2ª T. de ‘Arma letal’, más complejidad dramática para un final de ciclo


¿Puede un actor involucrarse tanto con un personaje como para asumirlo más allá de la pantalla? ¿O es que hay actores que por su propia personalidad crean personajes tan interesantes como extremos? Existen varios ejemplos en ambos casos, pero en el caso que nos ocupa es difícil identificarlo. Me refiero al trabajo de Clayne Crawford (Convergence) en la serie Arma letal, cuya segunda temporada es una montaña rusa de emociones dentro y fuera de la ficción. Y eso es algo que, aunque hace crecer esta serie creada por Matthew Miller (serie Forever) desde un punto de vista dramático, también crea una notable incertidumbre sobre su futuro.

Pero vayamos por partes. Los 22 episodios que componen esta etapa se conforman como un viaje a los orígenes del policía que siempre vive al límite. Si la primera temporada abordaba los traumas que le llevaron a instalarse en Los Ángeles, este arco argumental se centra en los aspectos más oscuros de su infancia, apuntados al final de la anterior etapa, ahondando en los miedos, los deseos y las motivaciones que se esconden detrás de sus decisiones y, en definitiva, de su forma de ser al límite siempre de sus propia salud física y mental. Este es sin duda el aspecto más interesante de una serie marcada por la espectacularidad, el humor y la diversión. Y es que la tragedia que representa el rol de Martin Riggs es el contrapunto perfecto para el tono general de la serie, encontrando así un equilibrio que desvela más de lo que aparenta esta ficción.

Porque sí, Arma letal es un entretenimiento puro, una diversión sencilla y honesta que, a través de la fórmula de las buddy movies, en este caso buddy series, hace que cada episodio sea un espectáculo. Pero frente a esto, asociado irremediablemente a las tramas episódicas que protagonizan cada caso policial, nos encontramos con capas dramáticas mucho más profundas y complejas. Desde los traumas del personaje interpretado por Crawford hasta sus dilemas morales, pasando por los efectos colaterales que tienen sus decisiones y cómo marcan las relaciones no solo con su pareja protagonista (Damon Wayans –El último Boy Scout– cada vez se siente más cómodo en el personaje), sino con todos los personajes que le rodean, este personaje, casi de forma exclusiva, es capaz de aportar muchas capas dramáticas a la serie, de ahí que su peso haya sido cada vez mayor.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el resto de personajes no sean parte esencial de la trama. El contrapunto que ofrece Wayans, que también goza de elementos dramáticos, aunque menores, es imprescindible para que la gravedad que subyace en el rol de Crawford se atenúe. Asimismo, la presencia de los roles secundarios principales ayudan a conformar un universo al más puro estilo de la película en la que se basa la serie. Poco importa la credibilidad que pueda tener el hecho de que cada caso suponga una destrucción parcial de la ciudad y luego no haya consecuencias. Y poco importa también que la pareja protagonista pueda saltarse todas las normas con tal de capturar al villano de turno. En realidad, la fuerza dramática que nace del contraste entre los protagonistas es tal que arrastra al resto de elementos a una espiral dinámica y atractiva.

Sin Riggs… ¿o con otro?

Pero todo eso podría irse al traste. Son conocidos los problemas que Crawford ha tenido en esta segunda temporada dentro y fuera de los sets de Arma letal. Y a tenor del final del último episodio, clímax espléndido para una conclusión soberbia, su regreso a la serie parece descartado. Su sustituto, con otro nombre pero manteniendo el apellido Riggs, se enfrenta, por tanto, a ese trasfondo dramático del protagonista, a mantener la dinámica con la pareja y, en definitiva, a encajar en un universo que, en mayor o menor medida, estaba construido sobre el alocado policía. Cómo vaya a funcionar la tercera temporada es algo que habrá que analizar en su momento, pero no cabe duda que la fuerza de la pareja protagonista será difícil de volver a conseguir.

Y esto hace más evidente si cabe que esta ficción no es una producción al uso. Aunque se vista como un producto de entretenimiento sin más interés que unas cuantas persecuciones, mucha acción y buenas dosis de humor, lo cierto es que sus protagonistas y la construcción de personajes es sólida, tanto que se alza sobre el resto de elementos para construir un relato más profundo, complejo y de largo recorrido. Dicho de otro modo, la serie se había construido sobre cimientos sólidos, sobre aquello que hace que un relato se mueva y avance. La pareja de policías protagonista acapara hasta tal punto la atención del relato que las numerosas inconsistencias de sus secundarios habituales (algunos parecen presentarse en escena solo como comodín para el episodio de turno) se pueden pasar por alto como si de una anécdota se tratara.

Lo cierto es que el relato de esta segunda temporada, a pesar de ese carácter episódico que tiene la serie, ofrece al espectador un trasfondo interesante y sumamente atractivo. Las personalidades tan diferentes que hicieron de esta pareja un mito del cine se han trasladado fielmente a la pequeña pantalla, con las posibilidades que eso conlleva a la hora de explorar los conflictos y el vínculo entre ellos en diferentes situaciones. Dejando a un lado las explosiones, la trama se construye gracias a las pinceladas que prácticamente en cada episodio se ofrecen del pasado de Riggs y los problemas familiares de Murtaugh. Lo mejor de todo posiblemente sea que algunos detalles aparentemente secundarios adquieren plena relevancia al avanzar la trama, construyendo el argumento de forma orgánica y evolucionando hacia una mayor complejidad a medida que avanzan los episodios.

Es una lástima, sin duda, que la tercera temporada de Arma letal no vaya a continuar con la senda iniciada en estas temporadas, sobre todo en la segunda aquí analizada. Es evidente que la serie mantendrá la espectacularidad, el humor y la acción que la caracterizan, pero es igualmente obvio que nada volverá a ser igual. El final de esta segunda etapa, tan impactante como sobresaliente, es el broche de oro a un tramo final que ahonda en el pasado y la personalidad del principal motor de la historia. Bien de forma independiente a los casos policiales, bien integrado en el conjunto, el modo en que ese tormentoso pasado hace acto de presencia, siempre enlazando con el resto de elementos de la trama, demuestra que esta serie es algo más que acción. Sí, tiene sus altibajos, y hay momentos en que pierde cierto interés (no por casualidad, cuando se abandona la historia de Riggs), pero en líneas generales esta segunda temporada es más completa, interesante, divertida y compleja que la primera.

Acerca de Miguel Ángel Hernáez
Periodista y realizador de cine y televisión.

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