‘Profesor Lazhar’: aprender a perder la inocencia


Más que nos pese, la muerte es uno de los pocos hechos seguros, por no decir el único, que hay en nuestra existencia. El momento en el que nos percatamos de eso es el momento en el que maduramos, en el que vemos con otros ojos el mundo que nos rodea. No me refiero a la muerte como ente genérico, sino como una desgracia que nos toca de cerca, bien en un miembro de la familia, bien en un hecho fortuito en la carretera o en cualquier otro sitio. Y da igual que sea con 30, con 40 o con 12 años. En ese momento, la poca o la mucha inocencia que nos queda desaparece irremediablemente.

Esta pérdida de la inocencia es lo que aborda con maestría y sobriedad el director y guionista Philippe Falardeau (La moitié gauche du frigo), quien compone un relato tan tierno como abrumador, centrando la mirada en un profesor sustituto de una clase huérfana por el suicidio en la escuela de su maestra. Gracias a una narración que ronda continuamente el tema de la muerte, el director desvía la mirada del pasado, el presente y el futuro del protagonista, personaje interpretado con inteligencia e, incluso, inocencia, por Mohamed Fellag (El chico del chaâba), pero también le permite revelar los datos necesarios sin miedo a que se descubran los hechos antes de lo previsto.

Con todo, lo verdaderamente interesante del conjunto son sus intérpretes más jóvenes, marcados por una culpabilidad, miedo y tristeza como pocas veces se ha visto en una pantalla. Al menos de forma tan realista y natural. Y si bien la mayoría de los caracteres están representados en dichos alumnos, es la madurez con la que afrontan la situación lo que les convierte en únicos. Madurez que queda reflejada, primero, en un texto escrito por uno de ellos, y después en el momento más emotivo y dramático de todo el film, que tiene como protagonista a dos niños y el sentimiento de culpabilidad que antes mencionaba.

Todo en la película enfoca hacia un final inevitable que, con todo, resulta inesperado. Inevitable por el devenir de la historia y de esa muerte que acompaña a todos y cada uno de los personajes, pero inesperado porque el autor del libreto opta por el drama realista más que por la resolución de cuento de hadas que habría tenido en manos hollywoodienses. Incluso en dicho final los dos elementos del film están presentes: la muerte como final de un ciclo, y la madurez como pérdida de la inocencia a través de la comprensión de una fábula.

Nota: 7/10

Acerca de Miguel Ángel Hernáez
Periodista y realizador de cine y televisión.

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