1ª T. de ‘Vikingos: Valhalla’, suspense entre paganos y cristianos


Los vikingos deberán unir fuerzas a pesar de las diferentes religiones que profesan en 'Vikingos: Valhalla'.

He de reconocer que cuando escuché que Netflix iba a abordar una especie de continuación/spin off de la serie Vikingos tuve muchas dudas. Pero siendo sinceros, y salvando todas las distancias, esta primera temporada de Vikingos: Valhalla deja un buen sabor de boca, con permiso de los aficionados a la historia más puritanos. No en vano, su creador, Jeb Stuart, es guionista de clásicos como Jungla de cristal (1988) o El fugitivo (1993). Y esas buenas sensaciones se deben, en su mayoría, a que respeta algunos de los conceptos narrativos más importantes de la serie original.

Estos primeros 8 capítulos, que transcurren 100 años después de los acontecimientos de la serie original, retoman una idea que ya sobrevoló en varios momentos aquella trama, y es el enfrentamiento entre cristianos y paganos. Sin embargo, lo relevante en estos momentos es que dicho enfrentamiento no se produce entre diferentes culturas, sino dentro de los propios vikingos, apuntando a la decadencia de unas creencias en favor de otras. Los conflictos que esto provoca en el seno de los clanes protagonistas, a pesar de mostrarse de un modo más o menos velado, son lo suficientemente importantes como para sentar las bases de futuras líneas argumentales que pueden derivar en temporadas muy atractivas (de momento, hay otras dos confirmadas). Quizá lo menos novedoso de todo sea el ataque vikingo a Inglaterra, una suerte de «eco» de lo que ya se vio en la serie original, aunque en esta ocasión más espectacular si cabe y, sobre todo, más intrigante.

Y este es, posiblemente, uno de los aspectos más notables de Vikingos: Valhalla. Más allá de batallas, de mitología nórdica, de conflictos religiosos y culturales o de estrategias bélicas, esta primera etapa ofrece al espectador un componente de intriga política relativamente novedoso, al menos en sus formas. Porque ya no se trata únicamente de suspense y traiciones entre reyes por hacerse con el control de un trono, sino de personajes aparentemente secundarios cuyo mayor valor es su forma de moverse entre estas traiciones. Esto genera una nueva dinámica dramática, así como líneas argumentales que conectan los arcos narrativos principales y los transforman para crear una historia global que crece con cada gesto, con cada mirada, con cada decisión de los personajes. Este, más allá de una puesta en escena espléndida y de una ambientación, es el verdadero punto fuerte de la serie.

Luego están, por supuesto, las batallas y los combates. Independientemente de los creíbles o no que puedan resultar (algunas están basadas en hechos históricos, dicho sea de paso), lo cierto es que son el aditivo idóneo para un conjunto muy completo y que permite liberar algo de la tensión dramática generada por todos los anteriores ingredientes que hemos mencionado. La espectacularidad de estos momentos, unido a las consecuencias trágicas que tienen (prácticamente en cada combate muere algún personaje que había tenido cierto peso hasta ese momento), contribuyen también al otro concepto que sobrevuela estos 8 episodios, y que no es otro que la lealtad y el amor entre hermanos de armas. Esto terminará por derivar en un final de temporada épico que revela (y no haremos spoilers por si alguien todavía no la ha visto) la naturaleza salvaje del personajes interpretado por Sam Corlett (Años de sequía). Toda una declaración de intenciones de lo que está por venir.

La lucha por el trono de Inglaterra centra la primera temporada de 'Vikingos: Valhalla'.

Ambiciones reales

En cierto modo, la serie Vikingos: Valhalla repite fórmula introduciendo algunos elementos relativamente nuevos. Y aunque esto es lo que le da un toque de calidad y lo que genera un mayor interés entre los fans de la historia original, es importante señalar que también es lo que lastra al conjunto. Porque, aunque los personajes resultan interesantes y, evidentemente, las situaciones y los conflictos que se generan son diferentes, en el fondo la dinámica sigue siendo la lucha por un trono. Bueno, por varios tronos, en realidad. Y eso, siendo sinceros, resta originalidad al conjunto. Es verdad que originalidad no es lo que se busca en este tipo de historias/secuelas, pero un factor diferencial nunca está de más.

Me explico. Es evidente que, siendo como es una continuación de los hechos de la primera serie, el desarrollo sea más o menos previsible. Incluso se puede tolerar como coherente las luchas fratricidas por los territorios vikingos. Lo que no termina de estar tan claro es que el grueso del arco dramático principal tenga que transcurrir, de nuevo, en Inglaterra, repitiendo unos esquemas de los que la primera ficción, incluso, terminó huyendo para dirigir su mirada a otros ámbitos argumentales. Se producen de este modo sentimientos encontrados, a medio camino entre la satisfacción de ver algo familiar y la frustración de volver a repetir esquemas narrativos que ya se habían dejado atrás. Soy consciente de que la trama de esta primera temporada bebe de acontecimientos históricos, pero eso no es óbice para que no se hubiera intentado explorar otras alternativas.

Así las cosas, estos primeros episodios se mueven constantemente entre la seguridad de las aguas ya conocidas y la previsibilidad de unos acontecimientos que, aunque no se conozcan de antemano, se pueden intuir debido, precisamente, a esa seguridad. Con todo, y como decía al inicio, algunos elementos secundarios introducidos en la trama aportan algo diferente. Es un recurso necesario, en realidad, que compensa esos aspectos más previsibles y, tal vez, excesivamente comunes de la ficción. En este caso, curiosamente, esos elementos secundarios son personajes que no solo están ahí para hacer avanzar el arco dramático principal, sino que tienen su pequeño espacio personal para medrar y moverse en esta lucha de ambiciones reales. A diferencia de la primera serie, donde todas las intrigas se desarrollaban en las altas esferas y tenían siempre como protagonistas a los roles principales de la trama, en esta ocasión se baja un nivel de protagonismo a estas intrigas, dando mayor relevancia a los personajes menos importantes y, al mismo tiempo, generando un mayor grado de intriga y suspense en tanto en cuanto se plantea la pregunta de ¿qué quieren estos roles?

En líneas generales, Vikingos: Valhalla es una más que digna sucesora de Vikingos. En todos los sentidos, desde el reparto seleccionado para unos personajes complejos y profundos, hasta la puesta en escena y el diseño de producción tan espectaculares. Y como producto independiente, también funciona, al no tener referencias argumentales de ningún tipo (tan solo en algún episodio se menciona a alguno de los antiguos personajes) y crecer, por tanto, de forma más natural. El problema, tal vez, lo tengamos quienes disfrutamos de aquella serie original, ya que sí, se mantiene el espíritu, pero eso hace que se pierda algo de frescura, dejando en el aire la sensación de estar viendo más de lo mismo. No tiene que ser algo malo, sobre todo si se disfruta. Pero cabe esperar que la segunda temporada traiga algo más de frescura y originalidad, tal vez centrándose en esa dualidad entre cristianos y vikingos dentro de un único pueblo. Pero para eso, habrá que esperar a la segunda temporada.

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