‘Transparent’ ahonda en los conflictos de la sexualidad en su 2ª T.


La segunda temporada de 'Transparent' comienza con una boda lesbiana.Los premios Emmy de 2016 han confirmado su éxito. Sin embargo, las estatuillas que atesora Transparent, a su protagonista (Jeffrey Tambor, visto en R3sacón) y a su creadora, Jill Soloway (Afternoon delight) evidencian una dualidad que es importante señalar. Mientras que su formato es efectivo, con un reparto más que notable y un dinamismo narrativo incuestionable, el trasfondo tiene un conflicto constante entre el análisis social y el exceso dramático. Es algo que ya ocurría en la primera temporada, y en esta segunda parte se ahonda en esa dualidad.

Es evidente que estos 10 episodios tratan de explorar el mundo de la homosexualidad y el cambio de sexo desde un punto de vista inexperto, situando al espectador al mismo nivel que unos personajes que descubren sus tendencias sexuales conforme se desarrolla la trama, lo que aporta al conjunto un carácter nuevo, fresco, en el que todo lo que ocurre parece descubrirse por primera vez. Resulta significativo, en este sentido, el papel de Tambor, que una vez aceptada su sexualidad se enfrenta a los conflictos personales y a la dualidad entre hombre y mujer que todavía parece habitar en su conciencia. Sin duda, algunos de los mejores momentos de la temporada son suyos, en tanto en cuanto traslada al entorno dichas luchas internas.

Pero junto a esto, y eso es algo que se aprecia hacia el final de la temporada de Transparent, destaca sobremanera esa especie de fobia que existe entre las mujeres a los transexuales. La acción que se desarrolla en esa reunión de mujeres lesbianas pone de manifiesto la soledad de un personaje que, aunque se siente mujer, no es aceptado por ellas al tener cuerpo de hombre. Los debates que se desarrollan en torno a esta idea posiblemente sean los más interesantes de toda la temporada, ofreciendo un nuevo punto de vista a la intransigencia a la que se enfrentan estas personas, y que normalmente se asocia con el hombre.

Así, el arco dramático de la serie, que en su tramo final aborda este mismo conflicto en la Alemania nazi, se convierte en una reflexión agridulce acerca de la libertad del ser humano para ser lo que quiere ser en una sociedad que se considera libre pero que, en el fondo y cuando no está definida por prejuicios morales, es presa de sus propias fobias. Una ironía que, hasta cierto punto, ya se planteó en la primera temporada, pero que ahora logra uno de sus mayores exponentes gracias a un desarrollo marcado por el viaje del protagonista, que va de casa en casa sin lograr encontrar un sitio en el que encaje su verdadera forma de ser.

Exceso y saturación

Pero a toda esta reflexión, a este análisis del comportamiento humano en lo que a sexualidad y a afrontar lo diferente se refiere, se le suma un aspecto que no es precisamente positivo. La segunda temporada de Transparent ahonda, como también hace con su arco dramático, en los aspectos más atípicos de esta familia judía, llevándolos en algunos casos hasta extremos un tanto cuestionables, como puede ser el caso de la hija lesbiana que descubre el placer en el masoquismo. Y no quiero decir con esto que no sea plausible abordar esa evolución, sino que la serie la trata como si fuera algo obligado para introducir un nuevo elemento transgresor a la ya de por sí transgresora trama.

El principal problema, y es algo que parece va a arrastrar durante todas las temporadas, es que el mensaje que lanza el personaje de Tambor con su actitud y con su punto de vista queda diluido cada vez más en el contexto de homosexualidad de la familia. Los posibles conflictos que podía tener el patriarca al iniciar el cambio de sexo desaparecen por completo desde el momento en que sus hijos son homosexuales o han sufrido abusos de pequeños. La tolerancia con la que se encuentra el personaje elimina de raíz toda creación de confrontación de ideas, dejando a la deriva un desarrollo dramático que podría ser mucho más intenso.

Ahora bien, es de admirar que Soloway haya optado por ser fiel a un estilo muy particular y a una idea de desarrollo tan concreta como esta, y que no modifique sus perspectivas a pesar de los puntos débiles que presenta la ficción. Esto ha permitido, por ejemplo, que la serie avance y descubra la intolerancia en determinados sectores de la sociedad que no suelen relacionarse con esto. Hasta cierto punto, no deja de ser revelador el paralelismo entre la historia de la Alemania nazi y la que vive el protagonista, una con hombres como principal activo de violencia contra los transexuales, y otra con mujeres.

En definitiva, es evidente que la segunda temporada de Transparent ha ido un poco más allá y se ha atrevido a continuar con el camino andado. Sus más fieles defensores encontrarán en estos episodios un interesante análisis sobre los prejuicios en la sociedad actual y sobre las luchas internas que vive el protagonista. Y a pesar de la calidad de los actores y del arco narrativo, la serie sigue presentando problemas importantes que deberían ser resueltos, pero que dado que son inherentes a la propia dinámica existente entre personajes, prácticamente no tienen solución. En todo caso se podrán resolver con nuevos conflictos que lleven la historia a un nuevo nivel dramático, pero para eso habrá que esperar a la tercera temporada.

Acerca de Miguel Ángel Hernáez
Periodista y realizador de cine y televisión.

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