‘La bella y la bestia’ de Disney, o el amor al prójimo como moraleja


Disney aportó su propia visión a 'La bella y la bestia'.Si hay una productora que se ha destacado siempre por la producción de cuentos infantiles es Disney. Desde que debutara en el largometraje con Blancanieves y los siete enanitos (1937), hasta la más reciente Frozen: El reino del hielo, la productora ha logrado, normalmente, crear toda una mitología en torno a sus personajes que ha sabido explotar extremadamente bien, sobre todo a nivel de merchandising. Pero más allá de todo esto, sus obras se han caracterizado también por la tergiversación de los textos originales, en algunos casos hasta obviar muchos elementos conceptuales. Y dado que La bella y la bestia se ha estrenado recientemente, qué mejor oportunidad que repasar algunos de esos cambios del clásico de la animación de 1991, nominado al Oscar a la Mejor Película y ganador de los premios correspondientes a la música.

Dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise, responsables de El jorobado de Notre Dame (1996), la cinta de animación sigue, a grandes rasgos, las diferentes versiones del cuento. Así, la historia se centra en una joven y en su padre, en cómo este es apresado por una bestia en su castillo y cómo ella da su vida a cambio de la de su padre. A medida que el tiempo pasa la criatura trata de conquistarla, pero ella se niega hasta que un día descubre que su padre está enfermo. La bestia le da permiso para visitarle, pero durante su ausencia el castillo es atacado y la criatura queda malherida. Cuando la joven vuelve a su lado y le implora que no muera la bestia se transforma en el príncipe que era antes de que una bruja le maldijera.

Y a pesar de que el desarrollo dramático mantiene la esencia del cuento, los conceptos y valores dramáticos no son exactamente iguales. La bella y la bestia, versión Disney, centra su atención en la idea de la intolerancia, la incomprensión y la falta de piedad. Tres elementos que dan pie a la historia (inicio narrado magistralmente a través de vidrieras) y que definen la lucha final entre la bestia y Gastón, el villano Disney de turno que, además, es el pretendiente de Bella. A través de ese combate, como decimos, se establece no tanto un enfrentamiento entre el bien y el mal, sino entre un hombre que ha cambiado su forma de ver el mundo y otro que sigue manteniendo su actitud arrogante con todo aquel que le rodea.

Por tanto, la historia sigue siendo una especie de relato catártico en el que un hombre convertido en bestia llega a comprender cuál es su error. Pero el viaje que se realiza poco o nada tiene que ver con el amor, como se desprende del texto original, sino de la compasión con los más desfavorecidos. Y es en este punto donde la presencia de la protagonista femenina se torna imprescindible, pues es ella el resorte que activa toda la trama, el elemento catártico, por así decirlo, que ayuda a unos y desquicia a otros, entre otras cosas por la propia bondad inherente al personaje, que lo convierte en uno de los grandes personajes por antonomasia de la productora. Así, más allá de canciones o de secundarios divertidos (al fin y al cabo, es una historia contada para los más pequeños), el mensaje que traslada no es tanto una historia de amor, que evidentemente está presente, como una historia de redención cuya moraleja tiene que ver con la bondad con nuestros semejantes.

La definición del color

La historia no contiene, por tanto, los elementos más desagradables o egoístas del original. O mejor dicho, los concentra casi todos en el villano. Elimina deliberadamente a las hermanas de la protagonista, iconos del egoísmo y de la vanidad, y suprime todo aquello que tenga que ver con la venganza por un amor no correspondido (en teoría, la maldición es lanzada sobre el príncipe por una bruja despechada). Empero, mantiene un elemento al que dota de verdadero y autónomo protagonismo: la rosa que marca el cruel destino de la bestia. Aquí incluso mucho más determinante que en otras versiones, pues como si de un reloj de arena se tratara, contabiliza los días antes de que el hechizo sea irreversible.

Dejando a un lado el contenido, La bella y la bestia se distingue principalmente por un uso de los colores realmente específico. Evidentemente, los números musicales, algunos realmente brillantes, suelen narrar con la paleta cromática lo mismo que con las canciones, potenciando el mensaje y las emociones que pueda transmitir. Con todo, lo más relevante radica en la forma que el film tiene de presentar personajes y escenarios. Por ejemplo, los dos protagonistas son presentados con colores azules, fríos, creando una unión inicial. A medida que avanza el relato el personaje de Bella evoluciona hacia tonos más cálidos que incorporan rojos y amarillos a su personaje, hasta ese inolvidable baile en el que cada uno queda definido de forma clara y distintiva, determinando igualmente la distancia entre ambos a pesar de su proximidad física. Del mismo modo, el villano se caracteriza por un rojo que hace gala de su aparente valentía y de su tendencia a la violencia y la fuerza bruta.

Igualmente, los escenarios evolucionan con los propios personajes. Ya hemos mencionado el comienzo narrado a través de vidrieras (un ejemplo más del uso del color). Aparte de esto, resulta interesante comprobar cómo los dos principales espacios de la trama, el castillo y el pueblo, se transforman con la presencia y la ausencia de Bella, otorgando a la protagonista una mayor importancia si cabe. En efecto, mientras que el castillo pasa de ser un lugar frío y oscuro a un escenario luminoso y, en cierto modo, acogedor, el pueblo deja de ser luminoso y agradable para convertirse en testigo de las maquinaciones de sus habitantes, liderados por Gastón, en secuencias que se suceden de noche, es decir, en plena oscuridad. Dos transformaciones que no por casualidad distribuyen el peso de la narrativa de uno a otro lugar, transportando las etiquetas de «sitio peligroso» y «lugar seguro» de un lugar a otro, y permitiendo una identificación cada vez mayor con la bestia.

Como siempre, Disney ofrece su particular visión del cuento. En el caso de La bella y la bestia dicha visión modifica sustancialmente algunas de las motivaciones, aunque deja la esencia del texto. Puede que sea eso lo que convierte a este film en un clásico. Su forma de alterar las motivaciones de los personajes y de jugar con las variaciones cromáticas tanto de protagonistas como de escenarios permite al film narrar una historia de redención y de arrepentimiento, de castigo desproporcionado y de amor verdadero. No hay lugar para la venganza ni para el odio (salvo en el villano, claro está), y lo único que prevalece es la intención de reparar un error largamente lamentado, primero por amor y luego, en un cambio que es en definitiva la moraleja de la historia, por amor y bondad hacia los demás a pesar de nuestro propio perjuicio.

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