‘Arma letal’ se renueva con éxito en su tercera temporada


Algo raro ocurre cuando una serie como Arma letal es amenazada por una cancelación tras su tercera temporada. No porque sea una gran serie. Ni siquiera porque sea la mejor de su género. Pero una ficción amena, entretenida, con un diseño de producción elevado y una dinámica de buddy movie muy cercana al film original parecía que podría durar varios años. Y sin embargo, una tercera etapa de 15 episodios, más corta que las anteriores, un cambio de protagonista y una renovación de otros personajes secundarios, amén del deseo expreso de abandonar de la otra estrella, parecen los detonantes para que no se vuelvan a ver las aventuras de esta pareja de policías.

Y eso que la serie creada por Matthew Miller (serie Forever) había salvado con notable éxito el hándicap de perder a uno de los miembros de la pareja protagonista por problemas ajenos a lo estrictamente cinematográfico. Un cambio tan drástico en una ficción de estas características suele ser sinónimo de desastre. Al fin y al cabo, buena parte del encanto de estas historias se basa en la dinámica entre los protagonistas. En el caso que nos ocupa ha sido más bien al contrario. Es cierto que la dinámica entre ambos cambia, eso es inevitable, pero no decepciona. Y no lo hace por varios motivos, curiosamente ninguno de ellos motivado por una similitud en las personalidades de los roles. Más bien al contrario. El personaje al que da vida Seann William Scott (Supermaderos 2) es muy diferente en su trasfondo emocional y dramático al que interpretaba Clayne Crawford (Spectral), pero mantiene ciertas zonas comunes en su relación con el policía que interpreta Damon Wayans (Behind the smile), lo que aporta cierta familiaridad al espectador.

No, si esta tercera temporada de Arma letal funciona es precisamente por el interés que despierta el rol de William Scott, amén del aspecto humorístico que crea con su compañero, quien sigue manteniendo buena parte del espíritu de la ficción. Respecto a este nuevo personaje, es interesante comprobar las similitudes y diferencias con su predecesor. A los traumas de su pasado se unen ahora las motivaciones de un presente marcado por una familia a la que trata de recuperar. Esa dinámica entre pasado y presente discurre de forma paralela a la del personaje de Wayans y el arco dramático secundario que ha protagonizado desde el principio, vinculado férreamente a la familia. Las contradicciones entre uno y otro lado de la trama generan la fricción cómico dramática necesaria no solo para mantener el espíritu inicial, sino para hacerlo evolucionar y avanzar.

Lo que sigue sin cambiar es que el motor dramático de la temporada, el que mueve el arco argumental de estos 15 capítulos, recae en los hombros de Seann William Scott, quien por cierto demuestra que es algo más que un actor mediocre de comedia. En efecto, el regreso de los pecados del pasado vuelve a marcar el devenir de los acontecimientos, siendo en último término el verdadero detonante de muchos de los conflictos que desarrollan a lo largo de la temporada, incluso de forma indirecta. El distanciamiento con su hija, los problemas con su compañero, casos policiales, … Y, por supuesto, el final de temporada. Todo ello permite apreciar de un modo aún más claro el funcionamiento dramático de la serie: a pesar de su tono cómico, la dinámica funciona porque el trasfondo es dramático, y la ficción sabe dotarse de seriedad aunque no pierda cierta vis cómica.

A vueltas con los secundarios

Lo que Arma letal no ha logrado nunca establecer es un buen plantel de secundarios. Sí, es cierto que está el arquetípico capitán permisivo y hasta cierto punto caricaturizado. Y sí, están los compañeros de la pareja protagonista, siempre ayudando en los casos y demostrando ser eficaces en su labor. Pero a diferencia de otras producciones similares, como podría ser Castle (salvando muchas distancias, para este análisis puede ser útil la comparación), nunca se ha logrado establecer una pareja de secundarios que haga las veces de réplica a los protagonistas. Y eso tiene muchas causas, la principal que los creadores de la serie nunca han logrado crear, o no han querido, secundarios que resulten mínimamente interesantes.

Pero no es la única. En realidad, a lo largo de estas tres etapas ha habido pocas ocasiones en las que se investiguen dos casos diferentes, para lo que se necesitarían dos equipos. Y habitualmente las pesquisas y las pistas son lo suficientemente escasas para que puedan ser asumidas por la pareja protagonista. Además, el trasfondo familiar del personaje de Wayans aporta todo un universo dramático secundario que reclama, como no podía ser de otro modo, su espacio en forma de minutos, tramas y motivaciones. Todo ello obliga a elegir, y dado que los secundarios de la parte policíaca de la serie tienen poco que ofrecer, al final se limitan a la mínima expresión argumental, quedando como lo que son: apoyos narrativos sin apenas trasfondo dramático o humano.

Con todo, esto no lograr hacer demasiada mella en el producto final. Es cierto que en tres temporadas ha habido varios cambios de secundarios, pero al ser en esa especie de estampa de fondo que es la comisaría, no afectan demasiado, se entienden como algo temporal y se dejan estar. Esto se compensa, y mucho, con la dinámica de los protagonistas, con su profundidad dramática y con las diferentes caras que muestra su personalidad. Si a eso unimos un diseño de producción elevado, con secuencias de acción bien elaboradas y una espectacularidad propia del cine de acción (con sus excesos, como ese salto del último episodio desde un último piso), lo que obtenemos es el producto buscado: un entretenimiento puro, con una base argumental lo suficientemente sólida para que el espectador se haga pocas preguntas y con un humor que nunca se pierde, ni siquiera en las situaciones más difíciles.

Así las cosas, Arma letal completa una tercera temporada en línea con las anteriores. El cambio de protagonista evidentemente afecta, pero sus creadores lo asumen como un reto y terminan por utilizarlo a su favor, primero como detonante para que arranque esta tanda de episodios y luego como modelo para construir un nuevo héroe que, con algunos rasgos del anterior, ofrezca algo nuevo, fresco y diferente a la trama, haciéndola más compleja y dotando al desarrollo dramático de un nuevo terreno a explorar. La apuesta es exitosa, y desde luego no es el motivo de la posible cancelación de una serie que, a todas luces, todavía tiene algo más que ofrecer.

2ª T. de ‘Arma letal’, más complejidad dramática para un final de ciclo


¿Puede un actor involucrarse tanto con un personaje como para asumirlo más allá de la pantalla? ¿O es que hay actores que por su propia personalidad crean personajes tan interesantes como extremos? Existen varios ejemplos en ambos casos, pero en el caso que nos ocupa es difícil identificarlo. Me refiero al trabajo de Clayne Crawford (Convergence) en la serie Arma letal, cuya segunda temporada es una montaña rusa de emociones dentro y fuera de la ficción. Y eso es algo que, aunque hace crecer esta serie creada por Matthew Miller (serie Forever) desde un punto de vista dramático, también crea una notable incertidumbre sobre su futuro.

Pero vayamos por partes. Los 22 episodios que componen esta etapa se conforman como un viaje a los orígenes del policía que siempre vive al límite. Si la primera temporada abordaba los traumas que le llevaron a instalarse en Los Ángeles, este arco argumental se centra en los aspectos más oscuros de su infancia, apuntados al final de la anterior etapa, ahondando en los miedos, los deseos y las motivaciones que se esconden detrás de sus decisiones y, en definitiva, de su forma de ser al límite siempre de sus propia salud física y mental. Este es sin duda el aspecto más interesante de una serie marcada por la espectacularidad, el humor y la diversión. Y es que la tragedia que representa el rol de Martin Riggs es el contrapunto perfecto para el tono general de la serie, encontrando así un equilibrio que desvela más de lo que aparenta esta ficción.

Porque sí, Arma letal es un entretenimiento puro, una diversión sencilla y honesta que, a través de la fórmula de las buddy movies, en este caso buddy series, hace que cada episodio sea un espectáculo. Pero frente a esto, asociado irremediablemente a las tramas episódicas que protagonizan cada caso policial, nos encontramos con capas dramáticas mucho más profundas y complejas. Desde los traumas del personaje interpretado por Crawford hasta sus dilemas morales, pasando por los efectos colaterales que tienen sus decisiones y cómo marcan las relaciones no solo con su pareja protagonista (Damon Wayans –El último Boy Scout– cada vez se siente más cómodo en el personaje), sino con todos los personajes que le rodean, este personaje, casi de forma exclusiva, es capaz de aportar muchas capas dramáticas a la serie, de ahí que su peso haya sido cada vez mayor.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el resto de personajes no sean parte esencial de la trama. El contrapunto que ofrece Wayans, que también goza de elementos dramáticos, aunque menores, es imprescindible para que la gravedad que subyace en el rol de Crawford se atenúe. Asimismo, la presencia de los roles secundarios principales ayudan a conformar un universo al más puro estilo de la película en la que se basa la serie. Poco importa la credibilidad que pueda tener el hecho de que cada caso suponga una destrucción parcial de la ciudad y luego no haya consecuencias. Y poco importa también que la pareja protagonista pueda saltarse todas las normas con tal de capturar al villano de turno. En realidad, la fuerza dramática que nace del contraste entre los protagonistas es tal que arrastra al resto de elementos a una espiral dinámica y atractiva.

Sin Riggs… ¿o con otro?

Pero todo eso podría irse al traste. Son conocidos los problemas que Crawford ha tenido en esta segunda temporada dentro y fuera de los sets de Arma letal. Y a tenor del final del último episodio, clímax espléndido para una conclusión soberbia, su regreso a la serie parece descartado. Su sustituto, con otro nombre pero manteniendo el apellido Riggs, se enfrenta, por tanto, a ese trasfondo dramático del protagonista, a mantener la dinámica con la pareja y, en definitiva, a encajar en un universo que, en mayor o menor medida, estaba construido sobre el alocado policía. Cómo vaya a funcionar la tercera temporada es algo que habrá que analizar en su momento, pero no cabe duda que la fuerza de la pareja protagonista será difícil de volver a conseguir.

Y esto hace más evidente si cabe que esta ficción no es una producción al uso. Aunque se vista como un producto de entretenimiento sin más interés que unas cuantas persecuciones, mucha acción y buenas dosis de humor, lo cierto es que sus protagonistas y la construcción de personajes es sólida, tanto que se alza sobre el resto de elementos para construir un relato más profundo, complejo y de largo recorrido. Dicho de otro modo, la serie se había construido sobre cimientos sólidos, sobre aquello que hace que un relato se mueva y avance. La pareja de policías protagonista acapara hasta tal punto la atención del relato que las numerosas inconsistencias de sus secundarios habituales (algunos parecen presentarse en escena solo como comodín para el episodio de turno) se pueden pasar por alto como si de una anécdota se tratara.

Lo cierto es que el relato de esta segunda temporada, a pesar de ese carácter episódico que tiene la serie, ofrece al espectador un trasfondo interesante y sumamente atractivo. Las personalidades tan diferentes que hicieron de esta pareja un mito del cine se han trasladado fielmente a la pequeña pantalla, con las posibilidades que eso conlleva a la hora de explorar los conflictos y el vínculo entre ellos en diferentes situaciones. Dejando a un lado las explosiones, la trama se construye gracias a las pinceladas que prácticamente en cada episodio se ofrecen del pasado de Riggs y los problemas familiares de Murtaugh. Lo mejor de todo posiblemente sea que algunos detalles aparentemente secundarios adquieren plena relevancia al avanzar la trama, construyendo el argumento de forma orgánica y evolucionando hacia una mayor complejidad a medida que avanzan los episodios.

Es una lástima, sin duda, que la tercera temporada de Arma letal no vaya a continuar con la senda iniciada en estas temporadas, sobre todo en la segunda aquí analizada. Es evidente que la serie mantendrá la espectacularidad, el humor y la acción que la caracterizan, pero es igualmente obvio que nada volverá a ser igual. El final de esta segunda etapa, tan impactante como sobresaliente, es el broche de oro a un tramo final que ahonda en el pasado y la personalidad del principal motor de la historia. Bien de forma independiente a los casos policiales, bien integrado en el conjunto, el modo en que ese tormentoso pasado hace acto de presencia, siempre enlazando con el resto de elementos de la trama, demuestra que esta serie es algo más que acción. Sí, tiene sus altibajos, y hay momentos en que pierde cierto interés (no por casualidad, cuando se abandona la historia de Riggs), pero en líneas generales esta segunda temporada es más completa, interesante, divertida y compleja que la primera.

‘Arma letal’ desata la acción y la adrenalina en su primera temporada


La relación entre cine y televisión ha sido, desde que la segunda llegó a los hogares de todo el mundo, muy fructífera. Las adaptaciones están a la orden del día, aunque el resultado no siempre es el idóneo, sobre todo si hablamos de una serie reconvertida en película de dos horas. Uno de los últimos casos (agradablemente sorprendente) es el de Arma Letal, incursión en la pequeña pantalla de aquellos personajes interpretados en cuatro ocasiones por Mel Gibson (Los mercenarios 3) y Danny Glover (Diablo) durante 11 años. Ahora, y bajo la batuta narrativa de Matthew Miller (serie Forever), la primera temporada de 18 episodios trata de recuperar la esencia de aquella historia. Y la pregunta evidente es: ¿lo consigue?

Definitivamente sí. Aunque la huella dejada por Gibson y Glover es indeleble, estos primeros capítulos ofrecen al espectador todo lo que cabría esperar de la trama, es decir, humor ácido, contrapuntos dramáticos y, sobre todo, mucha, muchísima acción. En efecto, uno de los puntos fuertes de esta producción es su apuesta decidida por la adrenalina y la violencia «blanca», sin mostrar demasiada sangre, con las muertes justas y la espectacularidad desmedida. Ya sea lanzarse desde un tejado a una piscina, atravesar paredes y cristaleras, o perseguir un camión con una moto por las calles de Los Ángeles, todo vale para que, capítulo tras capítulo, el nivel de agresividad se mantenga más o menos igual. Todo ello aderezado con las dosis justas de humor, fundamentalmente entre los protagonistas, que ayudan a restar dramatismo a algunas secuencias y acentúan aún más, si cabe, los momentos realmente importantes de la trama.

Porque existe una trama. Poca, y muy centrada en el personaje de Martin Riggs, interpretado excepcionalmente bien por Clayne Crawford (Convergence), pero existe. Este es posiblemente el talón de Aquiles de Arma letal, no tanto porque no exista un hilo conductor excesivamente sólido, sino porque puede terminar afectando en un futuro al tratamiento dramático de la serie, como de hecho ha ocurrido en innumerables ocasiones. El delicado equilibrio de esta ‘buddy movie’ reconvertida en ‘buddy serie’ se basa en la mezcla exacta de humor, argumentos episódicos cargados de acción y una historia de fondo ligada a los personajes. Y esto, por suerte o por desgracia, siempre tiene un techo en lo que a número de temporadas se refiere, por lo que estirar el chicle de esta fórmula que, para ser sinceros, es casi idéntica en este tipo de producciones, solo perjudicará a la imagen que desprende la producción.

Pero volviendo al argumento, esta primera temporada es capaz de profundizar en algo más que simples casos policiales a resolver gracias al personaje de Riggs. Sobre él pivota la práctica totalidad de la evolución dramática de la serie, tanto por el dramático pasado como por el futuro y las relaciones con otros personajes. Es, sin duda, el rol más profundo dramáticamente hablando, y desde luego el motor de la acción en un amplio sentido de la palabra. A través de sus ojos el espectador aborda el dolor, el miedo a nuevas relaciones, la amistad inesperada o la traición, y son estas píldoras las que ofrecen algo más que el simple entretenimiento. Si además de todo ello el tratamiento es notable e introduce de forma milimétrica la información en la trama para alargar durante los 18 capítulos el interés, lo que nos encontramos es una inesperada y grata sorpresa en este tipo de producciones.

Ante todo, personaje(s)

Y a pesar de las numerosas virtudes de Arma letal, si la serie es capaz de sostenerse y, en cierto modo, diferenciarse de otros productos similares es gracias a la labor de sus actores y de unos personajes construidos frente al espejo de la historia original. De hecho, los seguidores de las películas no tendrán dificultades en identificar a algunos de los roles que pasan por la trama y que, o bien pertenecen a alguno de los films, o bien se pueden identificar con ciertos rostros más o menos conocidos que tuvieron participación en las diferentes entregas.

En realidad, lo más destacado es la labor de Crawford como el ‘alocado’ Martin Riggs. Su rol, algo menos histriónica que el interpretado por Gibson pero igualmente extremo, es tan complejo psicológicamente hablando, es tan rico en matices, que sin su participación esta primera temporada posiblemente no funcionaría. Más allá de la relación con su compañero de aventuras (un Damon Wayans –Major Payne– bastante más lineal en su definición), es sumamente interesante el modo en que afronta el duelo y el modo en que la vida continúa a pesar del dolor. Algo que más o menos se abordó en alguna de las películas, pero que ahora, y gracias a las posibilidades del formato, adquiere una trascendencia notable, hasta el punto de ser protagonista en muchos de los episodios.

El peso tanto del personaje como de la labor del actor son imprescindibles, es cierto, pero la serie logra también ampliar algo su repertorio gracias a unos secundarios que, en mayor o menor medida, aportan al conjunto diversos tratamientos de una misma historia. Desde la pareja interracial de compañeros que ayudan a los héroes, hasta el capitán de la policía, la psicóloga y, sobre todo, un personaje fundamental para entender el devenir de la trama y que aquí no desvelaremos. Todos ellos ayudan a crear un contexto dramático y cómico lo suficientemente interesante como para que la trama pueda centrarse en los dos protagonistas, si bien es cierto que muchas veces peca en exceso de prototípico.

Desde luego, Arma letal, la serie, no será recordada como una producción única, compleja o superior desde un punto de vista dramático. Su estructura narrativa no solo es idéntica a la de otras ficciones del mismo género, sino que sus roles son arquetípicos y sus casos pueden llegar a ser familiares. Pero ofrece algo diferente, algo entretenido que pasa, en primer lugar, por la acción a raudales y la diversión que desprenden todas sus escenas. Y en segundo lugar, el papel de Martin Riggs, auténtica alma de esta historia que, en contraste con el de Roger Murtaugh, vuelven a formar esa pareja inolvidable. Puede que ahí esté la clave: se ha sabido trasladar de la pantalla grande a la pequeña la dinámica de estos personajes tan dispares. La cuestión es si existe recorrido para explorar en el pasado y la historia que sustenta tanto entretenimiento. El tiempo lo dirá.

‘Incompatibles’: Francia se viste de Hollywood


Laurent Lafitte y Omar Sy protagonizan 'Incompatibles', de David Charhon.Que Francia intenta desde hace años realizar un cine hollywoodiense no es ningún secreto. Más allá de su cada vez más espectacular puesta en escena, las tramas de sus films, sobre todo los de acción, tienen numerosos puntos en común con los respectivos referentes norteamericanos, aunque con el tamiz francófono. Y es lo que le ocurre al nuevo proyecto de David Charhon (Cyprien), una historia que en España, y en muchos otros sitios de Europa, pasaría más o menos desapercibida si no fuese porque su protagonista, Omar Sy, dio la campanada hace casi un año con Intocable.

Desde luego, Incompatibles no destaca por su originalidad. Más bien, es previsible en exceso. Sus personajes, aunque bien definidos, apenas poseen conflictos más allá de los generados por la incompatibilidad de los caracteres protagonistas, auténtico motor del conjunto debido en buena medida a la labor interpretativa. Y aunque sea una comedia de acción, son pocos los momentos en los que logra arrancar una risa al espectador. Y a pesar de todo, es sumamente entretenida, lo que evidencia un ‘savoir faire’ por parte de sus responsables que ya les gustaría tener a muchas otras producciones.

Tal vez su principal aliciente sea su duración, poco más de 90 minutos en los que no hay lugar para el respiro, y donde la trama evoluciona con constantes giros menores que absorben la atención del público hasta obligarle a dejarse llevar por los acontecimientos, entregándose al más puro entretenimiento sin necesidad de exigir algo más que el respeto necesario para no resultar ofensiva desde un punto de vista intelectual. Desde luego, lo consigue. Y lo hace gracias a sus dos actores principales que, como decíamos antes, ponen en imágenes una lucha de caracteres y, en cierto modo, de modos de vida: el de la capital y el del suburbio.

Es en estos conflictos, y en alguna que otra escena de acción realmente conseguida, donde se hallan las mejores armas de una película que, por lo demás, es deudora en exceso de sus referentes, entre los que cabría encontrar Arma letal (1987), Superdetective en Hollywood (1984) y El profesional (1981). Da la sensación de que con tanto homenaje y referente el film pierde parte de su propia alma, puede que por temor a desarrollar su propio arco narrativo alejado de situaciones ya conocidas. Claro que existen muchos ejemplos de películas que, con los mismos elementos, han realizado un trabajo peor.

Nota: 6/10

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