1ª T. de ‘Hollywood’, la edad de oro del cine sale del armario


A un gigante como Hollywood, por mucho que sus integrantes sean más o menos progresistas, le cuesta hacer cambios. Y más si son en reconocimiento de una realidad social tan compleja como la actual, situando en el mismo plano de importancia y de denuncia los ataques a la homosexualidad o el color de la piel. Tal vez por eso Ian Brennan y Ryan Murphy, creadores de la serie Glee, han elegido la conocida como edad de oro del cine estadounidense para, tomando como referencia algunos personajes y hechos reales, dar un giro a los acontecimientos de esa época y construir un alegato en favor de la igualdad. El resultado es Hollywood, de la que por el momento solo tenemos los 7 episodios que componen su primera y, si no cambia la situación, única temporada.

En resumidas cuentas, esta historia coral sigue a un grupo de jóvenes actores, guionistas y directores que sueñan con hacerse un hueco en el difícil mundo del Hollywood dorado. Sus esfuerzos por salir adelante y lograr ver su nombre en pantalla grande se traducirán también en una lucha social y racial que terminará por cambiar el rumbo de la historia del séptimo arte. Evidentemente, la segunda parte de este escueto resumen es la más ficticia de todo el arco dramático, habida cuenta de que muchos personajes conocidos que aparecen en la serie, como el de Rock Hudson, no declararon su homosexualidad hasta muchos años después. Pero partiendo de esta base, la producción se revela como un interesante drama no solo sobre el funcionamiento del cine en esa época, sino sobre la hipocresía de un mundo en el que, para triunfar, había que ser otra persona y esconder los verdaderos sentimientos.

Y esto es lo que hace que Hollywood funcione. No es perfecta, es cierto, y posiblemente más temporadas permitirían ahondar en algunos conceptos dramáticos que aquí quedan apuntados de un modo algo forzado (sobre todo en lo que tiene que ver con las veteranas estrellas de color, cuya presencia parece más una obligación que una parte de la trama). Pero con todo y con eso, la serie de Brennan y Murphy crece en intensidad emocional, drama y humor a medida que la historia se desarrolla casi por fascículos. Lo que comienza siendo una historia de un puñado de jóvenes en busca del éxito se transforma progresivamente en una lucha contra la homofobia, contra el racismo y el clasismo de una sociedad anquilosada y encorsetada en sus propios miedos y autoengaños.

En realidad, la serie no es únicamente una visión idealizada de lo que podría haber sido la meca del cine. También es una crítica a muchos tabúes, recelos y censuras que existen en nuestros tiempos, con toda la evolución social y toda la transformación que ha habido en las últimas décadas. La temática planteada por los creadores es universal: para triunfar es necesario adaptarse a un estereotipo o quedarse en el camino, hasta que un grupo de personajes con la pasión suficiente son capaces de romper esa dinámica y lograr cambios que repercutan lo suficiente como para, al menos, abrir la puerta a un cambio que puede tardar en llegar. Es un proceso que se ha repetido generación tras generación, época tras época, con diferentes resultados pero con la misma mecánica. Y en este sentido, la serie de Netflix logra funcionar magistralmente, acompañada por un reparto de altura y un diseño de producción impecable. Sus problemas llegan por otro lado.

Saturaciones y excesos

Uno de esos problemas principales es la saturación de conflictos. Racismo, homofobia (sobre todo esto), prostitución… Hollywood presenta Hollywood como un nido de cinismo en el que amor, sexo, interés y talento se mezclan en una coctelera junto al arte cinematográfico. Y en sí misma no es una mala apuesta, toda vez que tira de humor y drama para encontrar un interesante equilibrio de denuncia social y glamour bajo los focos. Lo que ocurre es que esta fórmula repetida una y otra vez en prácticamente cada personaje termina por abrumar y silenciar el resto de ideas y conceptos que están en el film, como la lucha de un grupo de jóvenes por sacar adelante un proyecto en contra de los cánones del séptimo arte de la época. Da la sensación de que reduciendo algo esta carga de denuncia social (o al menos liberando a algunos personajes de esos estereotipos), la serie habría logrado algo más de complejidad y drama.

Y muy vinculado con esto tenemos el otro gran problema. La serie relata con acierto las aventuras y los líos de faldas que siempre se han vinculado al mundo de los actores, directores y productores. Pero esta ficción vuelve a ir un paso más allá para mostrar estas aventuras hasta el exceso. Todos los personajes, en mayor o menor medida (salvo, tal vez, el director al que da vida Darren Criss –Midway-), cargan sobre sus hombros un pasado de esos excesos, lo que, en teoría, les permite alcanzar la fama. De nuevo, la saturación de estos conceptos impide muchas veces que la serie avance fluidamente, obligando a saltos dramáticos que, hay que reconocerlos, en algunas ocasiones permiten crear giros argumentales interesantes, pero en otras simplemente se muestran como elipsis innecesarias.

Posiblemente todo esto esté muy relacionado con el hecho de que la serie vaya a tener, posiblemente, una única temporada. Tratar de desarrollar tantas líneas argumentales principales y secundarias en tan solo 7 capítulos no es que sea tarea imposible, es que sencillamente obliga a deshacerse de unas ideas para centrar la atención en otras. Es difícil poder dar profundidad a tantos personajes en tan poco tiempo, y aunque la ficción sale más o menos airosa de esto, algunos secundarios tan solo quedan dibujados, atisbando un poco el trasfondo y el bagaje dramático que llevan sobre sus hombros. Un planteamiento más a largo plazo habría permitido, por ejemplo, abordar con más tiempo la soledad de esos actores de color dejados de lado por Hollywood, o la evolución de algunos secundarios que se presentan de forma algo acelerada.

En todo caso, con sus errores y sus aciertos, Hollywood es una producción entretenida, dinámica, que alcanza el difícil equilibrio entre humor y drama. Si bien es cierto que sus personajes responden a los arquetipos necesarios para plantear la denuncia social que hace (y que se puede aplicar, por desgracia, todavía hoy en día), son lo suficientemente atractivos como para funcionar, tal vez no en conjunto pero sí individualmente, componiendo un universo rico en matices. Tal vez demasiado rico, pues así como la serie logra el equilibrio de géneros, se excede en personajes demasiado similares, con conflictos internos y externos demasiado parecidos. Una segunda temporada, posiblemente, permitiría arreglar algunos de estos problemas gracias, simple y llanamente, al mayor tiempo de desarrollo. Pero eso no parece que vaya a ser posible en el corto plazo.

Diccineario

Cine y palabras