algunos casos, en explicar cómo sobrevivió, cómo vivió y cómo volvió a ser quien era. Y sí, en el lenguaje cinematográfico es mejor mostrar que dialogar, pero hay que saber elegir qué se muestra y qué se explica con palabras, y muchos de los acontecimientos que se muestran se podrían haber resumido para dar paso a hechos mucho más relevantes e interesantes.
De hecho, los primeros compases de la temporada demuestran una falta clara de orientación dramática. Sí, es evidente que los tres primeros capítulos tienen un sentido y se encaminan hacia lo que luego llegará, pero el giro de timón que se produce en la segunda mitad de este estreno televisivo evidencia que algo no estaba encajando ni siquiera en el desarrollo inicial de la historia. Posiblemente esto se deba a otro gran problema de la producción, y es el hecho de que Boba Fett nunca tuvo el carisma ni el trasfondo necesario para convertirse en un protagonista absoluto. Es uno de esos personajes cuya trayectoria nace, evoluciona y encaja en un contexto mucho más amplio, pero siempre como antagonista cuyas motivaciones, más allá del dinero, no quedaban del todo claras, y cuya iconografía marcó un antes y un después.
Mandalorian al rescate
La prueba más clara de esto que explicamos es que El libro de Boba Fett da un vuelco de 180 grados en la segunda mitad de la temporada gracias a la presencia de The Mandalorian. Y no me estoy refiriendo a una presencia casi testimonial, como de hecho hizo el rol de Temuera Morrison (Aquaman) en la serie de Pedro Pascal (Wonder Woman 1984), sino a, literalmente, adueñarse de la producción hasta el punto de dedicar capítulos en exclusiva a narrar la historia del mandaloriano con Grogu y Luke Skywalker. Y que una serie sobre un personaje deje de lado a su protagonista para centrarse en el héroe de otra producción debería invitar a la reflexión tanto a espectadores como a creadores, no solo porque no sea habitual sino porque, directamente, envía un mensaje muy claro sobre la calidad del producto en sí.
Ese mensaje no es otro que el de la conveniencia de dedicar tiempo, dinero y narrativa a según qué personajes. Porque esta primera temporada sobre Boba Fett, en sí misma, no es necesariamente mala. Quiero decir, el concepto argumental resulta interesante, y la premisa de la que parte, situando al personaje justo tras los acontecimientos de The Mandalorian y aprovechando para explicar qué ocurrió tras su aparente muerte en El retorno del Jedi. Lo que a todas luces es equivocado es su tratamiento, la estructura narrativa que utiliza y, sobre todo, la poca fuerza de los personajes que acompañan al protagonista. Estos ingredientes, mal combinados, dan como resultado un producto que no termina de arrancar, que posee algunos momentos iniciales interesantes (sobre todo para los fans) pero que no logra despegar.
En cierto modo, le ocurre algo similar a lo que pasa con algunas producciones de Marvel, y es que, aunque entretiene y ayuda a completar el universo cinematográfico (en este caso el de Star Wars), no es una producción lo suficientemente completa. Y eso es algo que se tiene que rectificar de cara a su segunda temporada. Algunos aspectos, como la estructura narrativa son saltos al pasado, son fácilmente reparables (o bien se eliminan del todo, o se construyen de otro modo). Otros, sin embargo, va a ser más complicado, como el hecho de que no haya secundarios que sean memorables o que tengan algo más de protagonismo en la trama. Tal vez sería el momento de replantear un paso al frente del rol al que da vida Ming-Na Wen (serie Agentes de S.H.I.E.L.D.), bastante desaprovechado en la primera parte.
Sea como sea, lo cierto es que la primera temporada de El libro de Boba Fett deja un sabor agridulce. La producción es algo irregular, con un comienzo que no entusiasma, un desarrollo inicial que invita a dedicar el tiempo a otra cosa y un final épico y apasionante que, además, es casi de obligado visionado para los seguidores de The Mandalorian, pues continúa la historia y completa la segunda temporada. Es mal síntoma si lo más destacable de una serie, de cualquier serie, llega con un personaje que poco o nada tiene que ver con la trama, pero es peor cuando los episodios de una producción se utilizan para continuar otra historia que tiene su propio show. Y es una lástima, porque Boba Fett es uno de los personajes más icónicos de este universo creado por George Lucas, y se merece algo más que un entretenimiento de bajos vuelos. ¿La esperanza? La segunda temporada.