‘Billions’ reduce sus revoluciones en la sexta temporada
11/01/2023 Deja un comentario
El caso de la serie Billions es bastante significativo. A estas alturas, con una sexta temporada terminada hace unos meses y una séptima en camino, pocas dudas quedan de que es una de las mejores producciones de la pequeña pantalla, tanto en materia de guion como de diseño de producción e interpretación. Incluso algo tan complicado como un cambio de protagonista lo gestionó con la elegancia y la inteligencia que destila la ficción en cada plano. Pero eso no siempre es sinónimo de éxito, y esta serie creada por Brian Koppelman (Un hombre solitario), David Levien (Ajuste de cuentas) y Andrew Ross Sorkin lo ha sufrido en primera persona.
La anterior etapa de la serie tuvo las complicaciones propias que impuso lo más duro de la pandemia, pero en mayor o menor medida logró salir indemne. Sin embargo, la continuación de estos 12 episodios no ha sido lo que estaba previsto. Y posiblemente no lo sea por el protagonista que forma la tradicional dupla de este drama de poder y corrupción. No porque Corey Stoll (West Side Story) no componga un gran personaje, sino porque el recorrido del mismo no parece lo suficientemente largo y profundo como para rivalizar con las ambiciones del rol al que da vida Paul Giamatti (Jungle Cruise). Las motivaciones del nuevo multimillonario, más allá del apartado personalista y de la necesidad de reconocimiento que tiene, no se antojan tan contraproducentes como las de su predecesor. Y tal vez lo más importante, no termina de quedar claro cómo chocan contra las de su némesis. Dicho de otro modo, el conflicto que siempre ha sustentado esta producción se diluye un poco con respecto a las anteriores tandas de episodios.
Y el problema de esto no es únicamente que el núcleo de Billions haya quedado dañado, sino que se ha visto afectada toda la estructura dramática de la serie. Es lo que tiene construir de forma tan magistral una ficción en la que todos los elementos, desde los principales hasta los más secundarios, forman parte de un todo y construyen de forma orgánica un complejo entramado de relaciones, motivaciones y traiciones. Quitar del tablero de juego una pieza fundamental afecta, por tanto, a todo el árbol si no se ejecuta con sumo cuidado, y aquí, sea por la pandemia o por cualquier otro motivo, no se ha hecho. Hay varios ejemplos de esto. Para empezar, algunos de los trabajadores más carismáticos abandonan la trama de forma más o menos continuada; para continuar, el personaje al que da vida Maggie Siff (serie Hijos de la Anarquía) o el rol que interpreta David Costabile (The dirt) han perdido buena parte de su esencia, de ahí que a lo largo de los capítulos se les haya intentado reubicar como se ha podido (mejor a ella que a él); y para finalizar, la introducción de los nuevos secundarios no ha terminado de asentarse.
Las transiciones nunca son fáciles, eso es evidente. Y en el caso que nos ocupa, no solo no es fácil sino que también es extraña. Da la sensación de que los creadores de esta serie han intentado mantener, al menos en un primer momento, la esencia de la ficción, prácticamente cambiando un personaje por otro. El problema es que son diferentes, tienen motivaciones diferentes, y eso les conduce por caminos diferentes. La evolución de muchos elementos dramáticos es más que evidente, pero no siempre lógica, de ahí que a medida que se aproxima a su final, esta etapa vaya perdiendo parte de su sentido. Esto no quiere decir ni que sea una mala temporada ni que no tenga momentos brillantes, pero sí que el aterrizaje de este nuevo rumbo no ha sido el idóneo. Posiblemente tenga mucho que ver el hecho de que llevábamos cinco años viendo la guerra económica y jurídica de estos pesos pesados, asumiendo unas dinámicas dramáticas que ahora han cambiado demasiado rápido. En todo caso, hay cosas que mejorar y que reajustar para que la serie no vaya perdiendo calidad a marchas forzadas.
La venganza se sirve fría
Pero como decía, los problemas de esta sexta temporada de Billions no impiden que sigamos asistiendo a una factura técnica impecable y a una batalla interpretativa de primer nivel. De hecho, más allá de sus irregularidades internas, esta ha sido la etapa de la venganza elaborada a partir de estrategias que se prolongan durante los 12 capítulos prácticamente. Personalmente, uno de los mejores momentos se produce hacia el final de la temporada, cuando la guerra entre los protagonistas se hace mucho mayor, más épica, y alcanza instancias mucho mayores de lo que se hubiera podido pensar en un primer momento. El hecho de introducir en la partida conflictos políticos que van más allá de una Alcaldía da buena muestra del cariz que toma la serie y hasta dónde puede llegar la guerra personalista de dos personajes que no tienen problema en utilizar las instituciones en su propio beneficio.
En realidad, es algo que ya se había mostrado, en mayor o menor medida, en temporadas anteriores, pero en este caso es algo mucho más claro y directo, síntoma de que los tiempos están cambiando. Otra cosa es la motivación que existe detrás de esta nueva campaña bélica entre los roles de Giamatti y Stoll. En cierto modo, es comprensible, pero desde luego, queda muy lejos de las que los seguidores estaban acostumbrados a ver. Hablando con guionistas sobre las motivaciones de un personaje, siempre explican que no solo deben quedar claras, sino que las reacciones del resto de roles tienen que estar justificadas. Y es lo que ocurre aquí. Sin entrar en demasiados detalles, es evidente que las prácticas del personaje de Stoll pueden ser de dudosa ética, puede que algunas ilegales; pero que su antagonista se oponga a algo que es bueno para la ciudad únicamente porque los ricos van a ser más ricos es lo que no termina de encajar demasiado.
Da la sensación de que el aterrizaje de este nuevo empresario al que da vida Corey Stoll ha descolocado por completo las motivaciones originales del fiscal que tiene los rasgos de Paul Giamatti. Y sus creadores, al menos al principio, parecían tener la intención de mantener el concepto básico de lo que le mueve, independientemente de lo que tenga o a quién tenga delante. Y ese es un error básico de guion. Más allá de lo que impulsa la acción de los personajes, estos tienen que adaptarse a las circunstancias. El viaje del héroe, por decirlo así, viene marcado por los acontecimientos externos, no por sus convicciones internas. En parte, es lo que le ha faltado a esta temporada. No es el único problema, está claro, pero sí puede que sea el meollo de todo lo demás que necesita ser cambiado o mejorado.
Es evidente que el cambio no le ha sentado demasiado bien a la sexta temporada de Billions, pero a pesar de todo, seguimos estando ante una de las producciones más interesantes de la televisión. Más allá de sus problemas de desarrollo, resulta muy interesante comprobar la evolución del conflicto y descubrir las semillas que se han ido sembrando para la siguiente etapa, incluida la caída en desgracia del personaje de Giamatti. Habrá que esperar a ver qué dirección toma la trama y, sobre todo, cómo se van acoplando los diferentes personajes a sus nuevos lugares en la historia, si es que continúan. En cierto modo, si la quinta temporada fue de transición «física» por la pandemia, esta etapa ha sido de transición dramática. Siendo sinceros, no ha sido la mejor posible a tenor del resultado, pero sí lo suficientemente buena como para generar expectativas de cara al futuro. Veremos.