‘Caza al asesino’: un engaño de vida o muerte


Javier Bardem y Sean Penn protagonizan 'Caza al asesino'.No sé si será por el atractivo del reparto. No sé si será por los tráilers, que no tienen reparos en engañar al público con tal de que eso se traduzca en más ingresos. Ni siquiera sé si será por el género cinematográfico. El caso es que hay películas que generan en el espectador unas expectativas muy distintas a las que realmente es capaz de satisfacer. Cuando dichas expectativas son bajas, el resultado es más que satisfactorio. Cuando dichas expectativas son altas, la decepción es directamente proporcional.

Toda esta reflexión viene a cuento de Caza al asesino, thriller de acción que, podría pensarse, es un vehículo para que actores de la talla de Sean Penn (Mi nombre es Harvey Milk) o Javier Bardem (Come Reza Ama) puedan dar el máximo y crear una intriga sólida, plagada de recovecos narrativos y con un desenlace apasionante. Pero ni lo uno ni lo otro. Sí, los actores, todos en su conjunto, están espléndidos. Lo cierto es que no se esperaba menos. El problema es que la historia es tan endeble que ni siquiera ellos son capaces de sustentarla.

El desarrollo dramático de la cinta dirigida por Pierre Morel (Venganza) es sumamente irregular. Sus intentos por equilibrar acción con historia resultan fallidos desde el momento en que la trama se afana en resolver de la forma más larga e innecesaria posible el triángulo amoroso en el que se ven envueltos Penn y Bardem. Este punto de inflexión, unido a otros fenómenos como unos diálogos poco creíbles o una intermitencia en el ritmo, es indicativo del carácter del film, al que le sobran muchos minutos y le faltan muchas más secuencias de acción.

Que lo más interesante de Caza al asesino sea un diálogo que transcurre poco antes de que comience el tercer acto es muy sintomático. Sus errores no se constriñen, por tanto, a un problema formal, a una mala realización o a un guión con personajes excesivamente tópicos. No, el verdadero problema de la cinta de Morel es de fondo, de concepto. El guión es incapaz de dotar de realismo a los personajes, algo que por desgracia se filtra a la labor del reparto, que hace lo que puede. Y para colmo, las historias secundarias apenas influyen en el devenir de la historia principal, lo que crea un vacío narrativo que no se completa con nada. No sé si será cosa de las expectativas, pero lo cierto es que la cinta no caza al espectador.

Nota: 4/10

‘Cincuenta sombras de Grey’: repetir una idea no la hace mejor


Dakota Johnson y Jamie Dornan forman la pareja protagonista de 'Cincuenta sombras de Grey'.Sí, soy una de las pocas personas a este lado del mundo que no ha leído la trilogía de E.L. James. Y sí, soy una de las muchas personas que, sin haberla leído, se ha acercado a una sala de cine para tratar de comprender el fenómeno. Más allá de secuencias subidas de tono (Shame era mucho, muchísimo más explícita), de amores imposibles o de gustos sexuales muy peculiares, lo interesante en esta crítica es saber si, como relato audiovisual, merece realmente toda la expectación generada a su alrededor. La respuesta debería inclinarse más por el no.

En líneas generales, desde todos los puntos de vista Cincuenta sombras de Grey es una película mediocre que en muchos sentidos podría pasar por un telefilm. Es cierto que la puesta en escena es elegante, pero el pulso narrativo de Sam Taylor-Johnson (Nowhere boy) carece de la tensión que debería haber aportado a la relación de los protagonistas. Claro que para poder encontrar dicha tensión habría que tener un guión construido a medida que evoluciona dicha relación, cosa que no sucede. La historia carece de giros narrativos o de sucesos que realmente renueven la atención del espectador. Todo se sucede, por decirlo de algún modo, de forma progresiva, lo que termina por resultar monótono, más si se tiene en cuenta que la última media hora se asemeja a un bucle en el que las secuencias se repiten una y otra vez.

Los personajes y sus diálogos no ayudan a ofrecer una buena imagen de este drama erótico que trata de explorar el lado traumático de un personaje que, al final, ni se desvela ni evoluciona. Los actores protagonistas hacen lo que pueden, y lo cierto es que es mucho. Jamie Dornan (Shadows in the sun) asume su papel de galán controlador de forma natural, aunque sin duda el mayor atractivo en este sentido es Dakota Johnson (Eternamente comprometidos), cuyo personaje evoluciona a lo largo del excesivo metraje alcanzando una madurez interesante que la actriz es capaz de adoptar como propia. El problema reside, fundamentalmente, en el poco trasfondo dramático de su relación, sobre todo si tenemos en cuenta el carácter dominante y sumiso de la misma.

Quiero pensar que los fans de Cincuenta sombras de Grey la encuentren fascinante, incluso apasionante. Pero para alguien ajeno a la habitación roja de los juegos de Christian Grey puede resultar un film carente de ritmo, con una insistente intención en repetir ideas, conceptos y situaciones, hasta el punto de alargar el tramo final sin sentido aparente. Eso sí, la curiosidad de verla es incuestionable, casi tanto como la calidad de su banda sonora o la buena labor, cada uno en su rol y de forma separada, de los actores protagonistas. Pero sin una buena historia este castillo de naipes no aguanta en pie. Sin un buen guión esta trama carece por completo de interés dramático.

Nota: 4/10

‘Crepúsculo’, el inicio del amor adolescente y el final del vampiro


Kristen Stewart y Robert Pattinson en 'Crepúsculo'.El personaje del vampiro es y ha sido siempre un icono del romanticismo, desde que Bram Stoker escribiera Drácula. Por supuesto, a lo largo de las décadas ha evolucionado, eliminando algunos estereotipos y perdiendo, en determinadas ocasiones, ese carácter romántico y maldito. Pero de todas las aproximaciones a este icono de la cultura puede que la más extraña sea la de Stephenie Meyer, autora de la saga Crepúsculo en cuyo primer volumen se basa, precisamente, Crepúsculo (2008). Si por algo será recordada la película es por iniciar una moda de cine juvenil que ofrece no solo unos estereotipos algo anticuados sobre las relaciones amorosas y sexuales, sino por destruir por completo la imagen de las criaturas fantásticas que han poblado la imaginación del ser humano desde joven.

En el caso de esta película, los vampiros dejan de ser esas criaturas temibles y a la vez fascinantes para convertirse en una especie de familia que evita por todos los medios destacar sobre el resto. Hasta que la protagonista se fija y se obsesiona con uno de ellos. Es entonces cuando el espectador/lector descubre que, si bien es cierto que se alimentan de sangre, no poseen colmillos, y tienen una fuerza y una velocidad sobrehumanas, amén de una piel que brilla como el diamante cuando se expone al sol (de ahí que lo eviten, si es que tiene eso algún sentido). El film, en sí mismo, no deja de ser una historia de amor imposible en la que las diferencias quedan apartadas por un sentimiento que finalmente rompe todas las barreras posibles.

Similar en el fondo a lo que ocurre en Hermosas criaturas, esta primera entrega dirigida con excesiva parsimonia por Catherine Hardwicke (Los amos de Dogtown) peca de numerosos errores en guión, dirección y, sobre todo, reparto. Si bien la historia en general es aceptable, pues toma no pocos elementos de otras tramas anteriores, el hecho de que el concepto que prime por encima de todo sea el amor incondicional termina por desmembrar cualquier atisbo de coherencia. A lo largo del relato no existen verdaderos conflictos más allá de las amenazas externas que parecen perseguir a la protagonista. En ningún momento existen dudas personales o verdaderos cambios de orientación en la línea argumental, creando un relato plano, por momentos aburrido en su reiteración de los problemas amorosos de dos jóvenes.

Pero a esto se suma, por desgracia, la débil visión de la directora, cuya puesta en imágenes, con un montaje excesivamente encorsetado y una estética visual tan gris como su planificación, pone el foco en los fallos y oculta los pocos aciertos que tiene el film. Claro que el principal problema es que esos fallos residen en la elección del elenco principal, Kristen Stewart (Jumper) y Robert Pattinson (Little ashes). La primera todavía tiene que demostrar al gran público, y no solo a los fans, que es actriz, pues su inexpresividad alcanza cotas pocas veces vistas en una pantalla de cine; el segundo, simplemente, resulta sobreactuado en su papel de galán atormentado, algo sin duda provocado por la falta de trabajo por parte de Hardwicke.

Un mensaje ultraconservador

Aunque lo más llamativo del film es el subtexto que emana de todos y cada uno de los diálogos. No es ningún misterio que Meyer, autora de todo este mundo, es mormona, lo que se traduce en un conservadurismo y puritanismo extremo. Trasladado al mundo vampírico de Crepúsculo obtenemos a unos seres irracionales cuya sed de sangre ante un ser humano que les atrae pocas o ninguna vez puede ser controlada… salvo si hay amor de por medio. Son, por así decirlo, unos seres atractivos por su belleza pero que esconden una bestia en su interior capaz de acabar con la vida. Y qué curioso que sea el protagonista masculino el que cargue sobre sus espaldas con este rol.

Por contra, la joven protagonista se muestra sumisa y, lo más preocupante, deseosa de adentrarse en ese mundo tan intrigante como peligroso. Es él el que lleva la batuta en la relación, marcando los tiempos de todos los aspectos, incluso de la relación sexual, reservada hasta después del matrimonio por miedo a no poder controlar su propia fuerza. Unos conceptos, en fin, que sitúan a la mujer varios años por detrás del hombre y desdibujan a una criatura como el vampiro que queda relegada, en esta ocasión, a mero espejo de lo que se considera al hombre y el peligro que representa para la mujer.

Crepúsculo posee demasiados elementos en su contra como para ser considerada una buena película. Esto no implica, por supuesto, que no atraiga a una legión de seguidores. Sin embargo, el trabajo técnico y artístico es flojo, principalmente por una falta de liderazgo lo suficientemente sólido como para saber que una novela no puede ser llevada de forma literal a una pantalla de cine. Al menos, la mayor parte de las veces. El texto audiovisual es muy diferente al literario, y mientras que en una novela se hacen determinadas concesiones, una película no puede dar vueltas siempre sobre un mismo concepto sin avanzar a través de la resolución de verdaderos conflictos.

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