Hace casi 15 años, Steven Spielberg presentaba en los cines de todo el mundo su visión sobre la II Guerra Mundial, el conflicto bélico que más muertos ha dejado durante el siglo XX. Y lo hacía siendo fiel a su estilo y a sus temas favoritos: la familia y la amistad. Salvar al soldado Ryan supuso la confirmación, en lo que a premios se refiere, de que Spielberg era uno de los pocos elegidos en ese exclusivo club con varias estatuillas doradas de la Academia de Hollywood. El estreno de War Horse hace inevitable echar la vista atrás a este film sobre un grupo de soldados norteamericanos que son enviados a rescatar a un compañero, perdido en medio de Francia, y cuyos hermanos, también combatientes, han muerto en combate.
Si por algo se distingue el director de E. T.: el extraterrestre, con una larga carrera a sus espaldas, es por sorprender al espectador con cada nueva película que dirige. Con la película protagonizada por Tom Hanks (Forrest Gump) y Matt Damon (trilogía Bourne), logró lo que hasta entonces no había conseguido: dejar a los espectadores sin respiración durante los primeros minutos. A muchos les parecerá que incluir como clásico un film de 1998 es prematuro, pero sólo por el desembarco de Normandía, rodado con precisión y maestría, merece la pena ese calificativo. Una secuencia, como decimos, que deja sin respiración, transmite una mínima parte de la ansiedad y caos que debió vivirse en aquella playa y, no olvidarse, el horror que supone una guerra. Toda una declaración de intenciones de lo que luego sería un relato cargado de un mensaje antibelicista aunque no por ello doctrinal o con moraleja.
Pasados esos primeros minutos, la historia adquiere ese tono al que Spielberg nos tiene acostumbrados. El viaje que la unidad de rescate realiza por media Francia termina por convertirse en una búsqueda de sentido a una batalla para la que muchos de los soldados ni siquiera estaban preparados. Significativo es el caso del personaje de Hanks, con el que se especula sobre su pasado durante buena parte del metraje.
Pero sobre todo, la búsqueda del famoso Ryan se convierte en un proceso de conocimiento. A medida que pasa la historia, todos y cada uno desvela su verdadera naturaleza, una forma de ser que lucha contra la atrocidad que supuso esa guerra tanto en el frente como en la retaguardia, con las bromas sobre los compañeros caídos que se hacen en un momento dado del film. Al final, encontrar a Ryan, el personaje de Damon, se convierte en una especie de mcguffin cuya localización es lo de menos, pues el verdadero interés reside en las relaciones obtenidas entre estos hermanos de sangre.
Con todo, la película no abandona ese sentimiento de desazón que marca el desembarco inicial. Con un estilo visual muy marcado que distingue con claridad las escenas de acción (crueles y violentas con cámara al hombro) de la búsqueda (más pausada y con un lenguaje más tradicional), el conjunto logra la unidad en su espléndida fotografía, ganadora del Oscar. Con tonos apagados y grises, el director de fotografía Janusz Kaminski aporta ese ambiente depresivo, sucio, del que los personajes no logran evadirse ni siquiera en los momentos más relajados como la secuencia de la iglesia o el encuentro con Ryan.
Actores a consagrar
Muchos de estos elementos, qué duda cabe. estarán en War Horse. El hecho de que la trama gire en torno a la amistad entre un chico y un caballo así lo demuestra. Pero existe otro elemento común a ambas propuestas: los actores. En Salvar al soldado Ryan Spielberg utilizó a un ramillete de actores poco o nada conocidos en ese momento. A excepción de Hanks y algún secundario como Tom Sizemore o Ted Danson, el resto comenzaban sus carreras. Matt Damon apenas había rodado cinco películas, aunque se había ganado su reputación con El indomable Will Hunting. Del grupo de soldados sólo destacaban Edward Burns, que había logrado cierta notoriedad con Ella es única y el mencionado Sizemore.
Pero los demás eran completos desconocidos. El francotirador, ferviente católico que pedía perdón cada vez que disparaba, es un jovencísimo Barry Pepper (Bob Kennedy en la serie del mismo nombre) cuya carrera apenas ha continuado en la gran pantalla o, por lo menos, en el circuito más comercial. Junto a él, nombres como el de Giovanni Ribisi, el médico del grupo, que luego se convertiría en el extraño hermano de Phoebe en la serie Friends; Adam Goldberg, el personaje judío, quien ha desarrollado su carrera fundamentalmente en televisión (se dejó ver en Una mente maravillosa).
Los dos nombres que completan el grupo son, posiblemente, los casos más sorprendentes. Por un lado, Jeremy Davis, quien interpreta al inexperto soldado, es un secundario que aporta siempre calidad al conjunto. Su trabajo anterior en Twister lo completó con su participación en The Million Dollar Hotel, Solaris, Dogville y, posiblemente el papel que más fama le ha reportado, su participación en Perdidos como Daniel Faraday. Por otro lado, tenemos a Vin Diesel… sí, exacto, el mismo de la saga Fast & Furious y películas como XXX, Pitch Black o Las crónicas de Riddick. Su papel, sin embargo, no fue excesivamente largo. Algo querría significar, digo yo.
La nueva propuesta sobre la guerra del director de Tiburón tiene un perfil similar, con nombres consagrados como el de Emily Watson, otros despegando como el de Benedict Cumberbatch y otros totalmente desconocidos como el de su protagonista, Jeremy Irving. Que sus carreras lleguen a lo más alto o no depende de sus decisiones, pero que su nombre aparezca en una película de Spielberg es un trampolín por el que muchos actores darían cualquier cosa.