‘2001: Una odisea en el espacio’, punto de inflexión en su género
15/10/2013 Deja un comentario
El reciente estreno de Gravity ha vuelto a poner de actualidad las odiseas espaciales, en este caso la supervivencia personal de un individuo gravitando alrededor de la Tierra. Pero si hablamos de odiseas más allá de los límites de nuestro planeta es imposible no referirnos al que posiblemente sea el mayor clásico (y el más influyente) de este género: 2001: Una odisea en el espacio (1968), basado a su vez en un relato de Arthur C. Clarke. Desconozco si Alfonso Cuarón, director de la primera, tomó como modelo a Stanley Kubrick, director de la segunda, pero más allá de tramas, luchas entre humanos y máquinas y monolitos evolutivos ambos films comparten varios aspectos formales salvando las décadas que les separan.
Antes de nada, y para aquellos que no se hayan acercado todavía a la película del director de La chaqueta metálica (1987), o para los que no hayan entendido demasiado, una breve sinopsis que no desvelará el verdadero significado de la película (eso lo dejamos para más adelante). El grueso del relato se centra en dos expediciones: una a la Luna para estudiar un misterioso monolito que ha aparecido allí, y otra a Júpiter en la que cinco tripulantes y un superordenador con inteligencia artificial deben realizar una misión secreta. Cuando están a punto de llegar a su destino el ordenador, que responde a H.A.L. 9000, empieza a tener un comportamiento extraño, a experimentar una conciencia y unos sentimientos atribuibles solo a los humanos, llevándole a rebelarse contra sus compañeros humanos.
Como puede verse, los puntos en común entre una y otra película no residen en sus tramas. Por contra, sí cabe encontrarlos en la forma de narrar todo lo relacionado con el espacio y la planificación. Empezando por este último aspecto, y recordando de nuevo la diferencia temporal entre ambas, hay que señalar que Kubrick utiliza una narrativa pausada que se nutre de numerosos planos generales en los que el espectador aprecia todo el movimiento de la acción que transcurre ante sus ojos. Los viajes espaciales de los protagonistas (sobre todo del personaje de Keir Dullea) o el uso del sonido para diferenciar entre el tenso silencio del interior y la ausencia de audio en el exterior (la diferencia entre ambos se aprecia, y mucho) son buenos ejemplos de que la película se nutre de una especie de contemplación formal que permite una mayor libertad para desarrollar la acción de forma global. Evidentemente, en aquellos tiempos hacer planos secuencia como los que pueden verse en Gravity era algo complicado, costoso y, en muchos sentidos, imposible. Pero el concepto narrativo es el mismo.
Otro de los puntos en común es la música, o mejor dicho el uso de ella. Kubrick fue, en este sentido, todo un maestro. Bueno, la verdad es que lo fue en todos los sentidos. Pero volviendo a la banda sonora, el director de Senderos de gloria (1957) se aprovecha de composiciones clásicas para dotar a sus naves y a sus personajes de poesía, como si de un ballet se tratara. El caso de la película de Cuarón, si bien es algo distinto en sus momentos de mayor tensión y acción, también posee en su parte inicial una poética composición que ayuda a introducirnos en un mundo donde todo se mueve armónicamente, similar a lo que podríamos ver en la danza. Volviendo a 2001: Una odisea en el espacio, no cabe duda de que la película es parca en casi todos sus aspectos: hay pocos diálogos, los sonidos ambientes y propios de la acción son más bien escasos, y la música prácticamente se utiliza solo para mostrar los momentos más importantes del metraje, como la secuencia inicial en la prehistoria o la que es la mayor elipsis de la Historia del cine: el paso del hueso a la nave espacial y la posterior aproximación a una estación espacial.
¿Es en verdad una odisea en el espacio?
Todo esto no quiere decir que ambas películas exista un vínculo evidente, pero sí se podría decir que Cuarón, de forma consciente o inconsciente, utilizó como modelo la obra de Kubrick. Incluso hay algún que otro plano muy similar, como la imagen del astronauta perdido en el espacio. En cualquier caso, y dicho esto, toca abordar el otro aspecto fundamental de la película de 1968: su argumento. Quizá una de las mejores cosas que tenga el film son sus numerosas capas de comprensión. Por un lado está la simple y llana historia de los astronautas, precedidas por ese fragmento en el que se narra los orígenes del hombre. Por otro lado, tenemos el drama del hombre luchando contra las máquinas que él mismo ha creado. Y por otro está todo lo referente a los monolitos y a ese final en una habitación tras un viaje psicodélico.
La pregunta que cabe hacerse viendo 2001: Una odisea en el espacio en su conjunto es la que da título a esta segunda parte. ¿La película trata realmente sobre una odisea espacial? Sinceramente, no. Ocupa la mayor parte de la trama, es cierto, pero no trata de eso. En realidad, esta imprescindible obra de Kubrick trata sobre la evolución humana, marcada eso sí por unos monolitos rectangulares que en la obra literaria eran de origen alienígena, pero que en el film nunca llega a aclararse del todo, especulando incluso con la idea de una influencia divina en el devenir de la Humanidad. Una evolución que comienza con el descubrimiento del hueso como arma y, por tanto, como herramienta para someter al resto de nuestros semejantes, y termina con la influencia que dicho monolito tiene sobre un único individuo, llevándole a la siguiente fase evolutiva.
Es significativo en este sentido cómo el relato obvia por completo todo lo vivido por el hombre como especie durante siglos para centrarse en aquello que todavía no ha vivido, y que no es otra cosa que sobrepasar las fronteras de nuestro planeta y colonizar el espacio. Ese primer monolito que otorga a los simios la capacidad de usar herramientas lleva, gracias a esa magistral elipsis, al siguiente paso evolutivo en la película, o lo que es lo mismo al siguiente monolito, esta vez descubierto en la Luna. Siglos que carecen de interés por ser conocidos son superados narrativamente en pocos segundos, dando paso a un futuro en el que los viajes espaciales están a la orden del día. Aunque lo más importante se deduce del siguiente monolito, aquel que lleva al hombre a dotar de conciencia a las máquinas, que terminan por rebelarse. La exposición definitiva a estos monolitos de un solo ser humano es lo que recoge los últimos minutos de película, en los que el envejecimiento y posterior renacimiento en algo nuevo se producen rápidamente y con una superposición de las etapas del hombre.
2001: Una odisea en el espacio es, sin ningún género de dudas, una de las mejores películas de ciencia ficción del cine. Una obra atemporal como la trama que aborda que supuso un antes y un después en la forma de entender el género y de tratar todo lo relativo al espacio. Sí, el hecho de que lleve en su título ese año puede parecer una limitación con el paso del tiempo, pero es algo circunstancial. Si se elimina de su título y en su lugar se pone, por decir algo, 3001, lo que narra el relato sería igualmente válido. Puede que el carácter intimista y pausado de la propuesta desconcierte a algunos y aburra a otros, pero esta no es una película apta para todos los estados de ánimo. Requiere atención, comprensión y una mente muy, muy abierta, capaz de abarcar una imagen panorámica del conjunto. Al fin y al cabo, no estamos hablando de una odisea espacial, sino de una odisea evolutiva de miles de años.