‘Black Sails’ evoluciona con el pasado de los personajes en su 2ª T
09/08/2015 Deja un comentario
Posiblemente lo mejor de una historia que combina ficción y realidad es comprobar cómo los narradores son capaces de adecuar los tiempos para que los personajes ficticios evolucionen en función de los acontecimientos históricos que se conocen. La primera temporada de Black Sails consiguió ir de menos a más gracias a esta pericia, y la segunda entrega, de 10 episodios, ha confirmado que estamos ante uno de los productos más originales de la parrilla. Con un conflicto de fondo como es el de la piratería en el Caribe, la serie ha sabido evolucionar mucho más allá para narrar algo mucho más grande que la mera aventura pirata, al tiempo que ha empezado a dar forma a los principales personajes de La isla del tesoro, relato de Robert L. Stevenson que se encuentra en la base de la serie.
En efecto, lejos de limitarse a desarrollar los personajes que fueron presentados en la primera parte, los responsables de la trama, con Robert Levine y Jonathan E. Steinberg (serie Escudo humano) a la cabeza, han optado por dar un golpe de timón y abordar una historia más compleja, con mayores matices y, sobre todo, con consecuencias para los protagonistas más interesantes. Partiendo de la base de que el rol de Toby Stephens (The machine) no es quien dice ser, la ficción adquiere un cariz totalmente distinto que permite al espectador analizar los acontecimientos desde una perspectiva nueva. Desde luego, lo más interesante es comprobar cómo la serie, sin necesidad de dar un giro a su historia, es capaz de transformarla lo suficiente para que renueve el interés. A esto se suma, por supuesto, la calidad de algunos personajes como el de Charles Vane (de nuevo con los rasgos de Zach McGowan, visto en Snapshot), cuya evolución le ha convertido en uno de los grandes atractivos de la serie, o el del propio John Silver (Luke Arnold –The tunnel-), que ya empieza a desvelar algunas de las características descritas en la novela de Stevenson.
Esto no quiere decir que todas las decisiones de la segunda temporada de Black Sails hayan sido acertadas o, si se prefiere, adecuadas. Baste decir que la revelación en el pasado del personaje de Stephens, si bien es un giro dramático muy impactante, resulta extremo, como si se intentara ofrecer al espectador un dato que aleje al personaje aún más de su leyenda. No se trata, por tanto, de la credibilidad del oscuro secreto que guarda, sino más bien de cómo eso encaja en la trama y lo que realmente aporta a ella. Por lo pronto, y a la espera de lo que pueda ocurrir en sucesivas temporadas, no ha generado el impacto esperado (de hecho, queda más bien como una anécdota), por lo que cabe preguntarse si tal detalle era necesario. Asimismo, algunos personajes como el de Hannah New (Maléfica) no terminan de consolidarse, posiblemente porque las dudas de su personaje se lo impiden.
A pesar de ello, los problemas que presenta esta tanda de episodios no trascienden demasiado al conjunto del arco dramático, permitiendo a la serie desarrollarse sin mayores dificultades y explorando nuevos planos narrativos a través de diversas tramas secundarias. Uno de los más interesantes, salvo por el detalle antes mencionado, es el pasado del protagonista, que permite al espectador no solo conocer mejor sus intenciones, sino ubicar en la trama a varios personajes, sobre todo al de Louise Barnes (Critical assignment). Y es precisamente este rol el que protagoniza uno de los giros narrativos más inesperados, desencadenando una ruptura absoluta con el pasado de la serie y encaminándola hacia un futuro en el que la diferencia entre piratas y gobiernos será absoluta, si es que no lo era ya.
Más violencia
No seré yo quien diga que Black Sails no es una serie con momentos realmente violentos, pero en comparación con otras producciones de similares características hay que reconocer que esta ficción apadrinada por Michael Bay (Dolor y dinero) tendía más a la aventura que a las vísceras. Hasta esta temporada. La aparición de un personaje, un nuevo pirata, en el primer episodio es toda una declaración de intenciones de lo que será esta nueva etapa. Y desde luego que cumple con las expectativas. Si bien la presencia de este catalizador no es duradera, tanto su final como los acontecimientos que se desarrollan después están marcados por una violencia notable, quizá no tanta como cabría esperar pero a todas luces mayor que la vista hasta ahora.
Y eso es algo de agradecer. No quiero hacer con esto una especie de apología de la violencia, pero un mundo tan salvaje como el mostrado en la serie, en el que los hombres luchaban y morían casi a diario, la ausencia de sangre era un dato a tener en cuenta. Por ello, el viaje hacia posturas más radicales que algunos personajes como el de Vane realizan en estos episodios es tan bienvenida. Sobre todo porque encuentra una sólida justificación en las motivaciones y los objetivos asociados a cada uno de ellos. Esto no provoca, además, que la trama pierda intensidad dramática, más bien al contrario. El punto de giro protagonizado por el personaje de Barnes que antes mencionaba es una buena prueba de ello.
Aunque personalmente el giro dramático más importante lo protagoniza el personaje de Arnold, ese joven John Silver que ya empieza a demostrar sus cualidades. A diferencia de lo que ocurría en la primera temporada, la capacidad de este rol para dominar a sus semejantes se hace patente en todos y cada uno de los episodios de la segunda parte. La conciencia que toma Silver de su poder no pasa desapercibida, y de hecho se convierte en uno de los motores dramáticos más importantes. Pero es la forma en que concluye la temporada lo que debería marcar un punto de inflexión imprescindible, acercándole más al personaje que todos los lectores de La isla del tesoro conocen. Su mayor protagonismo es uno de los grandes aciertos de la temporada, y lo más probable es que sea aprovechado en la tercera entrega.
La impresión general que Black Sails deja en su segunda temporada es la de una serie que no quiere anclarse, que busca en todo momento ofrecer al espectador algo más que la aventura de piratas. Desde luego, la fusión entre ficción y realidad ayuda mucho a esto, pero son los personajes los que parecen que van a poder sostener en el futuro todo el peso dramático. Es cierto que existen algunos aspectos que podrían ser mejorados, pero por suerte para la serie son menores que las virtudes que presenta. Lo que en cualquier caso parece claro es que el viaje a la isla del tesoro cada vez está más cerca.