‘Spartacus: Venganza’ pierde músculo y gana dramatismo e intriga


Hace unos meses saltaba la noticia de que la serie Spartacus, esa particular visión del famoso esclavo convertido en gladiador y líder de una de las revueltas más importantes en el seno de Roma, iba a llegar a su fin con la tercera temporada. Con ese anunciado final, tanto en la estructura narrativa como en el desarrollo dramático (quién más quién menos conoce el trágico final de esta rebelión), se pondrá fin a un producto atípico para la pequeña pantalla que ha vivido todo tipo de vicisitudes, entre ellas la inesperada muerte de su protagonista. Su segunda temporada, subtitulada Venganza, supone un claro ejemplo de las necesidades de cambio a las que se ha visto abocada la serie, y que curiosamente la han hecho evolucionar hacia un producto más interesante y violento, mucho más violento.

Sin duda, la muerte de Andy Whitfield (The clinic) ha dado lugar a dos elementos de lo más dispar. Por un lado, la elección de Liam McIntyre (Ektopos) como nuevo protagonista, un Espartaco mucho menos salvaje y más racional cuyos músculos parecen reducirse al mismo tiempo que se desarrolla su capacidad de liderazgo y su valor como estratega. Personalmente, el actor original poseía un carisma mucho mayor que su sustituto. Ofrecía aquel una visión más agresiva, más física y visceral de un hombre marcado por el hierro, la batalla y la sangre.

Pero además, la enfermedad del difunto Whitfield obligó a los responsables de la serie a realizar una precuela protagonizada por otro gladiador, el cual ha sido aprovechado con mucha fortuna en esta segunda temporada, introduciendo un elemento extraño en un grupo ya de por sí muy variopinto. Dicho personaje, caracterizado por su independencia y su autoestima, se convierte por derecho propio en un reflejo de lo que podría llegar a ser el propio Espartaco, lo que completa el cuadro dramático y aporta nuevas líneas argumentales a explorar, algunas ya tratadas en estos 10 capítulos (como su conflicto con uno de sus «hermanos» o su instinto por proteger su libertad ganada batalla tras batalla).

Entrando de lleno en todo lo que acontece en esta continuación, hay que decir que Spartacus: Venganza abandona por motivos obvios el mundo de los gladiadores para abrir sus escenarios digitales a todo un imperio. En este sentido, la producción gana en dramatismo (los seres queridos perdidos, las muertes de amigos y amantes) e intriga, y pierde músculo… literalmente. Aquellos que hayan visto la primera temporada posiblemente recuerden dos elementos: los cuerpos perfectamente trabajados de los actores y la cantidad de sangre falsa que brota de los cortes realizados por los gladius. Ahora, si bien los actores siguen presentando un físico apabullante, los cuerpos semidesnudos resultan más naturales, más acordes a la situación en la que se ven inmersos (exceptuando algunos casos puntuales), y que no es otra que su huída hacia el Vesubio.

Violencia contenida e intrigas palaciegas

Una de las cosas más curiosas de Spartacus: Sangre y arena fue la combinación por episodios de la trama intrigante y de la trama violenta. Si un capítulo se dedicaba a mostrar a los gladiadores luchando, el siguiente se esforzaba por desarrollar una historia donde los romanos tratan de ascender a base de conspirar contra sus semejantes. Pues bien, esta segunda temporada ofrece esto mismo pero mucho mejor entrelazado. Cada episodio cuenta, por tanto, con un escenas de violencia extrema unidas y, en muchos casos, derivadas de los planes por ascender en la escala social romana.

En este contexto es importante señalar que dichas intrigas palaciegas vienen derivadas, precisamente, de la revuelta de Espartaco, auténtico detonante de la caída en desgracia de la familia de un pretor y de los intentos de éste por volver al lugar que le corresponde. Permite además un posicionamiento claro de todos y cada uno de los personajes supervivientes de la masacre con la que concluyó la primera temporada, llevándolos al extremo de sus posibilidades dramáticas. Tal vez el caso más evidente sea el de Ashur, personaje con el que Nick Tarabay (serie Crash) hace una labor impecable en su faceta de hombre sin escrúpulos cuyas únicas motivaciones son la venganza y el dinero.

Pero que nadie se llame a engaño. Este nuevo Spartacus sigue fiel a su estilo visual heredero de la película 300 (2006). Peleas a cámara lenta, espacios generados por ordenador y mucha violencia se mantienen como sus señas de identidad. La principal diferencia en este aspecto cabe encontrarla en la distribución de esa violencia, pues resulta mucho más contenida a momentos clave de la trama. Sí, la sangre fluye a borbotones durante cada capítulo. Sin embargo, los instantes más memorables se reducen a unos pocos, aunque eso sí, inolvidables. De entre ellos destacan los choques entre el ejército rebelde y el romano, con especial atención al episodio final, un más que digno heredero de la conclusión de la primera temporada, o algunas muertes en el seno de la casa romana donde los odios y las venganzas dan lugar a auténticos frescos dantescos.

En definitiva, este Spartacus: Venganza supone una evolución positiva de todos los elementos de la primera temporada. Manteniendo el espíritu visual y conceptual del conjunto, sus responsables han sabido integrar de forma mucho más natural el desconfiado mundo de la política romana con la lucha por la libertad y los anhelos de venganza de los gladiadores rebeldes. Quien disfrutó con la primera temporada a buen seguro que encontrará un más que digno sucesor; quien se escandalizó con el contenido en un primer momento, es más que probable que no aguante un visionado completo de esta venganza.

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