‘The americans’ supera sus problemas familiares en la 2ª temporada
07/08/2014 Deja un comentario
Hay veces que cuesta distinguir si una serie mejora por iniciativa propia o si, por el contrario, la percepción del espectador mejora simplemente porque sabe lo que le espera. Cuando The americans presentó su primera temporada las expectativas puestas en esta intriga de espías en plena Guerra Fría no terminaron de cubrirse. Sí, el thriller tenía todos los componentes y su desarrollo era muy completo, pero algo no terminaba de encajar: la tapadera de los dos protagonistas, con una familia por la que se preocupaban y un matrimonio de conveniencia que hacía aguas por todas partes, temblaba cada vez que su creador, Joseph Weisberg (serie Falling skies), trataba de incidir en ella. Era algo a solucionar, y lo cierto es que su segunda temporada ha logrado enderezar la serie para convertirla en lo que se esperaba de ella en su debut: un thriller enriquecido por el drama familiar.
En cierto modo, la trama familiar ha desaparecido como línea argumental independiente para integrarse en el desarrollo del arco principal, que esta vez se centra en un único proyecto que parte, además, del asesinato de dos espías soviéticos a los que los personajes de Keri Russell (El amanecer del Planeta de los Simios) y Matthew Rhys (serie Cinco hermanos) consideraban amigos. Este brutal acontecimiento deriva en una enrevesada trama política y militar cuyas ramificaciones afectan al resto de tramas secundarias, que devuelven el favor aportando numerosos matices que enriquecen la venganza de los dos protagonistas. Como puede apreciarse de este repaso general, la práctica totalidad de los argumentos que se desarrollan en estos 13 episodios están relacionados con el espionaje. De ahí que no quede espacio para los conflictos familiares, salvo cuando influyen en la trama principal como agente activo.
Esto no implica, sin embargo, que Weisberg se olvide por completo de ello. De hecho, buena parte del desarrollo dramático de la trama principal posee, en mayor o menor medida, una influencia familiar notable. Ya sea de forma explícita o como simple referencia, la pareja protagonista debe afrontar los problemas de una hija adolescente que empieza a sospechar de su actitud con el día a día de su labor como espías. Y si bien la evolución del personaje interpretado por Holly Taylor (Ashley) puede resultar algo irritante en algunos momentos, su presencia es tan relevante que se vuelve incluso imprescindible, sobre todo teniendo en cuenta la sorprendente resolución de la temporada, que por cierto enfoca el futuro de The americans en una dirección de lo más interesante por lo poco trabajada que ha estado en el cine y la televisión.
La fusión entre familia y espionaje, algo que fallaba en la primera temporada, es lo que hace crecer a esta segunda parte hasta convertir la serie en un producto atractivo y complejo. Pero como toda buena ficción, debe tener un villano acorde al nivel dramático de los protagonistas. Y ese rol corre a cargo de Lee Tergesen (serie Generation kill), quien compone un personaje violento e inteligente que representa una auténtica amenaza, a diferencia de lo que podría entenderse que hacía Noah Emmerich (Super 8) en los anteriores episodios. La influencia de Tergesen va en aumento a la par que la complejidad de la trama, hasta convertirse en un catalizador de los acontecimientos durante los últimos episodios, dando rienda suelta a una amenaza para la que no están preparados ninguno de los implicados. Una amenaza, por cierto, que permite al espectador asomarse un poco más al entramado de las comunicaciones soviéticas, lo que a todas luces mejora el resultado.
El FBI y los rusos
Durante sus primeros episodios The americans trató de ofrecer una especie de imagen global del espionaje entre Estados Unidos y la URSS. En principio, dicha imagen tenía su máximos representantes en los personajes de Russell, Rhys y Emmerich, este último como agente del FBI. Sin embargo, el thriller que se intuía no terminaba de cuajar, lo cual a su vez debilitó esa primera parte. Dado que el villano adquiere otros rasgos en estos nuevos capítulos, el FBI en su conjunto pasa a un segundo plano para convertirse en protagonista absoluto de la trama secundaria principal, adquiriendo con ello una relevancia que, de algún modo, no tenía anteriormente. Gracias a esta nueva «libertad», la serie logra desarrollar toda una intriga política y tecnológica en torno a la creación de Internet, en sus orígenes ARPANET.
Ya he mencionado que esta segunda temporada posee una mejor y mayor integración de todos sus elementos, ofreciendo al espectador una imagen más completa. Prueba de ello es el hecho de que esta línea argumental secundaria nace de la trama principal, o mejor dicho del brutal asesinato inicial, cuyo desarrollo se bifurca para dar vida a todos y cada uno de los personajes. Así, toda la lucha entre el FBI y la URSS tiene sus consecuencias en la investigación de la pareja protagonista, y viceversa. En este sentido hay que destacar la evolución que sufre el personaje de Emmerich al ser menos dependiente de la familia de espías. Su papel en la trama, sobre todo la relación que mantiene con el personaje de Annet Mahendru (Escape from tomorrow), se convierte en uno de los procesos dramáticos más interesantes de la serie al convertirle en un títere en manos soviéticas.
Esto, unido a nuevos personajes llamados a adquirir un mayor peso dramático y a la situación en la que quedan otros secundarios, ofrece una amplia gama de posibilidades para esta trama desarrollada en las altas instancias del espionaje. Se establecen así dos niveles narrativos que discurren de forma paralela pero que tienen numerosos puntos en común, además de consecuencias inolvidables en cada uno de los entornos. Todo ello cambia sustancialmente el panorama de la serie y la otorga una madurez necesaria, así como una oscuridad que se intuía en la primera temporada, pero que ahora adquiere una mayor relevancia gracias, entre otras cosas, a la evolución de los dos protagonistas en lo que su forma de entender la lucha se refiere.
Todo esto convierte a esta nueva temporada de The americans en un producto superior a lo que se conocía hasta ahora. Puede que sea porque las expectativas a raíz de la primera temporada estaban un poco bajas, pero en cualquier caso es indudable que la serie ha sufrido un lavado de cara interesante, centrándose en el frágil equilibrio entre la dinámica familiar y los encargos de espionaje. Y lo mejor de todo es que gracias a ese equilibrio la serie ha podido encontrar nuevas vías dramáticas y ha desarrollado varios niveles narrativos que, aunque propios, son dependientes uno de otro. La conclusión de la temporada, con una serie de revelaciones inesperadas, deja en el aire un futuro muy atractivo que, esperemos, siga las indicaciones iniciadas a lo largo de estos episodios.